Cap 22- Torturas de nuevo

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11 de agosto

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Lukas Pov:

El amanecer fue lento y pesado, como si el tiempo se hubiera congelado en una rutina de dolor y sacrificio. Sabía que ese día sería igual de difícil que el anterior, tal vez incluso peor. Con el corazón apretado, me acerqué a la cama de Vivian y la llamé suavemente.

"Amor, despierta..." murmuré, mi voz cargada de una tristeza que no podía ocultar.

Ella apenas abrió los ojos, los tenía hinchados de tanto llorar. Me miró por un instante, como si ya supiera lo que venía, y sin decir nada, se giró de nuevo, enterrando su rostro en la almohada.

"Viv, tenemos que ir..." continué, odiando cada palabra que salía de mi boca. "No podemos ignorarlo mi vida. Necesitamos que estés bien..."

"No quiero," susurró, su voz quebrándose. "Lukas, no quiero volver a ese lugar. No quiero sentir eso otra vez..."

Me dolió más de lo que puedo explicar. Me arrodillé junto a su cama y tomé su mano con cuidado, mirándola directamente a los ojos. "Viv, lo sé. Yo tampoco quiero verte pasar por esto. Si pudiera, cambiaría de lugar contigo ahora mismo. Pero tenemos que hacerlo. Si no seguimos con el tratamiento, podrías empeorar. Por favor..."

Ella no respondió de inmediato. En lugar de eso, me abrazó, fuerte, como si ese abrazo fuera su única fuente de consuelo. Sentí su cuerpo temblar contra el mío y cerré los ojos, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con salir.

"No quiero ir Lukas..." repitió, esta vez en un susurro apenas audible.

Lo único que pude hacer fue devolverle el abrazo, acariciándole el cabello y respirando hondo para no romperme por completo. "Lo sé, mi vida, lo sé... Pero estoy contigo. No importa cuánto duela, no importa cuántos pinchazos sean, yo voy a estar ahí. Siempre."

Con una lentitud desgarradora, Vivian finalmente asintió, aunque sus ojos brillaban con lágrimas retenidas. Me puse de pie, ayudándola a levantarse, y cuando estaba lista, buscamos a Alan y Carlitos. Esta vez, todos íbamos juntos al hospital.

Alan nos acompañó sin decir mucho, aunque su mirada reflejaba su preocupación. Parecía haber entendido el peso de lo que Vivian estaba enfrentando y lo que significaba para mí verla así. Durante el trayecto en auto, el silencio era abrumador, roto solo por algún suspiro o el ruido del motor.

Mi mente no podía dejar de repetir las imágenes de la bandeja con las nueve inyecciones del día anterior. Cada una había sido un castigo, cada pinchazo un recordatorio de que Vivian estaba luchando contra algo más grande que nosotros.

Cuando llegamos al hospital, ella volvió a aferrarse a mí, susurrándome: "No me sueltes, por favor..."

"Jamás lo haría," le aseguré, tomando su mano mientras avanzábamos hacia esa sala fría que se había convertido en nuestro infierno personal. No sabía si estaba listo para revivir ese horror, pero lo haría, por ella, por su vida, por todo lo que significaba para mí.

La espera se sentía eterna. Estaba sentado allí, en esa maldita sala de espera, con Carlitos a mi lado, pero en mi mente, estaba en esa sala con ella. El día anterior había sido un infierno, y hoy no parecía que sería diferente. De hecho, sería peor.

Todo comenzó con la enfermera entrando con esa bandeja, cargada con diez inyecciones perfectamente alineadas, cada una más intimidante que la anterior. Mi respiración se volvió pesada solo al verlas, y sentí cómo un nudo se formaba en mi garganta. "¿Cómo puede soportar esto?" pensé, luchando por no perder la compostura.

Cenizas (HER 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora