Corríamos entre las calles oscuras y desoladas, con el sonido de las balas resonando a nuestras espaldas. Los hombres de Jack nos perseguían, y el plan que habíamos trazado tan cuidadosamente se había desmoronado. Cada paso era una mezcla de adrenalina y pánico. Esto no era parte del plan, nadie había anticipado que nos seguirían tan rápido ni que nos dispararían sin dudarlo.
Escuchaba la respiración pesada de los demás, cada uno tan concentrado en sobrevivir como yo. A lo lejos, los gritos y órdenes de los hombres de Jack se mezclaban con el eco de nuestros propios pasos y la inevitable oleada de criaturas atraídas por el ruido de los disparos. La ciudad, antes oscura y silenciosa, ahora se llenaba de un caos aterrador.
Giramos por una calle estrecha, y de repente, Derek nos hizo una señal para que nos detuviéramos.
—Esperad... —murmuró, con la respiración entrecortada—. Joder, son unos imbéciles... ¡Van a atraer a todos los seres de la puta ciudad!
Sara, claramente asustada, me miró con ojos aterrorizados y preguntó con voz temblorosa:
—Nos persiguen... ¿Qué hacemos?
Derek miró a su alrededor, buscando opciones, y apretó los dientes con frustración.
—Tenemos que escondernos... —respondió, controlando la desesperación en su voz.
Matt, siempre rápido para pensar bajo presión, asintió y nos miró con determinación.
—Se me ocurre un lugar donde podemos escondernos. Seguidme.
Sin pensarlo, los cinco corrimos tras él. Matt siempre había tenido una habilidad especial para memorizar los mapas de la ciudad, y ahora, en medio de este caos, esa habilidad era nuestra mejor esperanza.
Corrimos sin mirar atrás, siguiendo cada giro que Matt indicaba, moviéndonos entre calles estrechas y callejones. Nos llevó hacia un edificio rodeado de una alta valla metálica. Su silueta me resultaba familiar, con sus ventanas rotas y el logotipo desgastado en la entrada.
—Es... ¿un instituto? —pregunté, sin aliento.
Matt asintió, con una chispa de nostalgia en la mirada.
—Sí, aquí estudié. —Sonrió apenas, sin detenerse—. Por aquí solía escaparme...
Apartó unos arbustos en uno de los lados de la valla, revelando un pequeño hueco que parecía apenas lo suficientemente ancho para que pasara una persona. Sin dudarlo, me lancé primera por el espacio y logré pasar, raspándome el brazo en el proceso, pero ignoré el dolor. Uno a uno, fuimos colándonos al otro lado de la valla, mientras Matt nos apuraba con la mirada, escuchando cada vez más cerca los pasos y gritos de los hombres de Jack.
Al entrar al instituto, la atmósfera era inquietantemente tranquila. El edificio estaba en perfectas condiciones, como si el caos de afuera no hubiese tocado ni una sola pared. Las luces apagadas y el silencio envolvente creaban una sensación de aislamiento. Las ventanas estaban impecables, sin rastros de polvo ni roturas, y los pasillos se veían organizados, cada cosa en su lugar. Era como si el tiempo se hubiera detenido en aquel lugar, como si allí no hubiese un alma desde que comenzó el desastre.
Matt cerró la puerta suavemente tras nosotros, y todos conteníamos la respiración, escuchando el sonido de nuestros propios latidos. Afuera, los hombres de Jack aún se oían en la distancia, sus voces mezcladas con el eco de los gruñidos de las criaturas que habían atraído. Sentíamos el peligro acercarse cada vez más, y cada segundo que pasaba hacía más evidente el riesgo que estábamos corriendo.
—. Aquí nadie nos va a encontrar... si nos mantenemos en silencio.
El aire parecía helarse en los pasillos, y por un instante, el eco de nuestros pasos y el crujido suave del suelo bajo nuestro peso eran lo único que rompía aquel silencio sepulcral.
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SIN REFUGIO
Science-FictionSeattle ha caído en el caos. Un virus mortal ha convertido a los infectados en criaturas violentas, y la ciudad es ahora un campo de batalla. La oficial Tessa Morgan está atrapada en la comisaría junto a su compañero Matt y un peligroso criminal, De...