CAPITULO 17

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Nos acercamos al pabellón, un edificio grande y robusto que se eleva frente a nosotros, rodeado de una alta valla metálica con señales de desgaste y óxido. Derek se detiene frente a la reja y echa un vistazo a las estructuras alrededor con una sonrisa satisfecha.

—Aquí estarán mis hombres. Estos pabellones son muy seguros... Si tuviera que protegerme, aquí es donde me metería —dice con tono de seguridad.

Matt, algo escéptico, observa el edificio. —Parece que está desierto.

Derek suelta una risa suave. —Esa es la clave.

Saltamos la valla uno a uno. El metal oxidado cruje bajo nuestro peso, y el sonido me hace estremecer; en este mundo, cualquier ruido extra puede significar peligro. Primero salta Matt, quien aterriza con un leve golpe y rápidamente se asegura de que el camino esté despejado. Luego me toca a mí. Con un suspiro bajo y una mirada a Derek, impulso mi cuerpo y cruzo al otro lado. Al aterrizar, veo cómo Derek cruza con facilidad, mostrando una familiaridad con el lugar que a mí me resulta inquietante.

Avanzamos hasta la entrada del pabellón, un edificio que parece haber sido seguro en algún momento, pero que ahora tiene un aire de fortaleza improvisada. Me pregunto cómo vamos a entrar, pues la puerta está cerrada y las ventanas parecen reforzadas.

—¿Y cómo piensas que entraremos? —le susurro a Derek, quien se limita a sonreír con suficiencia mientras saca un llavero y balancea las llaves frente a mis ojos.

—Nena, ¿te olvidas de que esto es mío? —dice con ese tono provocador que me pone los nervios de punta, mientras inserta la llave y abre la puerta con un suave clic.

Entramos y, de inmediato, el lugar cobra vida con ruidos de alarma. Botellas de plástico caen al suelo, y unas campanas ocultas comienzan a sonar, inundando el lugar de eco. Me sobresalto, y apenas un segundo después, escuchamos voces de alerta desde el interior.

—¡Han entrado! ¡Atentos! —grita un hombre, y de repente, un grupo de unos diez hombres se nos acerca con armas levantadas, apuntándonos con desconfianza. Nos ordenan levantar las manos, y lo hacemos.

—Jack, hermano, soy yo —dice Derek con una sonrisa de suficiencia, sin un atisbo de miedo. Pero los hombres no bajan sus armas de inmediato; nos observan con ojos fríos, evaluando nuestra presencia con desconfianza.

Uno de ellos, que parece ser el líder, baja lentamente su arma al reconocerlo. Su rostro pasa de la sorpresa a una sonrisa irónica.

—Vaya, vaya... Derek. ¿Pensé que te habrías quedado en el otro lado de la ciudad? —dice el hombre con una mezcla de burla y resentimiento. Su nombre es Jack, y puedo ver la tensión palpable entre ellos.

Derek, sin perder la compostura, responde con la misma burla. —¿De verdad pensaste que algo como esto iba a detenerme?

Siento la tensión aumentar en el aire. Matt me susurra al oído, con cautela. —¿Notas eso?

Asiento apenas, respondiendo en un murmullo. —Sí, algo aquí no va bien. Estos dos no parecen amigos precisamente.

Derek nos presenta entonces, señalándonos con la barbilla mientras dice: —Son Tessa y Matt, unos... supervivientes.

No dice que somos policías, y tiene sentido. La situación es demasiado volátil, y revelar nuestra identidad podría ser peligroso. Matt y yo solo asentimos, intentando parecer lo más neutrales posible, mientras Jack nos observa con la misma desconfianza.

—Bueno, bueno. Bienvenidos, Tessa y Matt —dice Jack con un tono que no logra ocultar del todo el desprecio—. A ver si pueden mantenerse vivos con Derek a su lado.

Derek le lanza una mirada que podría matar. —No los subestimes, Jack. Ellos pueden manejarse muy bien en situaciones difíciles.

Jack levanta una ceja, y una sonrisa sarcástica aparece en su rostro. —¿Sí? Ya veremos.

Nos revisan de pies a cabeza, buscando cualquier señal de mordeduras o arañazos. Uno de los hombres nos empuja un poco más fuerte de lo necesario, y cuando estoy a punto de protestar, Matt me detiene con una leve mirada, recordándome que es mejor mantener la calma.

—Organizaste bien el lugar —dice Derek, mirando alrededor mientras intenta suavizar la tensión—. Se nota que te has esforzado en hacer de este sitio un refugio seguro.

Jack se ríe, pero el sonido es frío. —Sí, alguien tenía que encargarse mientras tú estabas... ocupado.

Otro hombre se acerca en ese momento y llama a Derek con respeto. —¡Jefe! —dice, pero Jack también responde con un "¿sí?" en el mismo instante.

Ambos se quedan mirando fijamente, y en sus ojos veo un desafío silencioso. Por fin entiendo: Derek era el líder hasta que la ciudad se sumió en el caos, y ahora Jack ha tomado el mando. Esa mirada de rabia en los ojos de Jack, ese sutil resentimiento, cobra sentido.

Un tercer hombre interrumpe el momento incómodo, informando sobre la logística de los próximos movimientos.

—Ya hemos asegurado el camino al centro comercial Olympia. Podemos ir en unos días; seguramente habrá suministros, medicamentos y agua.

Jack asiente, con la postura de quien tiene el control. —Perfecto, llena el depósito de la camioneta. Saldremos en unos días —ordena con firmeza.

Derek se ríe entre dientes, sin poder evitar lanzar una pulla. —¿Así que ahora eres el jefe, Jack?

—Parece que alguien tenía que tomar las riendas, Derek. Tú no estabas aquí para hacer el trabajo —replica Jack, manteniendo una sonrisa helada en su rostro.

Derek aprieta los puños, pero mantiene la compostura. —No estuve aquí porque estaba cruzando toda la maldita ciudad para llegar a ustedes, Jack. A veces el trabajo de líder no es quedarse en la comodidad de un refugio.

En ese momento Jack no dice nada y nos enseña el pabellon.La tensión es palpable. Me acerco  a Derek, preocupada. —¿Está todo bien? —le pregunto en un susurro.

Derek solo asiente, su mirada fija en Jack. Pero sé que esto lo está afectando más de lo que quiere admitir. Jack se dirige hacia una puerta y hace un gesto para que lo sigamos.

Jack nos enseña la planta baja, que nos impresiona: es un espacio abierto enorme, lleno de sofás, mesas, y estanterías con provisiones. La organización es admirable; hay una zona de comedor, una pequeña cocina improvisada, y otro rincón donde almacenan alimentos y armas. La parte de arriba que antes eran oficinas ahora son las habitaciones.

—Hablemos en mi oficina —dice con voz autoritaria.

Nos lleva al segundo piso, subiendo unas escaleras de metal hasta llegar a una puerta con un cartel oxidado que dice "Oficina". Jack abre la puerta y entra primero, con Derek siguiéndolo de cerca, mientras Matt y yo intercambiamos una mirada de incertidumbre antes de cruzar el umbral.

—¿Tu oficina? —pregunta Derek con una sonrisa sarcástica.

Jack asiente con una sonrisa forzada. —Sí, mi oficina. Ahora las cosas han cambiado, Derek.

Una vez dentro, Jack cierra la puerta y nos invita a sentarnos alrededor de una mesa. No es un ambiente cómodo; el espacio está lleno de papeles y mapas desordenados, como si hubiera sido usado para planear mil estrategias en poco tiempo.

Jack se cruza de brazos y mira a Derek con frialdad. —Vamos a dejar unas cosas claras, Derek. Aquí ahora mando yo.

Derek sonríe con burla y da un paso adelante, agarrando a Jack del cuello. —No te confundas, Jack. Yo he vuelto, y todo esto —señala la oficina y el pabellón—, sigue siendo mío.

Jack se retuerce bajo el agarre, pero su voz no muestra miedo. —Suéltame ahora mismo.

Derek lo mira a los ojos, desafiándolo, sin hacerle caso. En ese momento, varios hombres entran en la oficina. Uno me agarra a mí y otro a Matt, empujándonos con fuerza al suelo, y uno más arrastra a Derek, tirándonos a los tres de rodillas frente a Jack.

Jack se ajusta la ropa, lanzándonos una mirada llena de desprecio.

—Ahora vas a escucharme, Derek. Las cosas aquí han cambiado, hermano.

SIN REFUGIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora