CAPITULO 2

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TESSA

Llegamos a la comisaría con el detenido, que aún murmuraba incoherencias mientras lo conducíamos a una de las celdas. Matt, siempre tranquilo y con esa expresión serena, lo empujó suavemente hacia el interior, cerrando la reja con un clic firme.

—"Si necesitas algo, solo grita," le dijo Matt en tono neutro, aunque sus ojos se mantuvieron fríos. El hombre nos lanzó una mirada de desesperación antes de desplomarse en el banco de la celda.

De regreso en la oficina, Matt se estiró y lanzó un largo suspiro. Era alto y fuerte, con cabello castaño claro y una barba incipiente que siempre parecía estar entre el "debo afeitarme" y el "mejor la dejo crecer". Llevábamos juntos desde la academia y siempre me había parecido un apoyo sólido, aunque su lado protector a veces me sacaba de quicio. Es mi mejor amigo en este momento.

—"Voy a pedirle esos días libres al jefe ahora mismo," dijo, masajeándose el cuello con una mueca de cansancio.

Asentí, concentrándome en los formularios que tenía que llenar. Me senté a mi mesa y, con el bolígrafo en la mano, traté de ignorar la tensión latente en el aire. De algún modo, volver a la rutina del papeleo tenía algo tranquilizador, como si el caos fuera un problema ajeno a las paredes de esta comisaría.

Justo cuando revisaba los datos de la detención, mi teléfono comenzó a sonar. Al ver el nombre de mi madre en la pantalla, suspiré y me incliné hacia atrás, preparándome para lo que sabía que vendría.

—"Mamá, sabes que no puedo hablar, estoy trabajando," dije, tratando de sonar firme.

—"Cariño, escucha," empezó, su voz cargada de urgencia. "Acabo de comprar unos billetes a Bainbridge Island. Me voy hoy mismo."

Rodé los ojos y dejé escapar un suspiro.

—"¿Bainbridge Island? Mamá, no es para tanto," respondí, intentando que no notara mi frustración.

—"Quiero que vengas conmigo y con papá," insistió ella, casi suplicante. Podía imaginarla de pie en la sala de la casa, con el teléfono pegado a la oreja y los ojos llenos de preocupación.

—"Mamá, no puedo marcharme ahora... tengo trabajo," repliqué, sintiendo cómo la paciencia se me escapaba.

—"Tu hermana está en el hospital. No me dejan llevarla. Quiero que pases por allí y me la traigas," dijo con voz entrecortada.

—"Mamá..." suspiré, tratando de mantener la calma. "No es así de fácil. Soy policía, sí, pero no puedo sacar a Lara del hospital como si nada."

—"Tessa, por favor," rogó ella, y noté el temblor en su voz. "Eres su hermana, haz algo. No quiero dejarla aquí si la situación empeora."

Apreté el puente de mi nariz, intentando calmar la frustración creciente. —"Mamá, relájate, ¿vale? ¿A qué viene tanta histeria?"

—"¿No estás viendo las noticias, Tessa? Esto no es normal. Cada día hay más casos. ¡La gente está perdiendo la cabeza!"

—"Mamá, te juro que todo estará bien. Lo que sea que esté pasando, lo controlarán."

—"¿Y si no? Mira, solo... quiero que estés segura. Esto no es como las otras veces, Tessa."

—"Voy a llamar al hospital y ver cómo está Lara. Pero no me voy a ir ahora. Hablamos después," dije, terminando la llamada antes de que pudiera insistir más.

Justo cuando colgué, escuché la voz de la radio en la comisaría, con el presentador informando en su tono monótono:

"Los casos de infecciones continúan aumentando en toda la ciudad, con síntomas como agresividad extrema y fiebre alta. Las autoridades piden cautela y paciencia mientras investigan este brote inusual."

SIN REFUGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora