Cap 27- La fiesta

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22 De Agosto

Lukas Pov:

Era como si el aire estuviera más denso de lo normal, cargado de una tensión incómoda que no sabíamos cómo manejar. La fiesta que se iba a celebrar esa noche era para muchos un motivo de diversión, una oportunidad para salir y disfrutar, pero para mí, todo eso no tenía sentido en ese momento. El día parecía arrastrarse lentamente, las horas se alargaban y el tiempo se volvía más pesado a medida que me acercaba al punto de la noche.

Eran alrededor de las tres de la tarde, o tal vez las cuatro, cuando la casa Vigevani comenzó a cobrar vida. La decoración estaba casi lista, los últimos detalles se estaban arreglando, como siempre, pero la atmósfera era cualquier cosa menos festiva. Todos se movían de un lado a otro, ocupados con las tareas, pero la incomodidad estaba a flor de piel. Nadie se atrevía a romper el silencio, y cuando lo hacían, las palabras no parecían suficientes.

Vivian estaba allí, también ocupada, concentrada en sus cosas, como si no le importara lo que estaba pasando entre nosotros. Era obvio que la distancia que había entre nosotros no se podía ignorar. Sabía que las cosas entre nosotros no estaban bien, y lo peor era que, aunque intentaba hablar, intentar acercarme, parecía que todo lo que decía o hacía solo empeoraba la situación.

Cada vez que intentaba iniciar una conversación con ella, su respuesta era breve y cortante. Como si me estuviera dejando claro que no había espacio para más palabras vacías, que las promesas no servían de nada. Yo no sabía qué más hacer, no sabía cómo arreglarlo. Lo único que me quedaba era intentar ser paciente, esperar a que el tiempo nos diera la oportunidad de hablar, pero lo que más me aterraba era que ya no estaba seguro de si iba a ser suficiente.

Vivian estaba en la cocina, como siempre, haciendo algo de comer o simplemente ocupada en su mundo. La veía moverse por la casa con esa energía que siempre tenía, pero yo no podía evitar sentir que algo faltaba. La última vez que habíamos hablado fue... desagradable, y aunque intenté entender su reacción, había algo en su mirada que me decía que todo estaba más roto de lo que yo pensaba.

Miraba sus movimientos, sus gestos, sin atreverme a acercarme. ¿Cómo podía hacerlo? Después de todo lo que había pasado, ¿cómo podía pedirle una oportunidad más cuando yo mismo sabía que había fallado tantas veces?

La tensión entre nosotros era palpable. Ella no me miraba, y cuando lo hacía, sus ojos no mostraban ni rastro del cariño que alguna vez sentí en ellos. Solo una frialdad que me dejaba claro que las cosas no eran tan fáciles de arreglar. A veces, sentía como si me estuviera hundiendo en un mar de dudas, intentando aferrarme a un hilo que sabía que podría romperse en cualquier momento.

De repente, alguien pasó cerca de mí, dándome un leve toque en el hombro. Era Harold, o Alan, no estoy seguro, pero no me importaba mucho. Me quedé mirando al frente, sin ganas de responder, hasta que escuché a alguien decir mi nombre.

—¿Estás bien? —Era Carlitos, mirándome con esa mirada que siempre tenía cuando quería saber qué me pasaba.

No le respondí de inmediato. Solo asentí levemente, como si todo estuviera bien, aunque sabía que no era así. No podía explicarle lo que sentía, ni siquiera yo sabía qué era lo que estaba pasando en mi interior. Solo sabía que tenía que hacer algo para que las cosas entre Vivian y yo cambiaran, pero cada vez que pensaba en eso, una ola de desesperación me envolvía.

Vivian pasó cerca de mí y, aunque intenté decir algo, las palabras se atoraron en mi garganta. Ella me miró por un segundo, lo justo para que nos cruzáramos, pero no dijo nada. Su mirada era fría, distante, como si no le importara lo que estaba pasando, como si todo lo que sucediera a su alrededor fuera solo una distracción.

El reloj seguía avanzando, y me quedaba con la sensación de que el tiempo se me escapaba entre los dedos. La fiesta debía comenzar a las siete, pero mi mente estaba en otro lugar. Todo lo que había hecho, todo lo que había dicho, estaba ahora pesando sobre mis hombros, y aunque intentaba seguir adelante, no podía evitar que mi mente regresara al mismo lugar, una y otra vez: ¿Qué había hecho mal? ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Podría alguna vez arreglarlo?

Mientras la casa se llenaba de risas y conversaciones que no me interesaban, yo seguía atrapado en mis pensamientos, sin saber cómo empezar a reconstruir lo que había destruido, sin saber si aún había algo que pudiese hacer para que las cosas entre Vivian y yo fueran como antes.

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La fiesta ya había comenzado, pero mi mente seguía atrapada en el mismo lugar. La casa estaba llena de risas, música y conversaciones que se entrelazaban por el aire, pero yo me sentía desconectado de todo eso. No podía evitarlo. Cada vez que alguien me dirigía la palabra, solo asentía, buscando algo en qué ocuparme, algo que me sacara de la espiral de pensamientos que me atormentaban.

Eran casi las siete cuando la casa ya tenía el ambiente perfecto para la fiesta. La gente comenzaba a llegar, los chicos de siempre, otros amigos, y algunos youtubers conocidos. Las luces brillaban, las bebidas fluían, y el espacio comenzaba a llenarse de energía. Pero a mí me costaba meterme en el mood. Ya no era el mismo Lukas de antes, el que se entregaba a las fiestas, el que estaba siempre con una sonrisa. Ahora todo eso me parecía lejano, como si viviera en una burbuja ajena a lo que ocurría a mi alrededor.

Estaba en un pequeño círculo con un grupo de amigos, intentando ser parte de la conversación, pero mis palabras eran vacías, sin ganas. Miraba a Vivian de vez en cuando, pero ella parecía tan distante, tan ocupada con sus propios pensamientos que casi prefería no acercarme. Todo se había vuelto un juego de evitación, un tira y afloja de palabras no dichas.

De repente, un grito interrumpió la conversación. Era Vivian.

—¿Quieren un concierto?

El sonido de su voz atravesó la sala, y por un momento, todo se detuvo. El círculo de personas se agrandó rápidamente, formando espacio alrededor de Vivian, que estaba allí con su guitarra en las manos. Había algo en su energía que me hacía pensar que, a pesar de todo lo que había sucedido, no había perdido esa chispa, esa pasión por lo que amaba hacer.

Sin dudarlo, tomé un paso hacia ella, y la miré mientras comenzaba a tocar las primeras notas de Knee Socks de Arctic Monkeys. Era una canción que nos había acompañado en tantos momentos, y ahora, en ese instante, tenía un significado completamente diferente. La miré mientras tocaba, y en algún momento, me uní, comenzando a cantar despacio, sin muchas ganas al principio, pero la música de alguna manera logró alcanzar algo en mí.

Vivian seguía tocando, sus dedos se movían con destreza sobre las cuerdas, pero había algo en su mirada que me descolocó. Cuando el reloj marcó el minuto 2:18, algo cambió. Ya no estaba mirando la guitarra, ya no estaba en su instrumento, estaba mirándome. Y de repente, la letra de la canción parecía encajar perfectamente con lo que sentía. Las palabras parecían hablarnos a los dos, como si la música fuera un puente que nos conectara, como si, aunque todo lo que había pasado entre nosotros fuera tan complejo, en ese momento estuviéramos sincronizados de alguna manera.

Estaba cantando, pero me daba cuenta de que no solo era la canción lo que nos unía. Era ella, era ese momento, era la forma en que sus ojos no se apartaban de mí mientras seguíamos la melodía. Sabía que me estaba mirando, sabía que estábamos compartiendo algo, aunque no lo dijéramos en voz alta.

No dejaba de cantarla, sin importarme si era perfecto o no, porque lo que realmente importaba era que estábamos juntos, en ese instante, y todo lo que había dicho, todo lo que había hecho, se desvanecía por unos segundos. Ella seguía tocando, y yo seguía cantando, pero había una especie de silencio entre nosotros, un espacio lleno de todo lo no dicho.

Cuando la canción llegó a su fin, los murmullos comenzaron nuevamente. La magia de ese momento se rompió con las risas y los aplausos, pero yo seguía allí, mirando a Vivian, buscando en su rostro alguna señal, alguna pista que me dijera si lo que acababa de pasar entre nosotros significaba algo.

No sé si ella lo sintió de la misma manera, pero por un instante, sentí que la distancia que habíamos creado entre nosotros comenzaba a desvanecerse. Sin embargo, las dudas volvieron a mí tan pronto como la última nota se apagó. ¿Sería suficiente? ¿Podría enmendar todo lo que había roto? Pero en ese momento, mientras todo volvía a la normalidad, todo lo que sentía por ella parecía más claro que nunca.

Cenizas (HER 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora