Cap 23- La semana que se corta

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12 de agosto

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Lukas Pov:

Era un nuevo día, el sol apenas comenzaba a asomarse por la ventana de la habitación de Vivian. Me desperté temprano, mirando el reloj que marcaba las ocho de la mañana. Sabía que hoy sería otro día largo, y el pesar me aplastó en el momento en que me di cuenta de lo que nos esperaba.

La semana había sido intensa, y, a pesar de que Vivian quería evitarlo, sabía que tenía que ir al hospital nuevamente. La consulta con el doctor, los exámenes, las revisiones... era una rutina que no dejaba de repetirse, y aunque ninguno de nosotros lo decía en voz alta, los nervios ya nos invadían a todos.

Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de Vivian, sabiendo que no sería fácil. Golpeé la puerta suavemente, pero no la escuché responder. Me asomé, encontrándola aún dormida, acurrucada bajo las sábanas. No quería despertarla, pero sabía que el tiempo apremiaba. Me acerqué a su cama, y, con una suave voz, la llamé:

—Vivian, es hora de levantarse.

Ella se removió un poco, abriendo los ojos lentamente. Su mirada reflejaba agotamiento, como si cada día fuera más difícil que el anterior. Intentó sonreír, pero era obvio que no se sentía bien. Levantó la mano, como si quisiera cubrir su rostro, tal vez para esconder su frustración, pero, después de un momento, se incorporó con lentitud.

—Voy... voy en un segundo —dijo, su voz algo rasposa por el sueño y la fatiga.

La miré con preocupación, pero no quise presionarla más. En el fondo, entendía que no quería ir, que cada visita al hospital solo sumaba más peso a su alma. Mientras ella se preparaba, yo me dirigí a la cocina para hacer algo de desayuno, aunque ninguno de los dos tenía apetito realmente.

A las 8:45, ya estábamos listos para salir. Vivian se veía un poco más despejada, pero la tristeza en sus ojos no pasaba desapercibida. La tomé del brazo mientras caminábamos hacia el coche, y en el camino al hospital, mi mente no dejaba de repasar lo que había escuchado en la última cita con el doctor. Los exámenes no habían salido como esperábamos, y el doctor había insistido en que Vivian necesitaba seguir viniendo todo el mes. Las palabras de él resonaban en mi cabeza como un eco constante.

Cuando llegamos al hospital, nos dirigimos al área de recepción, donde los médicos nos indicaron que Vivian debía ingresar a la sala para sus tratamientos y evaluaciones. Por supuesto, a mí no me dejaron pasar. Ya había aprendido a aceptarlo, pero eso no hacía que fuera más fácil.

Me quedé en la sala de espera, sin poder hacer mucho más que esperar. Mis manos temblaban ligeramente mientras miraba el reloj. Cada segundo que pasaba me parecía una eternidad. Sabía que lo que le esperaba a Vivian no era fácil. Recordaba lo que el doctor había dicho: "Necesito que la sostengan lo más fuerte que puedan, no importa si son bruscos, tienen que hacerlo."

Era imposible no pensar en cómo sería este día. La idea de las jeringas, las inyecciones, el dolor que ella tendría que soportar... Me costaba mucho visualizarlo, y, aunque trataba de mantener la calma, la ansiedad me devoraba desde adentro.

No pasó mucho tiempo antes de que la llamada de la enfermera me interrumpiera.

—Lukas, puede pasar, pero solo hasta la puerta.

Asentí con la cabeza, dándole las gracias en un susurro. Aunque no podría estar dentro con Vivian, me quedaría cerca para poder escucharla, para asegurarme de que no estaba sola.

Cuando llegué al umbral de la puerta de la sala, pude ver a Vivian, que ya estaba acostada en la camilla. El doctor estaba preparando todo: las jeringas, los dispositivos para el lavado nasal, y las ampollas de medicamento. No pude evitar el nudo en la garganta al ver todo lo que implicaba. El doctor, con su expresión profesional, se giró hacia los otros médicos y les dio algunas instrucciones. Aún sin iniciar el procedimiento, ya podíamos escuchar los suaves sollozos de Vivian.

Cenizas (HER 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora