Nunca imaginé que mi historia con Lamine el chico que siempre había visto desde lejos, tomaría este giro. Todo comenzó una tarde cualquiera, durante una reunión con amigos. Estábamos en un casa de uno nuestros amigos, como siempre, bromeando, riendo, disfrutando de la compañía de los demás. Pero esa tarde, algo estaba diferente. Lamine, que hasta entonces se mantenía en segundo plano, no dejaba de mirarme de una forma tan especial, tan intensa, que no pude evitar darme cuenta. Y lo peor de todo: me hizo sentir nerviosa.
Estába hablando con Pau con y el resto del grupo cuando Lamine se acercó. Él estaba de pie, como pensativo, mirando a todos, y finalmente, cuando los demás no lo esperaban, se agachó frente a mí.
— ________... — Su voz era suave, pero firme. — Te he traído algo
Lo primero que noté fueron las flores en su mano. Un ramo pequeño, pero lleno de colores brillantes que contrastaban con su camiseta blanca. Sin saber qué responder, me quedé mirando el ramo y luego lo miré a él, confundida, pero a la vez feliz.
— ¿Para mí? — Le pregunté, casi incrédula.
Lamine asintió, sonriendo de manera tímida, como si no estuviera seguro de cómo reaccionaría yo.
— Sí, son para ti. — Dijo, extendiéndome las flores. — Espero que te gusten.
Mis amigos no tardaron en reaccionar. Todos nos miramos, y la risa de Pau no tardó en romper el silencio.
— ¡Ohhh! — Exclamó Pau con una sonrisa burlona. — ¡Lamine, ¿te estás enamorando o qué?!
El resto del grupo estalló en carcajadas. No pude evitar sonrojarme. Era gracioso, sí, pero no pude evitar sentirme un poco nerviosa bajo sus miradas. Lamine, sin embargo, se mantuvo tranquilo. A pesar de las bromas, él no dejó de mirarme con esos ojos que parecían saber algo que yo aún no entendía del todo.
— No, no estoy enamorado. Solo pensé que te gustaría. — Dijo él, sin perder la calma, pero con una leve sonrisa en los labios.
— ¡Vaya! Lamine Yamal, el romántico del grupo! — Dijo Laura, con cara de sorpresa, mientras Pau no dejaba de reír.
— Sí, claro, el romántico... — Respondí, intentando hacer como si nada, pero sintiendo que el corazón me latía más rápido de lo normal.
Las flores eran hermosas. El gesto, también. Algo en él me había dejado sin palabras, algo en su manera tan directa, pero a la vez tan delicada, de regalarme algo tan simple, pero tan significativo. Agradecí en silencio, sin saber qué más decir, mientras mis amigos seguían con sus bromas.
En ese momento, me sentí como si estuviéramos en una burbuja, los demás riendo a nuestro alrededor y nosotros, Lamine y yo, con una complicidad rara, pero cierta. Nadie entendía realmente lo que estaba pasando entre nosotros, ni siquiera yo. Pero había algo en ese momento, algo en su mirada, que me hacía pensar que tal vez, solo tal vez, había algo más.
— Gracias, Lamine. Son preciosas. — Finalmente, conseguí decir, mientras tomaba el ramo, tratando de disimular lo nerviosa que me sentía.
El resto de la tarde pasó rápidamente, entre risas, más bromas y comentarios sobre mi "nuevo admirador", como me decían mis amigos. Pero en lo más profundo, algo había cambiado. Algo en la forma en que miraba a Lamine, en la forma en que las palabras se quedaban atrapadas en mi garganta cuando él estaba cerca.
Al final de la reunión, cuando todos se levantaron para irse, me quedé atrás un momento, como si algo me retuviera en el lugar. Lamine también se había quedado, esperándome sin decir nada, simplemente sonriendo.
— ¿Entonces? — Dijo, mirando las flores que todavía sostenía en las manos. — ¿Te gustan de verdad o fue una tontería?
— Me gustan.— Respondí, sinceramente. — Y no, no fue una tontería. — Lo miré a los ojos, buscando una respuesta en su rostro. Quería saber si lo que había hecho significaba algo o si todo había sido solo una broma. Pero su mirada me tranquilizó.
— Me alegro. — Respondió, dando un paso hacia mí. — Yo solo quería hacerte sonreír.
Y ahí fue cuando lo entendí. Lamine no era solo un chico tranquilo y humilde del equipo. Era alguien que, en sus pequeños gestos, sabía cómo hacer que las cosas más simples se sintieran especiales. Y aunque aún no sabíamos a dónde nos llevaría esto, algo me decía que este sería el inicio de algo más grande.
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. Cada vez que veía a Lamine, mi corazón latía más rápido, pero también me sentía confundida. No entendía si lo que estaba pasando entre nosotros era real o solo un juego más entre amigos. El grupo, como siempre, no dejaba de hacernos bromas, y aunque a veces me sentía avergonzada, en el fondo me gustaba. Pero había algo más, algo que no podía ignorar: la conexión entre Lamine y yo, que se volvía más intensa con cada encuentro.
Una tarde, después de entrenar, el grupo decidió reunirse en casa de Gavi para ver el partido de fútbol. Todos, como siempre, estaban animados, charlando y jugando. Pero yo solo tenía ojos para él. Y, por supuesto, él parecía ser capaz de hacer lo mismo. Su mirada se encontraba con la mía en cada oportunidad, y aunque ninguno de los dos lo mencionaba, los pequeños gestos, las sonrisas compartidas, lo decían todo.
En un momento, el ruido de la conversación y las risas de los demás se desvaneció cuando Lamine se acercó a mí. No dijo nada al principio, solo se quedó allí, mirándome con una intensidad que me hacía sentir como si estuviéramos solos, aunque estábamos rodeados de amigos.
— ________... — Dijo suavemente, tomando un paso más cerca, como si no quisiera romper el pequeño espacio que había entre nosotros.
— ¿Qué pasa? — Respondí, aunque mi voz temblaba un poco. La cercanía de su cuerpo y su mirada me hacían sentir nerviosa, pero también emocionada.
— Quiero... — Lamine se detuvo por un segundo, como si estuviera buscando las palabras correctas. — Quiero que sepas que no fue solo un gesto bonito con las flores. Me gustas mucho, _______. Más de lo que te imaginas.
Las palabras de Lamine fueron tan sinceras, tan claras, que me dejaron sin aliento. No esperaba que fuera tan directo, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí hizo "click". Quería decirle algo, pero no sabía qué. El tiempo pareció detenerse mientras nuestros ojos se entrelazaban.
— Yo también...— Fue lo único que pude decir, porque mis sentimientos eran tan intensos que no podía encontrar otras palabras.
Lamine sonrió suavemente y, antes de que pudiera reaccionar, sus manos tomaron las mías con delicadeza. Su toque me hizo sentir más conectada a él, como si el mundo alrededor de nosotros ya no existiera.
— __________ — Murmuró, acercando su rostro al mío. No necesitaba decir más. Sabía lo que estaba pasando, lo sentía en mi piel. Estaba a punto de ocurrir.
Antes de que pudiera procesarlo, sus labios se encontraron con los míos, dulces, suaves, como si fuera la cosa más natural del mundo. El beso fue lento al principio, como si estuviéramos descubriéndonos mutuamente, saboreando cada momento. Pero rápidamente se volvió más intenso, más ansiado, como si ambos hubiéramos estado esperando ese instante desde siempre.
El ruido de la casa, las bromas de nuestros amigos, todo desapareció mientras nos perdíamos en ese beso, en esa conexión que finalmente se había materializado. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos, y no podía evitar sonreír, incluso mientras lo besaba.
Cuando finalmente nos separamos, ambos nos quedamos allí, sin palabras, respirando entrecortadamente. Lamine me miró con una sonrisa tímida, como si no pudiera creer lo que acababa de suceder.
— ¿Esto es real? — Me preguntó, con una leve risa en su voz, sin dejar de mirarme.
— No lo sé...— Respondí, con una sonrisa juguetona, pero al mismo tiempo, sintiendo una certeza dentro de mí. — Pero me gusta. Me gusta mucho.
Y en ese momento, lo supe. Lo que había comenzado con un ramo de flores y miradas furtivas había crecido hasta convertirse en algo mucho más profundo, algo que ni siquiera yo podía haber anticipado.
A partir de ese día, todo cambió. Ya no solo compartíamos el mismo espacio con nuestros amigos, sino que había algo más entre nosotros, una conexión que no podía ser ignorada. Cada vez que nuestras manos se rozaban, cada vez que nuestras miradas se cruzaban, el mundo a nuestro alrededor se desvanecía. Sabíamos que algo especial estaba naciendo entre nosotros, algo que solo el tiempo se encargaría de definir.
Pero, por ahora, estábamos felices así. Sintiéndonos juntos, conociéndonos, aprendiendo a amarnos sin prisas, sin presiones, solo disfrutando de cada momento.
