CAPITULO 22

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Mientras los chicos siguen discutiendo la mejor ruta hacia el hospital, me desplomo en el sofá con un suspiro y me pongo a mordisquear la barrita de proteína que Sara me ha dado. Ella se sienta a mi lado, ofreciéndome una sonrisa amistosa. A pesar de conocerla solo de un día, tiene una calidez que me hace sentir como si la hubiera conocido toda la vida.

Sara es guapísima, con una melena rubia que le cae en suaves ondas y unos ojos azules que parecen siempre alegres, incluso en esta situación. Sus rasgos finos y su sonrisa contagiosa la hacen destacar, y no puedo evitar pensar en lo bien que encaja en cualquier grupo con esa energía positiva que tiene.

—No puedo aguantarlo más —me dice de repente, con un tono de confesión—. ¿Matt y tú estáis juntos?

Me atraganto con la barrita y comienzo a toser. —¿¡Qué!? No, ¡qué va! —consigo responder cuando recupero el aliento.

Sara me observa con una sonrisa traviesa. —¿Segura? Te mira como un enamorado.

Ruedo los ojos, disimulando el rubor que amenaza con subir a mis mejillas. —No, de verdad. Matt es solo un amigo, nada más.

Intentando desviar la conversación, le pregunto en broma: —¿Por qué lo preguntas? ¿Te gusta a ti?

Sara suelta una risa y niega con la cabeza. —¡No! Para nada. Hay otra persona que me gusta...

—¿Nick? —le pregunto, sabiendo que se llevan bien.

Ella se ríe aún más fuerte y sacude la cabeza. —¡Qué va! Nick y yo somos como hermanos, nos conocemos desde bebés. Me gusta... Derek.

Me quedo mirándola, con los ojos bien abiertos, tratando de disimular mi sorpresa. ¿Derek? Al instante, mis ojos vuelven a posarse en él. Está inclinado sobre el mapa junto a Matt y Nick, con su camiseta de manga corta que marca sus brazos fuertes y tatuados, el semblante serio mientras discute las opciones de ruta. Sexy como siempre. ¿Cómo no le iba a gustar a alguien como Sara?

Ella se inclina hacia mí y susurra con una sonrisa nostálgica. —Nos acostamos una vez, y fue... maravilloso.

Esta vez, me atraganto de verdad. Comienzo a toser mientras Sara me da golpes en la espalda, y todos voltean a mirarme. Matt se acerca con preocupación.

—¿Estás bien? —pregunta, entrecerrando los ojos.

—Sí, sí... perdón. Solo me he atragantado —respondo, tratando de no hacer contacto visual con Derek mientras me recupero. Cuando todos vuelven a lo suyo, el comentario de Sara sigue rondando en mi cabeza, incomodándome más de lo que esperaba.

Para romper la tensión y disimular mi malestar, me giro hacia ella y le digo con una sonrisa de complicidad: —Pues ya te digo, yo llevo casi año y medio sin... follar. Ni siquiera me acuerdo de lo que es eso.

Sara se ríe, y, como si realmente fuéramos amigas de toda la vida, comenzamos a bromear sobre lo que sería encontrar algo de normalidad en medio de esta locura. La verdad es que agradezco su compañía, esa pequeña burbuja de cotilleo y risas en un mundo que se ha vuelto gris y peligroso. Durante unos minutos, parecemos dos amigas hablando de dramas y relaciones, como si estuviéramos en el trabajo o en un bar y no en medio de una pesadilla apocalíptica.

Ya casi es la hora de salir, y mientras terminamos de empacar nuestras cosas, escucho unos pasos suaves en la escalera. Max, uno de los adolescentes que habíamos conocido en el instituto, se acerca con cautela. Derek lo nota primero y le lanza una mirada inquisitiva.

—¿Qué haces aquí, chaval? —le pregunta Derek con voz baja pero firme.

Me acerco para escuchar mejor, y entonces Max, en voz temblorosa pero decidida, nos dice:

SIN REFUGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora