CAPITULO 20

7 2 2
                                    

El pabellón estaba en silencio, solo roto por el eco de los pasos de quienes montaban guardia en las áreas de entrada. A lo largo de las horas, todos se habían retirado a sus habitaciones, obedeciendo el toque de queda que Jack había impuesto para mantener el orden. En la planta baja, entre un grupo de sofás desgastados y mesas apiladas, Jack estaba reunido con algunos de sus hombres más cercanos.

—¿No temes que Derek haga de las suyas? —preguntó uno de ellos, un tipo robusto llamado Kevin, quien observaba con el ceño fruncido.

Jack se inclinó hacia adelante, la luz tenue proyectando sombras en su rostro, y dejó escapar una sonrisa sarcástica.

—¿Derek? —rió suavemente—. Claro que es peligroso. Pero prefiero tenerlo aquí, donde puedo controlarlo, a que ande por ahí, fuera de mi alcance.

Otro de los hombres, un joven nervioso con las manos cruzadas, intervino.

—Con el respeto, Jack... ¿no es arriesgado tener a un tipo así tan cerca? Sabemos que es leal solo a sí mismo.

Jack se encogió de hombros, restándole importancia.

—Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca, ¿no? —respondió, mirándolos uno a uno—. Derek no tiene adónde ir, y él lo sabe. Puede odiarme todo lo que quiera, pero necesita lo que yo le ofrezco: refugio, suministros, y hombres para luchar si lo necesita. Mientras él esté aquí, es un aliado. Y mientras sea útil, lo será para todos nosotros.

Kevin frunció el ceño, sin convencerse del todo.

—Espero que tengas razón, Jack. Solo te digo que no me fiaría de él. Es mejor estar prevenido.

Jack asintió, pero la sonrisa no abandonó sus labios.

—Créeme, Kevin. Estoy muy prevenido. Cualquier movimiento sospechoso, y será el último que haga. Pero por ahora, Derek se queda. Y nosotros vigilamos.

En otro extremo del pabellón, en una de las habitaciones apartadas, Tessa se encontraba sentada junto a Matt en el borde de una estrecha cama. La luz era tenue, y el silencio envolvía la habitación, a excepción de los murmullos lejanos y del eco de alguna puerta al cerrarse en la distancia. Estaban esperando que todos en el pabellón cayeran en el sueño profundo, que las luces se apagaran por completo y pudieran llevar a cabo su plan sin levantar sospechas.

Tessa estaba inquieta, con la mente en mil lugares a la vez. El plan de escape era lo primordial, claro, pero una escena en particular seguía asaltando sus pensamientos y acelerando su pulso: el beso con Derek. Aún sentía la presión de sus manos, la intensidad con la que él la había sujetado, y el deseo descontrolado que había despertado en ella.

Ese beso... había sido diferente, tan real y crudo. Había algo en él que le hablaba directamente a su instinto, a una parte de sí misma que no reconocía del todo. A diferencia del beso que compartió con Matt, que había sido dulce y hasta incierto, el de Derek fue voraz, eléctrico, como si él supiera exactamente cómo hacer que cada fibra de su ser respondiera. La calidez de su cuerpo, el roce de sus labios fuertes... Tessa sentía un cosquilleo en su piel solo al recordarlo.

Matt, a su lado, rompió el silencio y la devolvió a la realidad.

—Tessa, ¿estás bien? —le preguntó, observándola con una preocupación sincera—. Pareces un poco... distante.

Tessa se giró hacia él y le dedicó una sonrisa nerviosa.

—Sí... solo estaba pensando —respondió, intentando apartar los pensamientos sobre Derek de su mente—. Todo esto... el plan, salir de aquí... No puedo quitarme la ansiedad.

SIN REFUGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora