Cap 4- Fede hasta Diciembre

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10 de Julio

Lukas Pov:

Era una madrugada tranquila, y el silencio que normalmente reinaba en la casa había sido reemplazado por una tensión palpable en el aire. Había algo diferente esa noche, algo que no podía identificar de inmediato, pero que presagiaba que no iba a ser una madrugada cualquiera.

Vivian ya se encontraba en su cama, envuelta entre las sábanas, pero los estornudos que siempre la aquejaban durante las noches comenzaban a manifestarse. Primero fue uno leve, pero luego los estornudos se volvieron más frecuentes y violentos, como si su cuerpo estuviera luchando contra algo mucho más grande que ella misma. Me desperté de repente al escuchar el primer estornudo fuerte, y de inmediato supe que esta vez era diferente. Algo no estaba bien. Me incorporé de un salto y miré hacia la cama de Vivian, pero no la vi. La luz de la luna se colaba a través de las cortinas y la hacía parecer aún más pálida de lo habitual. Me levanté de un tirón, mi corazón acelerado, y fue entonces cuando la escuché: el grito.

Un grito desgarrador que atravesó la casa como una flecha. Un grito de angustia. De desesperación.

—¡Vivian! —grité, saltando de la cama. Corrí hacia la puerta de su habitación sin pensar, y al abrirla, la escena que se presentó ante mí me dejó sin palabras.

Vivian estaba de pie en medio del pasillo, temblando, con las manos presionando su rostro, mientras gotas de sangre caían al piso. El dolor era evidente en cada una de sus facciones, y lo peor de todo era que no podía hacer nada. Vi cómo su cuerpo se sacudía con cada estornudo, cómo su nariz no paraba de sangrar, cómo la sangre caía sin cesar, sin que ella pudiera detenerlo.

Me quedé petrificado por un momento, sin saber qué hacer. El miedo y la impotencia se apoderaron de mí.

—¡Vivian! —grité otra vez, esta vez corriendo hacia ella. La vi girarse rápidamente, como si tratara de escapar del dolor, y entonces salió corriendo hacia la cocina, dejando un rastro de sangre en el suelo. Mi estómago se revolvió al ver la escena, pero no podía quedarme ahí sin hacer nada. Corrí tras ella, mis pasos resonando en la casa vacía.

Cuando llegué a la cocina, la vi arrodillada frente al fregadero, cubriéndose la cara mientras el dolor se reflejaba en cada uno de sus movimientos. Su respiración era agitada, casi entrecortada, y podía escuchar sus sollozos, acompañados de los estornudos que no paraban. Mi corazón latía con fuerza, tratando de encontrar la manera de ayudarla, pero todo lo que hacía parecía ser en vano.

—¡Vivian, por favor, déjame ayudarte! —dije, acercándome lentamente, pero ella se apartó de mí, llorando y temblando, sin poder controlar su cuerpo.

—¡No puedo, Lukas! ¡No puedo más! —exclamó entre sollozos, sus palabras cortadas por los estornudos. —¡Duele tanto! ¡No sé qué hacer!

El dolor en su voz me desgarró. Nunca había escuchado a Vivian tan quebrada, tan perdida. Fue entonces cuando entendí que esto no era solo físico; lo que le estaba pasando era mucho más profundo. Esta alergia, este tormento constante, la estaba consumiendo, tanto emocional como físicamente.

Intenté calmarla, pero no podía. Nada parecía funcionar. Me arrodillé junto a ella, tocándole suavemente el brazo, pero ella solo se apartaba, como si cada intento de consuelo le causara más dolor. Sus sollozos se transformaron en suspiros entrecortados, y sus estornudos seguían siendo tan violentos que la sangre se deslizaba por su rostro, manchando su piel.

—Tranquila, por favor, todo va a estar bien —le susurré, aunque sabía que mis palabras no valían mucho. Lo único que quería era hacerla sentir mejor, pero cada estornudo parecía empeorar las cosas.

Cenizas (HER 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora