Salimos disparados por la puerta trasera, y el mundo parece reducirse a una sola cosa: correr. Las calles se despliegan frente a nosotros como un laberinto, y cada esquina trae una nueva oleada de tensión. Matt lidera la carrera, con el mapa en mente, girando en callejones estrechos y evitando las vías más abiertas, mientras Derek y yo tratamos de mantener su ritmo. A nuestro alrededor, el eco de los gruñidos y los pasos de esas cosas resuena, cada vez más cerca, como si olieran nuestro miedo y el sudor que corre por nuestras frentes.
Matt, en un impulso, se lleva la mano a la pistola y hace un amago de sacarla para disparar. Gritan por la esquina, cada vez más cerca.
—¡No hagas más ruido! —le digo, en un susurro entrecortado, mi voz cargada de urgencia y miedo.
Matt me mira, y aunque sus ojos están llenos de la misma desesperación, asiente y guarda el arma. Lo último que necesitamos es atraer a más de esos seres. Seguimos avanzando, cruzando una calle después de otra, esquivando autos abandonados, bicicletas volcadas, y destellos de lo que solía ser la vida normal.
Los edificios se alzan a cada lado, altos y sombríos, bloqueando el poco sol que queda. Derek, justo detrás de mí, murmura en voz baja:
—Vamos, Tessa, solo un poco más.
Su voz logra empujarme a seguir, a pesar del ardor en mis piernas y de la presión en mis pulmones. Cada vez que giramos, parece que hemos logrado despistar a la horda, pero entonces, los oímos de nuevo, persiguiéndonos como una sombra maldita que no se da por vencida.
De repente, Matt hace una señal hacia una esquina.
—¡Por aquí, rápido! —susurra, señalando hacia un callejón estrecho.
Giramos bruscamente y nos deslizamos entre los muros estrechos de dos edificios. Los gruñidos quedan un poco más lejos, y el corazón me late con tanta fuerza que me cuesta escuchar cualquier otra cosa. Pero apenas cruzamos el callejón, una nueva calle se abre frente a nosotros. Sin embargo, esta es diferente: está llena de coches abandonados en fila, dejando apenas espacio para moverse.
—¡Debajo de los coches! —grita Matt, mirando atrás y apuntando hacia los vehículos.
No dudo ni un segundo. Corremos hacia la fila de autos y me deslizo debajo del primero que encuentro, intentando meterme lo más rápido posible. Matt hace lo mismo a unos metros de distancia, y Derek, detrás de mí, se cuela debajo del mismo coche, pegándose a mi espalda. Mi respiración es pesada y agitada, cada exhalación sacude mi cuerpo, mientras intento acallar el sonido de mi propio miedo.
El sonido de pasos y gruñidos retumba cada vez más cerca. Siento a Derek detrás de mí, su mano firme sobre mi hombro y luego, con suavidad, me cubre la boca.
—Shhh, Tessa —susurra, su aliento cálido en mi oído—. Pasaran de largo. Shhh, nena solo... relájate.
Intento calmar mi respiración, pero el miedo hace que mi cuerpo tiemble. Cierro los ojos con fuerza, buscando algún rincón de paz, mientras los pasos de esas criaturas se hacen más y más audibles. No quiero moverme, y el tacto de Derek detrás de mí me mantiene anclada. Sin decir una palabra, me giro ligeramente, apoyando la cabeza en su pecho y tratando de hallar refugio en ese momento de contacto. Él me rodea con su brazo, como si pudiera protegerme del horror que nos acecha a unos metros.
Pasan los minutos, pero cada segundo se siente eterno. Los gruñidos y pasos siguen ahí, moviéndose de un lado a otro, como si no quisieran dejarnos en paz. Puedo ver los pies de esos seres pasando frente a nosotros, sucios, con movimientos erráticos, golpeando el suelo con desesperación. Cada vez que uno de ellos se acerca más de lo que desearía, cierro los ojos y me aferro un poco más a Derek, que me envuelve con firmeza, intentando calmar mis temblores silenciosos.
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SIN REFUGIO
Science FictionSeattle ha caído en el caos. Un virus mortal ha convertido a los infectados en criaturas violentas, y la ciudad es ahora un campo de batalla. La oficial Tessa Morgan está atrapada en la comisaría junto a su compañero Matt y un peligroso criminal, De...