Capitulo 23: ¿Imaginación?

826 70 2
                                    

Apenas tardo un segundo en empezar a gritar llamando a un médico. Una enfermera aparece por la puerta corriendo.

-¿Qué ha pasado? -pregunta, temiéndose algo de gravedad.

-Ha movido la mano, estoy segura -digo con una sonrisa y agarrando la mano de Travis entre las mías.

-Llamaré a un médico -dice desapareciendo por la puerta.

Me agacho de nuevo junto a mi vecino, apenas pudiendo contener la alegría. Ha movido la mano. Él va a despertar.

El doctor que se encarga de Travis aparece por la puerta, aunque a diferencia de la enfermera, él parece bastante relajado.

-Buenos días, Madison -dice sonriendome amablemente.

-Buenos días, doctor.

Intento calmar mi nerviosismo. A veces desearía que este médico fuera mucho menos... Calmado. Sería más fácil si se diera prisa en hacer lo que quiera que tenga que hacer. Dios mío... Necesito calmarme. Y beber menos café, eso de seguro me ayudaría.

Se acerca hasta Travis y empieza a revisar los aparatos que tiene y a hacer cosas de médicos que no entiendo (mucha suerte que no estudio medicina). Aparecen otras tres enfermeras y, finalmente, me obliga a salir de allí.

Por el pasillo se acerca la señora Jefferson rápidamente, despeinada y con aspecto de haber salido de casa corriendo.

-Madison, ¿qué ha pasado? -pregunta jadeando, intentando recolocarse.

-Yo... Le estaba cogiendo de la mano, y él... ¡Él me dió un apretón señora Jefferson! -exclamo emocionada, incapaz de quedarme quieta en mi sitio.

-¿De verdad? -veo como los ojos de la dulce anciana se iluminan, con un brillo que solo vi aquella vez que Travis me llevó a su restaurante.

-Si. Estoy segura de que va a despertar.

Nos quedamos ahí, solas, en ese pasillo, esperando respuestas, por lo que parece más de una eternidad. Me recuerda al día que esperábamos noticias sobre si mi vecino sobreviviría, solo que esta vez, es distinto.

Él va a despertar. Seguro... Tiene que hacerlo.

Cuando el médico sale, la mujer a mi lado y yo vamos corriendo hacia él, solo queriendo una maldita respuesta de una vez.

-¿Va a despertar, doctor? -pregunta la señora Jefferson, cogiendole de las manos.

-Lamento darles malas noticias. No hemos visto ningún cambio en él, ningún indicio de mejora.

-Pero eso no es posible... Él... Apretó mi mano... -murmuro mirando al suelo.

-Se lo habrá imaginado, señorita. Es algo normal, usted desea que él despierte... -empieza a decir el médico, pero no puedo dejar que termine de hablar.

-¡No me lo he imaginado! ¡Es verdad! -exclamo, sobresaltado a algunas personas que están también en el pasillo.

-Madison, ven... -la señora Jefferson me agarra del brazo y me lleva lejos.- Deberías irte a casa cariño. Y mañana mejor no vengas, necesitas descansar. Te avisaré si cambia algo.

-¿Usted me cree? -le digo, al borde de las lágrimas.

-Yo... -veo como duda.

Está bien, me han declarado como una loca. Pero yo estoy segura de que no me lo imaginé. Él sabe que le necesito e intenta volver...

-Madison, vete a casa.

No intento discutir. Camino despacio fuera del hospital, y tomo el autobús hasta llegar a nuestro edificio.

Si antes pensaba que estaba sola, ahora es peor. Me siento horrible mientras subo por el ascensor, y me empieza a costar respirar. Me duele que no me crean, que piensen que me lo he imaginado.

Entro en casa y voy hasta la cocina, de donde saco un pequeño bote con pastillas que tenía guardado desde hace mucho. Tomo una y lo vuelvo a cerrar.

Hacia mucho que no las usaba. Me las recetó el médico tras el accidente de Danielle; para ayudarme a calmarme durante mis frecuentes ataques de ansiedad, justo como el que estoy teniendo ahora mismo.

Paso el resto del día tirada en la cama con los cascos puestos. Tengo los ojos hinchados de ciertas veces que me he puesto a llorar. También me he quedado dormida alguna vez.

Creo que antes no sabía lo que era la soledad. Cuando murió mi hermana, tenía a mis padres y a mis amigas; cuando volví de Miami tenía a mi familia y después a mi vecino. ¿Ahora? Ahora no me queda nadie.

El timbre suena, sin embargo, me quedo donde estoy. No quiero ver a nadie, a no ser que sea el medico para decirme que yo tenía razón.

De todas formas, la puerta de casa se abre. Subo el volumen de la música aún más fuerte, hasta que es lo único que oigo. Titanium resuena por mis oídos.

Alguien me toca la mejilla, pero me niego a abrir los ojos. No necesito la compasión de nadie. Necesito a mi amigo aquí, conmigo.

La música deja de sonar de golpe. Me incorporo, enfadada, y miro a Dean, que está de pie con mi móvil.

-¿Qué narices haces? -digo, o, más bien, gruño.

Es como si, de repente, toda la tristeza y la soledad que sentía se hubieran transformado en ira. No solo contra el chico que está en frente de mi, pero él está delante molestandome.

-No puedes seguir así. Llevas dos meses encerrada entre tu cuarto y el hospital, tienes que pasar página, superarlo.

Bum. Eso es lo que parece que suena en mi cabeza cuando le oigo pronunciar esas palabras.

-Lárgate -me controlo lo suficiente como para solo decir eso y después darme la vuelta.

-¿Y qué vas a hacer tú? ¿Quedarte llorando hasta que se despierte? -pregunta con un tono irónico- Ni siquiera sabes si va a despertar.

Me levanto de golpe, y me acerco a él hasta que mi nariz casi roza su barbilla. Le señalo amenazante con mi dedo índice mientras hablo.

-Él va a despertar. No te atrevas a insinuar lo contrario.

-Esto te está comiendo la cabeza Maddy, ¿no lo ves?

Me alejo de él, mirandolo con el ceño fruncido.

-¿Tu también piensas que estoy inventandolo todo? -le pregunto, dolida.

-Yo solo digo que deberías intentar seguir con tu vida normal -suspira tocandose el pelo.

Y de nuevo, me encuentro envuelta en lágrimas.

-Escuchame una cosa, Dean. No pienso pasar página. El único por el que salí de la mierda en la que estaba metida desde que me engañaste, fue Travis. No me pidas que siga con mi vida porque sin él vuelvo a estar hundida, él es el único que no me ha fallado cuando todos lo hacíais. No me pidas que siga, de verdad, no lo hagas.

Nos quedamos callados en medio d ela habitación, en la que solo se escuchan mis lágrimas al caer y chocar contra el suelo.

Nos miramos a los ojos, y ahí me doy cuenta de que cada una de mis palabras es ciertas. No puedo seguir adelante sin el idiota de mi vecino. Me limpio las lágrimas e intento calmarme.

-Será mejor que te vayas -digo con la voz rota.

Le acompaño hasta la entrada, pero antes de irse, me obliga a mirarle a los ojos. Ojos que, como siempre, me mantienen enganchada.

-Entonces es cierto -murmura.

-¿A qué te refieres? -pregunto, extrañada.

-Aquel día, que me lo presentaste como tu novio, no me lo creí. Pero viendote ahora... Está claro que sientes algo por él -en su mirada puedo notar que está dolido.

-Fijate, ahora eres tú el que dice bobadas. No siento nada más que amistad hacia Travis, si estás insinuando otra cosa -digo.

-Quizás deberías intentar comprender mejor tus sentimientos.

Se va cerrando con un portazo, y dejandome con todas las palabras en la boca.

Cuando El Otoño LlegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora