CAPITULO 28

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El grupo entró en la sala como una corriente lenta y pesada. El aire era denso, cargado de un hedor metálico que mezclaba sangre, miedo y desesperación. Sara fue la primera en reaccionar, llevándose una mano a la boca mientras sus ojos recorrían la escena. Todo estaba lleno de cadáveres, al menos una veintena, cuerpos apilados en diferentes posiciones, como si la vida los hubiera abandonado de golpe, sin ninguna misericordia.

Nick soltó una maldición apenas audible, y Max simplemente se quedó congelado, incapaz de procesar lo que estaba viendo. Derek tensó la mandíbula, y su mirada, afilada como una cuchilla, escaneó cada rincón de la sala. Pero lo que los destrozó a todos fue Tessa. Allí estaba, en el suelo, abrazada al cuerpo inmóvil de su hermana. Su llanto resonaba en la sala, un grito silencioso que hablaba de un dolor más profundo que cualquier palabra.

Matt dio un paso adelante, sus piernas temblaban como si cada paso pesara una tonelada. Observó a Tessa en el suelo, destrozada, y sintió una punzada en el pecho. No sabía qué hacer, qué decir, cómo consolarla. Lara... esa niña que siempre bromeaba con él, que decía que Matt era su novio porque "era guapo como un príncipe". Su voz aguda y su risa estaban grabadas en su memoria. Había sido como una hermana pequeña para él. Verla ahora, fría, inmóvil, era insoportable.

Se sentó a su lado en el suelo, sin importarle la sangre o la suciedad. Las lágrimas cayeron por su rostro, silenciosas pero constantes. Lentamente, rodeó a Tessa con sus brazos y la abrazó, compartiendo su dolor, su impotencia. No había palabras, solo lágrimas y el peso abrumador de la pérdida.

Nick miró la escena con los puños cerrados, y su voz finalmente rompió el silencio:
—Hijo de la gran puta...

Max, que se había girado hacia Nick con un gesto de confusión, preguntó, apenas con un hilo de voz:
—¿Sabéis quién ha sido?

Sara, que aún observaba a Tessa y Matt en el suelo, habló con un tono firme pero suave:
—Salgamos de aquí. Hablamos fuera.

La voz de Sara fue como un ancla, recordándoles que no podían derrumbarse, no todavía. Derek permaneció inmóvil un momento más, mirando la escena con el rostro endurecido. Luego, se giró y salió de la sala, caminando con pasos pesados hacia donde Henry seguía en el suelo.

Derek se acercó al hombre tirado en el suelo, con la respiración entrecortada por el dolor. No había compasión en su mirada, solo rabia y una determinación fría. Se agachó frente a él y habló con voz baja, cargada de veneno:
—¿Quién ha sido?

Henry, debilitado, intentó moverse, pero Derek le puso una mano en el hombro, obligándolo a quedarse quieto.


—No lo sé —dijo, jadeando.

Derek apretó con fuerza la herida de Henry, arrancándole un grito.
—¿Quién ha sido?

—¡No lo sé! —gritó Henry, desesperado—. ¡Te lo juro! Venían preguntando por ti...

-¿Uno de ellos tenía una cicatriz en la ceja...?-La mención de la cicatriz hizo que Derek tensara aún más la mandíbula. Ya lo sabía, pero necesitaba oírlo de boca de ese cabrón.

Henry asintió débilmente, y Derek no necesitó más confirmación. En un movimiento rápido, sacó su navaja y se la clavó en el corazón. Henry no tuvo tiempo de gritar; su cuerpo se desplomó en el suelo mientras Derek se levantaba, limpiando la sangre de su hoja con un trapo viejo.

Ese hombre los traicionó y los abandonó a su suerte. No merecía vivir.

Derek regresó a la sala. La imagen de Tessa y Matt abrazados al cuerpo de Lara le perforó el alma. Jack había hecho esto. Ese malnacido siempre había sido un psicópata, pero esto era demasiado. Nunca habían sido amigos, ni siquiera aliados cercanos, pero Derek había tolerado su presencia porque tomaba decisiones en la banda. Ahora, ese error pesaba como una losa.

SIN REFUGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora