MINHO
SI ALGUIEN me hubiera dicho el mes pasado que iba a pasar voluntariamente una noche entre semana en Itaewon, en un café poético con aspecto de mazmorra, le habría llamado jodidamente loco.
No hacía mierda como esta. Viajar en subterraneo. Comerme la pizza de pie.
Caminar por algún callejón de mala muerte donde puede que me asalten o no. O sentarme en asientos muy incómodos durante horas y escuchar a la gente expresar sus emociones en enérgicas explosiones de palabras que, para ser sincero, a veces me daban ganas de salir corriendo.
Pero cuando miré a TaeMin, cuya atención estaba fija en el último concursante de este certamen de poesía slam, supe exactamente por qué estaba allí.
¿O no?
El pensamiento me provocaba mientras recorría con la mirada al hermoso chico sentado a mi lado. La línea que separaba las apuestas de la realidad se difuminaba más y más cada día que pasaba. Si les hubiera dicho a los chicos que había cerrado el trato con el chico de oro el fin de semana pasado, no estaría aquí sentado preguntándome si tendría que pedir cita con el quiropráctico esta misma semana.
Pero aquí estaba yo, en un café- bar de poca monta y, a pesar de todo, estaba disfrutando.
Lo que planteó la pregunta... ¿Por qué?
El bar era un plus, no me lo había esperado cuando TaeMin había dicho que era un "café" de poesía. Me había imaginado un grupito de creativos soltando rimas y sonetos en una cafetería que me aburriría hasta las lágrimas. Pero me emocioné muchísimo cuando supe que no era así. Este lugar servía alcohol e incluso tenía un DJ.
Pero, aun así, eso no me bastó para considerarlo un buen momento.
Sonó el timbre de los tres minutos, sacándome de mis pensamientos, mientras la última poeta concluía su monólogo y TaeMin empezaba a vitorear y aplaudir junto con el resto del público. Sus ojos estaban brillantes y llenos de emoción, y ahí estaba: la razón exacta de mi buen momento.
Lee TaeMin. ¿Quién demonios lo iba a decir?
Seguro que no lo había visto venir. Pero me estaba haciendo un lío en la cabeza, por no hablar de mi plan de venganza, que al parecer ya me importaba una mierda con la forma en que había estado dejando plantados a mis amigos y esquivando sus llamadas.
O tal vez sólo quería disfrutar de los frutos de mi duro trabajo antes de entregárselo al resto de aquellos buitres. Pero al recorrer con la mirada a TaeMin, la expresión de alegría en su hermoso rostro y su esbelto cuerpo compacto que había tenido bajo el mío el fin de semana pasado, el corazón me latió un poco más fuerte y supe que era mentira.
Maldición.
Esto no estaba bien. Quiero decir, era bueno. TaeMin era bueno, y también lo fueron las conversaciones y las horas que pasé con él. Fue fácil, cómodo y, por primera vez en mi vida, sentí como si la persona con la que me estaba enrollando lo hiciera realmente por mí. No por el prestigio, ni por escalar posiciones, ni por mi dinero.
Me pasé una mano por el cabello, frustrado por el rumbo que tomaban mis pensamientos. ¿Desde cuándo me importaba por qué alguien estaba conmigo? Mientras ambos lo pasáramos bien y consiguiéramos lo que habíamos venido a buscar, ¿qué importaba?
TaeMin me miró, sin duda sintiendo que mi atención se había desviado del escenario.
—Se supone que tienes que verlos. —Sonrió y señaló hacia la parte delantera de la cafetería, donde el siguiente poeta se acercaba para ocupar su sitio.