Cap 21- Gritos por Enfermedades

1 0 0
                                    

10 de agosto

(No saben lo que llore escribiendo esto)

(léanlo completo)

Lukas Pov:

Era un día tranquilo, uno de esos en los que el tiempo parecía detenerse sin motivo alguno. Alan no estaba, y la casa estaba más tranquila de lo habitual. Carlitos y yo estábamos viendo televisión, riendo por cualquier tontería que aparecía en pantalla. La sala se sentía acogedora, pero algo en el ambiente parecía estar diferente, como si algo estuviera por suceder.

De repente, la puerta de la sala se abrió suavemente y, sin hacer ruido, Vivian apareció en el umbral. Estaba un poco pálida, sus ojos perdidos en algún punto lejano y su caminar era lento, casi como si estuviera luchando contra algo invisible. Al verme, no dijo una palabra. Solo caminó directo hacia mí y, sin pensarlo, se acomodó en el sofá, se hizo bolita sobre mí como solía hacer cuando se sentía incómoda o triste, y escondió la cabeza en mi cuello, como si buscara refugio en mí.

Carlitos, al ver la escena, se quedó en silencio, como si entendiera que algo no estaba bien. Yo, por mi parte, sentí una punzada de preocupación al verla tan callada. Sabía que algo le pasaba, pero no quería forzarla a hablar. No entendía bien por qué, pero a veces sus silencios decían más que sus palabras.

—Vivian, ¿qué te pasa? —pregunté suavemente, acercándome a su oído, sin querer invadir su espacio pero deseando saber qué la estaba atormentando.

Ella no respondió. Solo se acurrucó más en mi pecho, sus manos aferrándose a mi camiseta, como si intentara aferrarse a algo que la tranquilizara. Mi respiración se detuvo por un momento, como si el aire se hubiera vuelto más denso en el instante en que la vi tan vulnerable.

De nuevo, pregunté, pero esta vez en un tono más suave, casi como un susurro.

—Vivian... ¿por qué no me dices qué te pasa?

Ella simplemente se quedó en silencio, su cuerpo moviéndose al ritmo de mi respiración, como si no tuviera fuerzas para decir una sola palabra. Me quedé allí, con la mente llena de preguntas sin respuesta. Carlitos se levantó lentamente, dándose cuenta de que esto no era un momento para interrumpir, y se alejó, dejándonos a solas.

Pasaron unos minutos, que se sintieron como horas, y aunque no me respondió, no me moví. Solo me quedé allí, con Vivian encima de mí, sin querer presionarla más. Ella parecía necesitar ese espacio de silencio, ese refugio momentáneo. Sabía que a veces no se necesitaban palabras, solo estar ahí, en silencio, acompañándose.

Aunque no me lo decía, sabía que algo la estaba afectando profundamente. Y no podía evitar preguntarme si había algo más de lo que se guardaba, algo que quizás no estaba lista para compartir aún.

El silencio en la sala se volvió aún más pesado en ese momento. Mientras Vivian se acurrucaba más sobre mí, noté que su respiración era más irregular, como si las palabras que estaba a punto de decirle la ahogaran. Y entonces, lo soltó. La pregunta que había estado dando vueltas en su mente, la que había intentado callar y evitar, salió de sus labios con una vulnerabilidad tan profunda que me heló la sangre.

—¿Y si el medicamento no hace efecto? ¿Y si en verdad muero?

Esas palabras, tan llenas de miedo, hicieron que mi corazón se hundiera en el pecho. No sabía cómo responder de inmediato. Era como si el aire se me hubiera escapado, como si el peso de su pregunta me hubiera caído de golpe, dejándome sin palabras. Vi sus ojos, brillando con lágrimas que no había dejado caer aún, pero que me taladraban el alma.

Cenizas (HER 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora