𝐄𝐬𝐩𝐞𝐜𝐢𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐒𝐚𝐧 𝐕𝐚𝐥𝐞𝐧𝐭𝐢𝐧 𝟐

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A medida que el anochecer se apoderaba del bosque prohibido, la oscuridad parecía cerrarse sobre los terrenos como un manto. Sin embargo, los senderos seguían siendo visibles, gracias a la tenue luz que se filtraba a través de los árboles, iluminados por los últimos rayos del sol del atardecer.

Alice avanzaba con cautela por uno de esos senderos, su varita en mano, emitiendo una suave luz que iluminaba su camino. La joven se dirigía hacia el lago, su destino final. Al llegar al lugar citado, su mirada se posó sobre una pequeña fogata que ardía en la orilla del lago, acompañada de un picnic dispuesto sobre la superficie del suelo.

Pero, a pesar de la invitación a un picnic romántico, no había nadie más allí, excepto Alice. La joven se detuvo un momento, mirando a su alrededor, preguntándose dónde podría estar Fred. La oscuridad del bosque parecía envolverla, y la fogata crujía y chispeaba, como si estuviera llamando su atención.

La voz de Alice sonó clara y divertida cuando se dio la vuelta para enfrentar a su novio.

— Buen intento, pero no lo lograste —Dijo con una sonrisa, mientras su mirada se encontraba con la del pelirrojo.—

Fred se quejó con una risa.

— Ay, arruinaste mi entrada triunfal.

— Lo siento, espera...

Alice sonrió y le dio la espalda nuevamente, fingiendo ser asustada.

— ¡Fred! Casi me matas del susto —Dijo con una actuación convincente.— ¿Mejor?

Fred, mientras tanto, la observaba con una gran sonrisa y una mirada embobada, como si estuviera admirando una obra de arte.

— Mucho mejor —Asintió con una sonrisa.—

No pudo resistir más tiempo y se abalanzó sobre su novia, rodeándola con sus brazos y cubriendo su rostro de besos. Finalmente, se detuvo en sus labios, compartiendo un beso más duradero y apasionado.

Cuando se separaron, Fred tomó la mano de Alice y la llevó hasta el pequeño picnic que había preparado a unos metros de distancia.

Alice se quedó boquiabierta al contemplar la variedad de platillos que Fred había dispuesto en el picnic. Pasteles en forma de caldero, empanadas y pasteles de calabaza, junto con una gran cantidad de dulces, se extendían ante ella como un festín.

— Guau, si que te has lucido —Dijo Alice, impresionada por la cantidad y variedad de la comida.—

Fred sonrió con orgullo.

— Come lo que quieras.

Alice se rió divertida al percatarse de que la comida era, en realidad, obra de los elfos domésticos del colegio. El toque único de su cocina era inconfundible.

— Está delicioso —Comentó, para ver cómo reaccionaba Fred.—

Este se infló de orgullo.

— Gracias, gracias, estuve cocinando desde esta mañana.

Alice no pudo evitar reírse a carcajadas al escuchar la mentira descarada de Fred. Este la miró con el ceño fruncido, confundido por su reacción.

— Es en serio, yo he preparado la comida —Insistió, intentando mantener la fachada.—

— Sí, Fred, te creo —Lo miró con una sonrisa divertida.—

La ironía en la voz de Alice no pasó desapercibida para Fred, quien se ruborizó ligeramente. Sin embargo, la atmósfera relajada y divertida del picnic no se vio afectada, y la pareja continuó disfrutando de la comida y de la compañía mutua.

𝐒𝐞𝐫𝐞𝐧𝐝𝐢𝐩𝐢𝐭𝐲 (Fred Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora