—Sara... es la quinta vez que me preguntas en media hora. No ha venido aún.
—Lo siento, es que... estoy preocupada —me dice, sin poder ocultar la ansiedad en su voz.
Sara suspira al otro lado del walkie.
—En cuanto llegue, te aviso. Tranquila, ¿vale?
-Esta bien.
Cierra la conexión, y yo me quedo allí, escuchando el eco del silencio en el edificio. Han pasado casi catorce horas desde que Derek se fue, y la incertidumbre se ha convertido en una especie de peso en el pecho que apenas me deja respirar. Me prometió que volvería, pero cada minuto que pasa hace que sea más difícil confiar en esa promesa.
Max, que ha estado sentado cerca de mí, me acerca una pequeña bolsa de papas fritas, tendiéndomela en silencio.
—Come algo, Tessa.
—No tengo hambre, Max —le digo, apartando la mirada.
—Tessa... tienes que comer. Llevamos muchas horas aquí y no has probado nada de comida ni agua —insiste, su voz cargada de preocupación genuina.
Niego lentamente, porque realmente no tengo hambre; tengo el estómago hecho un nudo. La imagen de Derek alejándose, sabiendo que hizo eso para salvarnos, me atormenta. Si le pasa algo... no puedo evitar pensar que será mi culpa.
Max se acerca y, con una expresión de calma que no parece propia de su edad, me da una pequeña palmada en el hombro.
—Volverá, ya lo verás. Y cuando lo haga, tendremos que salir a buscar a los demás. Necesitas fuerzas para eso, Tessa.
Su optimismo me saca una sonrisa, y, al final, acepto la bolsa de papas. Mientras mastico lentamente, lo observo con gratitud. Max es solo un chico de dieciséis años, casi un niño, pero en estos días ha demostrado más valentía de la que se esperaría. Su cabello oscuro cae desordenado sobre sus cejas, y sus ojos reflejan una mezcla de inocencia y determinación. Es delgado, pero su postura muestra que está dispuesto a enfrentar lo que sea necesario.
Mientras compartimos este silencio, algo en su entereza me da fuerzas para seguir.
Max se sienta a mi lado, en silencio, y me observa mientras como las patatas. Aunque intento concentrarme en cada mordisco, es imposible no notar su mirada fija en mí.
—¿Qué pasa? —pregunto, levantando una ceja con una leve sonrisa.
—Nada... solo que no te ves como una policía. —Se encoge de hombros, con una media sonrisa—. Me imaginaba que serían más... no sé, como en las películas. Todos serios, sin ninguna pizca de miedo.
Durante estas horas de espera, habíamos hablado un poco, y decidí contarle a Max que soy policía. Tarde o temprano, Nick y Sara se enterarán, y, siendo sinceros, tampoco es que importe mucho que yo sea policía en este momento; aquí, en medio de este caos, mi placa no significa nada. No tengo la autoridad ni los recursos para proteger a nadie como lo haría en condiciones normales. Somos supervivientes, simplemente, y el hecho de que yo sea policía ahora es solo un dato más en una historia llena de incertidumbre y lucha por seguir adelante.
Me río suavemente, el sonido resonando en el silencio opresivo del lugar.
—Bueno, siento decepcionarte. —Le doy un empujón en el hombro—. Ser valiente no significa no tener miedo. El miedo... es lo que nos mantiene vivos. Aunque a veces, como ahora, preferiría no sentir nada.
Max asiente, mirándome con una mezcla de respeto y curiosidad.
—Entonces... ¿cómo terminaste siendo policía?
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SIN REFUGIO
FantascienzaSeattle ha caído en el caos. Un virus mortal ha convertido a los infectados en criaturas violentas, y la ciudad es ahora un campo de batalla. La oficial Tessa Morgan está atrapada en la comisaría junto a su compañero Matt y un peligroso criminal, De...