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Un nuevo día y el sol apenas iluminaba el departamento de Taehyung cuando decidió levantarse. El día tenía una energía diferente, cargada de anticipación y calidez. Era 24 de diciembre, y la ciudad pronto se llenaría de luces y música para celebrar la Navidad. Sin embargo, para Taehyung, lo más importante no era la magia de la fecha, sino la oportunidad de pasar tiempo con Jimin y luchar por lo que aún quedaba de su relación.

Con una sonrisa tenue, se dirigió a la cocina. Las ollas y utensilios ya estaban listos; había planeado preparar un almuerzo especial para él y Jimin. Mientras cortaba los vegetales, su mente vagaba por recuerdos de días mejores, cuando todo entre ellos era sencillo y hermoso. Hoy, quería recuperar esa paz.

Además, esa noche sería especial. Jimin había invitado a Seokjin a la cena, y este, a su vez, traería a su novio, Namjoon. Taehyung nunca había conocido a Namjoon, pero estaba emocionado por el encuentro. Quizás, solo quizás, Namjoon podría ser la ayuda que tanto necesitaban para enfrentar todo lo que estaba ocurriendo.

El suave sonido de una llave girando en la cerradura interrumpió sus pensamientos. Su corazón dio un vuelco. Cada vez que alguien entraba sin previo aviso, un temor inexplicable lo invadía, como si estuviera siendo vigilado. Pero al ver a Jimin entrar con una cálida sonrisa, todos esos miedos se desvanecieron.

–Taehyung... Cielo –murmuró Jimin, cerrando la puerta tras de sí.

Taehyung dejó todo lo que tenía en las manos y se acercó rápidamente. Sin decir una palabra, lo abrazó. Pero no fue un abrazo cualquiera. Fue un abrazo profundo, prolongado, lleno de sentimientos que las palabras no podían expresar. Taehyung cerró los ojos y apoyó la cabeza en el hombro de Jimin, mientras este lo envolvía con sus brazos de forma protectora, como si quisiera reconstruir todos los pedazos rotos que el tiempo y la distancia habían dejado.

–Te extrañé tanto, Tae –susurró Jimin, apretándolo con fuerza.

Taehyung sonrió, escondiendo su rostro en el cuello de Jimin. –Yo también, Jiminie. Nunca supe cuánto necesitaba esto hasta ahora.

El silencio los envolvió, pero no era incómodo; era el tipo de silencio que solo comparten las almas que se entienden sin necesidad de palabras. Jimin acarició suavemente la espalda de Taehyung, y este pensó, por primera vez en mucho tiempo, que tal vez no estaba tan solo como había creído.

–Gracias por venir –murmuró Taehyung, separándose un poco para mirarlo a los ojos–. Por estar aquí conmigo, a pesar de todo.

Jimin le sonrió, una sonrisa tan pura que iluminó toda la habitación. –Siempre estaré aquí, Tae. No importa qué pase, siempre te elegiré a ti.

Las palabras de Jimin llegaron directo al corazón de Taehyung, quien sintió un nudo en la garganta. Solo asintió, sin poder responder. En lugar de palabras, lo que hizo fue apretar nuevamente a Jimin contra él, buscando transmitirle todo lo que no podía expresar en ese momento.

Después de ese largo abrazo, ambos se dirigieron a la cocina. Mientras Taehyung se encargaba de terminar el guiso, Jimin comenzó a preparar una ensalada. Entre risas y bromas, el ambiente se llenó de una calidez que hacía tiempo no compartían.

–¿Recuerdas aquella vez que intenté hacer galletas de Navidad y casi incendio tu cocina? –preguntó Jimin, riendo.

Taehyung soltó una carcajada. –¡Claro que sí! Estuviste tan asustado que ni siquiera quisiste volver a cocinar conmigo durante un mes.

–Era tu culpa, Tae. Tú fuiste quien dejó el horno demasiado alto –se defendió Jimin, fingiendo indignación.

–Oh, claro, porque seguro fui yo quien mezcló azúcar con sal, ¿no? –Taehyung arqueó una ceja, divertido.

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