Cicatrices

164 7 12
                                    

LVIII

Tanto te gustaba mi luz que me la arrebataste...
Esta vez te suelto,
ojalá me hubieras escuchado
cuando te decía que era hora de irme...
Ojalá.

Me lavo las manos;
te di lo mejor de mí y más.
Escuchaste y leíste tantas veces palabras como estas,
pero tu seguridad te hacía creer
que volverías a oírlas el resto de nuestras vidas.

Pero no fui yo
quien convirtió nuestra bandera blanca en púrpura,
no soy yo quien arrancó de nuestro baúl de recuerdos
las palabras que ahora buscas,
los momentos enmarcados en una foto.

Tus manos,
las manos que tantas veces besé,
que toqué y amé,
fueron las mismas que tapaban mi boca,
que marcaban mi alma.
Me pregunté si algo fue real,
me respondí que no.

Que nuestro sentir,
que nuestro amor,
estaba muerto antes de empezar,
y que vivió solo para demostrar que estaba muerto.

Te conocí una noche de invierno,
fría y solitaria
como la noche en que decidiste revelarte.
En una noche así, te suelto.

Tantas veces escuché tus promesas,
tu amor proclamado.
Entonces, demuéstrame,
aunque este sea nuestro fin,
un poco de aquello que decías sentir.

Por si me lees Donde viven las historias. Descúbrelo ahora