Prólogo

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Aún recuerdo aquel día de verano en el que todo cambió. Aquel día en el que las traiciones me superaron, y terminaron por romperme del todo.

Después de unas cuantas horas de vuelo, llegué a mi casa. Seattle. En el aeropuerto estaban mis padres y mi hermano Ashton, con una gran pancarta en la que se podía leer: "Bienvenida pequeña".

Esa tarde fingí sonrisas para todos, y no dejé ver que me estaba rompiendo en pedazos por dentro.

Hanna, Val y Anna me preguntaron por qué Dean no había ido al aeropuerto. Me inventé una excusa. No podía dejarles saber lo que estaba pasando.

Cuando por fin después de un agotador día me quedé sola en mi habitación, me fui a la ducha.

Y lloré. Lloré hasta que mis ojos estuvieron rojos e hinchados, mi garganta fastidiada, y hasta que las lágrimas dejaron de salir.

Y después de eso, me juré a mi misma que nadie volvería a jugar conmigo como lo habían hecho este último año.

Y a partir de ahí, todo cambió.

**************

Apenas una semana después de mi llegada, empecé la universidad.

Al contrario de lo que había planeado con las chicas (ir a una universidad cercana todas juntas), terminé yendo a una que estaba a una hora en coche, y sin ninguna de ellas.

Se molestaron, pero no me importó.

Los meses pasaban, y realmente no tenía ningún amigo, aunque tampoco los quería.

Me sentaba atrás, en la última fila, y solo cogía apuntes y estaba callada. No hablaba con nadie.

Mis padres, al darse cuenta de que la universidad estaba demasiado lejos como para llevarme todos los días, terminaron por alquilarme un pequeño apartamento que quedaba a apenas diez minutos en coche de ella, unos veinte andando.

Y el irme de mi casa, terminó por romper todo aún más.

Perdí el contacto con las chicas, no porque ellas no intentaran hablar conmigo y verme, sino porque yo ya no quería. No podía perder a más gente en mi vida, y la única forma de evitar eso era no tener a nadie.

Apenas llamaba a mis padres, una vez por semana, como mucho dos. Y siempre que me decían que fuera a visitarles, ponía la excusa de que tenía mucho que estudiar.

Me dolía hacerles eso, porque se que ellos sufrían. Pero era por mi misma.

Pali me mandaba mensajes todos los días, mensajes que yo ignoraba. Realmente, nunca se cansó de hacerlo, y a mi me pareció bien.

Y así, lentamente, fui cambiando. Ya no reía, ya no hacía locuras, ya no era extrovertida. Apenas lloraba por nada. Incluso perdí mi amor por las galletas, que tanto me recordaban a ese estúpido sitio en el que alguna vez pasé un verano.

Y pasé a convertirme en lo que soy ahora, una chica fría, distante y desconfiada.

Es cierto que de vez en cuando me encontraba a mi misma con los ojos aguados pensando en aquel chico de ojos azules. Y otras tantas veces en mi "mejor amigo".

Pero intentaba afrontar las cosas como podía.

Ahora, más de dos años después de aquel fantástico y fatídico verano, todo sigue igual.

Vivo sola, en mi pequeño apartamento, apartada de la gente. Mi único apoyo es mi hermano.

Y no se por qué, esta mañana desperté con la sensación de que todo en mi vida está a punto de cambiar.

Cuando El Otoño LlegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora