Me desperté con el sol fuerte que se filtraba a través de las cortinas, llenando el cuarto con una luz dorada que hacía todo parecer más suave, más cercano. Al principio, me costó enfocar la vista, aún adormilada por la noche que habíamos tenido. No era solo el brillo del sol lo que me mantenía quieta, sino la visión de ella, allí a mi lado. Su figura, desnuda y relajada, era una de las cosas más hermosas que había visto jamás. Los rayos de sol acariciaban su piel, y parecía como si todo el universo se hubiera detenido para hacer de ese instante algo eterno. Todo en ella, desde los contornos de su cuerpo hasta la forma en que su cabello caía desordenadamente sobre la almohada, me hacía sentir la mujer más afortunada.
Aún recuerdo cuando la intimidad me resultaba algo complicado, algo difícil de compartir de forma tan abierta. Mis inseguridades, mis miedos, me mantenían a distancia de la vulnerabilidad que requiere estar completamente entregada a otro ser.
Pero algo había cambiado, y ya no era la misma. Ahora, acostarme con ella, abrazarla y perderme en su cuerpo, era natural. Todo lo que antes me parecía extraño o difícil, ahora se sentía como una extensión de mi ser, algo esencial para nuestra conexión.
Lo que antes me resultaba tan ajeno, como abrirme por completo, se había transformado en una necesidad, en una forma de amor que se sentía tan pura, tan profunda.Cada caricia, cada mirada, es un recordatorio de lo afortunada que soy de tenerla a mi lado. Antes, nunca pensé que podría sentirme tan a gusto en la vulnerabilidad, pero ella me mostró que lo más hermoso de una relación es cuando puedes ser tú mismo, sin máscaras ni barreras. Y, al despertar con el sol iluminando su rostro, entendí que lo que compartimos no es solo físico, sino una conexión que va mucho más allá. Cada día juntas es una oportunidad para seguir creciendo, para seguir explorando todo lo que podemos ser como pareja, y me siento agradecida por cada momento, por cada beso, por cada abrazo, por cada segundo de amor que vivimos juntas.
Violeta se movió lentamente, apenas alterando el ambiente tranquilo de la habitación. Sus párpados se alzaron con cautela, como si intentara hacer el menor ruido posible al despertar. Sus ojos se ajustaron al enfoque y me vió, con la mirada fija en ella. No podía decir cuánto tiempo había estado allí, ni cuándo exactamente había comenzado a mirarla de esa manera. Pero en ese instante, las inquietudes de Violeta desaparecieron, sustituidas por una calma profunda que solo la presencia de Chiara podía proporcionarle.
Era como si Chiara no solo estuviera observando su cuerpo, sino también su alma, y ese tipo de mirada, tan plena y tan amorosa, la desarmaba. Los ojos de Chiara brillaban con una intensidad que Violeta no podía describir con palabras. Eran esos ojos verdes que, cuando se enfocaban en ella, se volvían todo lo que importaba en el mundo. Ese verde que a veces tenía un tinte azul.
A Violeta le fascinaba cómo Chiara tenía la capacidad de hacerla sentir tan expuesta, sin decir una palabra.
Violeta dejó escapar un suspiro suave, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir más rápido a medida que la conexión se intensificaba. De alguna manera, Chiara siempre la hacía sentirse vista de una forma profunda, más allá de la superficie. Esa mirada de Chiara le aseguraba, una y otra vez, que en su presencia siempre había un refugio seguro. Sin decir una palabra, Chiara le estaba diciendo que estaba allí, que la amaba, que entendía lo que no podía expresar.
Finalmente, Chiara rompió el silencio, pero sus palabras fueron suaves, casi un susurro.
—Te he estado observando—dijo con una ligera sonrisa, una que no necesitaba de muchas explicaciones. Era una sonrisa cargada de sentimientos no dicho, pero que ambas compartían en ese momento. Una sonrisa que solo surgía cuando la complicidad era absoluta, cuando el amor se entendía sin necesidad de formularlo.
Violeta sonrió también, moviéndose hacia ella para dejar que sus cuerpos se encontraran, se fundieran en ese espacio íntimo que solo ellas compartían. Era un tipo de amor que sanaba, que entendía las heridas que aún no se habían curado por completo, pero que siempre estaba dispuesto a sanar. En ese instante, rodeadas por la calidez del sol matutino y la suavidad de la cama, no importaba lo que hubiera sucedido antes o lo que vendría después. Solo importaba que ambas estaban ahí, juntas, en paz.
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Más que una segunda oportunidad//kivi
Fanfiction"Chiara es una joven con un corazón dañado, había jurado nunca más rendirse a la ilusión de las segundas oportunidades. La última vez que se había abierto al amor, había sido brutalmente lastimada. Ahora, su corazón estaba rodeado de una muralla de...