Capítulo 35: Pesadillas

800 76 16
                                    

Lunes, martes, miércoles, jueves... Los días iban pasando como si de simples palabras se tratasen, y yo me dedicaba a intentar seguirles el ritmo mientras procuraba no tropezarme o perderme por el camino.

Pero la verdad, nada se sentía bien.

Cuando llegaba la noche, acostada en ese incómodo sofá del salón de mi vecino, no podía evitar que unas pocas, rebeldes y silenciosas lágrimas se deslizaran por mi cara como si se la supieran de memoria, y hacían el camino hasta gotear hacia la almohada, o, en otros casos, hasta mis labios.

Travis lo notaba, mis ojos rojos por las mañanas, mis pocas ganas de hablar sobre nada, pero fingía que no lo hacía. No se si sentirme agradecida por ello o dolida.

He ahí la palabra clave: dolor.

Parecía que no podía sentir otra cosa diferente.

Me dolía cada vez que recordaba el accidente de mi casa. Me dolía cada vez que me acordaba de todo lo que no pude haber salvado. Me dolía cuando cerraba los ojos y las pesadillas me inundaban. También dolía no ser capaz de contestar los mensajes de Dean, o de hablar de una forma amigable con las chicas, o sonreír a Travis.

Dolor.

Se empezaba a notar en mi. Las ojeras moradas bajo mis ojos delataban las pocas horas de sueño con las que estaba contando esta semana, pero estaba claro que dormir era peor.

La boda de Ashton se acercaba, y la imagen de Danielle se aparecía cada vez más en mis sueños. Normalmente, mi hermana moría.

Y siempre, siempre, siempre era por mi culpa.

No se cuanto más voy a soportar estar así. Dormir se ha convertido en la peor de las tareas.

-Aquí tienes -dice Travis tendiendome una taza humeante de chocolate caliente.

Aparto la vista del libro de texto, al que realmente no estaba prestando atención y asiento con la cabeza, agradeciendole el gesto. La tomo con las manos y dejo que su calor me invada, aunque no tengo nada de ganas de comer.

-¿Te apetece hacer algo mañana? -pregunta mi amigo, sentándose a mi lado en el sofá.

Niego con la cabeza, sin levantar mi vista de la taza. En verdad, hacer algo es lo último que me apetece. Preferiría quedarme encerrada en casa con mis pensamientos deprimentes. Bueno, no en casa, sino en su casa...

-¿No deberías ir a por algún vestido para la boda? -pregunta.

Cierto. Como muchas otras cosas, quedó destruido tras el incendio.

-No me apetece, Travis -digo con un suspiro, sintiendome peor que antes.

-Está bien.

Se levanta y me mira con una expresión que no soy capaz de entender el todo, aunque me parece distinguir... ¿dolor? ¿Causado por mi? Joder, debería darme cuenta de que Travis acaba de salir del hospital, y yo debería estar feliz, y no amargarle la vida... Pero simplemente, no me sale actuar de otra forma. No tengo energía para intentar fingir que todo está bien.

-Buenas noches.

Besa mi mejilla y se va. Me quedo mirando fijamente el punto por donde ha desaparecido por unos largos cinco minutos. Después, apago la luz y me acomodo en el sofá, preparada para otra larga noche de insomnio.

Solo que no es así, quedo rendida en apenas unos minutos.

Despierto sobresaltada cuando el cuerpo de Danielle empieza a arder dentro del coche mientras yo solo podía estar ahí, inmovilizada, mirandola.

Cuando El Otoño LlegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora