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TAEMIN

AL DÍA SIGUIENTE, EL SUAVE SALPICAR del agua hizo que abriera los ojos, borrara la bruma del sueño y la luz del sol se colara por la ventana para mojarme la cara.

No era mi despertador habitual, pero cuando me di la vuelta y vi los edificios, no iba a quejarme. Era mejor que mi despertador.

Vaya...

Me apoyé en el codo y me froté la cara con una mano mientras contemplaba una de las vistas más espectaculares de la ciudad, de todo el mundo, dirían algunos y seguía sin hacerme a la idea de que MinHo viviera aquí.

Era tan extravagante, tan pretencioso, y aunque partes de eso encajaban con MinHo y con la persona que había conocido cuando empecé en Yonsei, anoche me había mostrado un lado totalmente distinto de sí mismo.

Volví a oír el sonido del agua y miré por encima del hombro para ver que el lado del colchón de MinHo estaba vacío. Anoche era tarde cuando volvimos a su casa, e incluso más tarde cuando por fin nos quedamos dormidos. Pero después de nuestra deliciosa cena en el parque y de hacer un bolso a última hora para mi improvisada escapada de fin de semana, me había desmayado en cuanto mi cabeza tocó la almohada.

Vaya cita que era. Apenas había tenido la energía para darle un beso de buenas noches. Pero fue culpa suya. Me había llenado el estómago, me había paseado por Namsan Park y, cuando volvimos a su casa, me había quedado dormido como nunca.

Quiero decir, ¿quién no lo haría? Su colchón era tan lujoso y suave que probablemente estaba hecho de plumas de ganso real o algo igual de escandaloso.

Balanceé las piernas sobre el borde de la cama y me di cuenta de que solo llevaba los calzoncillos. Miré por el suelo en busca de la ropa que me había quitado y fruncí el ceño al no encontrarla. ¿Quizá MinHo las había dejado en algún sitio?

Mi bolso estaba en el salón. Recordaba haberlo dejado allí cuando me lo había enseñado, ahora que el lugar tenía muebles de verdad, y si la noche de la fiesta me había parecido que su piso era impresionante, con muebles parecía sacado de una película. No parecía real.

Me había contado cómo su grupo vivía en el edificio, de ahí el apodo de Príncipes de Gangnam-gu, y cómo cada uno de ellos estaba viviendo con otro amigo porque sus papás pensaban que era la mejor manera de mantener a sus hijos alejados de los problemas. Estaba claro que no había funcionado, a juzgar por la reputación que parecían tener MinHo y su pandilla.

Mientras me ponía de pie para ir a recoger mis pertenencias, decidí en el último segundo llevarme la sábana. MinHo me había asegurado de que Key estaría fuera de la ciudad durante el fin de semana. Pero en el improbable caso de que decidiera interrumpir el viaje que había emprendido, no quería que el compañero de piso de MinHo me atrapara deambulando por su salón en calzoncillos.

Me envolví la cintura con la sábana y levanté el resto del material del suelo. Eché un vistazo al suelo y las paredes de mármol de la entrada abierta del cuarto de baño y vi el amplio tocador, con un espejo de cuerpo entero a lo largo de toda la pared.

Por el recorrido de anoche sabía que había una ducha a la izquierda y una bañera con vistas a la misma vista con la que me había despertado a la derecha. Pero a juzgar por el sonido del agua al caer, sabía exactamente dónde estaba MinHo.

Se me erizó la polla al imaginármelo de pie en la ducha, resbaladizo y mojado, y miré mi reflejo en el espejo, preguntándome si sería lo bastante valiente para entrar y verlo de verdad.

Sujetando la sábana en su sitio, entré en el cuarto de baño e inmediatamente me llegó el olor del jabón o el champú de MinHo. Maldita sea, por eso siempre olía bien. Fuera lo que fuera lo que usaba allí, era fresco pero cremoso, dulce y un poco picante, y mientras me envolvía, me sentía embriagado. Era sexy y sofisticado, como el hombre mismo, y sin duda ayudaba con la parte de su vida de, tengo a quien quiero, cuando quiero.

EL PRÍNCIPE DE GANGNAM-GUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora