Capitulo 3: No es mi día

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Al día siguiente, me levanto temprano, sobresaltada. Miro la hora en el reloj de mi mesilla de noche y de un salto salgo de la cama.

-Mierda, mierda, mierda -digo, pues se me ha hecho demasiado tarde.

Me pongo lo primero que encuentro por el armario (que resultan ser unos leggins negros y una camisa verde), me pongo unas botas con un poco de tacón, sujeto mi pelo en una coleta, me retoco un poco, cojo el abrigo y mi bolso cargado con todos mis libros y salgo de casa.

-Me cago en la leche... -digo mientras espero a que el ascensor llegue hasta la planta baja.

La próxima vez me lo pensaré antes de comprarme un piso es una sexta planta.

Cuando por fín se abren las puertas, salgo corriendo hacia la parada de autobús, justo a tiempo de ver como arranca y se va. Sin mi.

Me siento en el pequeño banquito de la parada y apoyo mi rostro sobre mis manos. No puede ser. Voy a llegar tarde a mi examen (si es que logro llegar).

Adiós carrera. Adiós todo el esfuerzo que he hecho. Me van a suspender. No voy a poder hacer el examen y me van a suspender.

Me planteo salir corriendo, pero es imposible que llegue en menos de un cuarto de hora. Genial, estoy bien jodida.

El sonido de la bocina de un coche me sobrasalta. Miro hacia delante, donde un coche rojo se para frente a mi. El conductor baja la ventanilla y puedo distinguir a Travis sentado frente al volante.

-¿Necesitas que te lleve a algún sitio? -grita haciéndose oír por encima de los ruidos del tráfico.

Sin pensarlo dos veces, salgo corriendo hacia el coche y abro la puerta, cierro y me pongo apresuradamente el cinturón.

-Si consigues llegar a la universidad en menos de diez minutos, me caso contigo -digo mordiendome las uñas mientras Travis pisa a fondo el acelerador.

-Menuda oferta más tentadora -dice con una sonrisa mientras conduce.

Llegamos en tiempo récord hacia la enorme facultad. Hasta me va a sobrar tiempo para llegar a clase.

-Eres mi salvación, muchísimas gracias. Te debo una -le digo al chico mientras salgo del coche.

-No te preocupes, vas a tener que pasar el resto de tu vida a mi lado, esposa -dice guiñandome el ojo.

Sin darme tiempo a reprocharle nada, arranca el coche y se pierde entre las carreteras de Seattle.

Corro a través del campus hasta llegar al aula, en el que ya se encuentran instalados la mayoría de los alumnos.

Camino hasta el fondo, mi sitio habitual, y me siento sacando todo el material necesario, mientras espero a que el profesor aparezca.

Poco después, aparece sin tardar ni un minuto en repartir las hojas con las preguntas.

Cuando la hoja cae sobre mi pupitre, la leo detenidamente.

Empiezo a escribir pregunta tras pregunta, convencida de que me las se. Pero a la cuarta pregunta, mi cabeza se queda en blanco.

Bueno, mas que en blanco, en azul. Y de repente, un enorme nudo se empieza a formar en mi garganta y las ganas de llorar me invaden. Y no se por qué.

<<Vamos Madison, concentrate y haz el examen>> me grita la voz de mis subconsciente.

Vuelvo mi mirada hacia la hoja, pero las palabras se vuelven cada vez mas borrosas. ¿En serio me voy a poner a llorar en medio de un examen?

Soy estúpida. Verdaderamente estúpida.

Cuando El Otoño LlegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora