Estaba en mi habitación, sentada junto a la ventana, mirando la lluvia golpear los cristales como si intentara desahogar la pena que ya me había invadido el alma. Jude estaba a punto de irse. Lo sabía desde hace días, pero hoy, por alguna razón, me dolía más que nunca. La incertidumbre sobre lo que ocurriría después, el vacío que dejaba en mi vida, se sentía más fuerte que nunca.
Me levanté de la cama y me acerqué al espejo, tratando de arreglarme aunque sabía que no importaba demasiado. Si él se iba, ya nada en mi vida sería igual. Ni mi apariencia, ni la forma en que veía el mundo. Si Jude se iba, yo me iría con él, pero de una manera diferente, sin su presencia, sin su amor.
Escuché el sonido de la puerta abrirse y su voz profunda me sacó de mis pensamientos.
— _______... —me llamó desde el umbral de la puerta, y me giré lentamente para verlo.
Sus ojos, aquellos ojos que alguna vez me habían dado tanto consuelo, ahora solo me producían un nudo en el estómago. Estaba ahí, parado, con su chaqueta puesta, mirando al suelo, como si fuera incapaz de mirarme a la cara.
—No tienes que hacerlo, Jude —le susurré, tratando de mantener la calma mientras mi voz temblaba.
Él levantó la mirada, y por un instante, vi un destello de duda en su expresión. Pero luego sus hombros cayeron, y su voz sonó firme, aunque con un dejo de dolor.
—Lo siento, _______, pero esto es lo que tiene que ser. Ya no puedo seguir así. No te merezco.
Mi corazón dio un vuelco. ¿Cómo podía decir eso? ¿Cómo podía él creer que no lo merecía? Yo lo amaba, lo amaba con cada parte de mi ser, y lo que menos quería era perderlo. Pero algo dentro de él ya había decidido marcharse.
—No, Jude, por favor... —dije, acercándome a él con las manos extendidas—. No te vayas. No me dejes aquí.
Mi voz se rompió en un susurro lastimero. Sentí cómo el frío me envolvía, como si el mundo entero estuviera a punto de desmoronarse. Sabía lo que iba a decir, lo que estaba pensando. Estaba tan cansado de la relación, de todo lo que estábamos atravesando, pero no podía dejar que se fuera. No sin luchar, no sin intentar que al menos se quedara para llevarse su felicidad.
— ________, ya no soy capaz de seguir aquí, no como antes. Tú necesitas a alguien que esté completamente contigo, que te dé lo que mereces. Yo... ya no soy esa persona.
Me costó entender lo que estaba diciendo. ¿Cómo podía ser que él no se diera cuenta de lo que estábamos perdiendo? Mi corazón latía con fuerza, casi como si estuviera pidiendo a gritos que no lo dejara ir.
—¡Espera! —le grité, y la urgencia de mi voz hizo que sus ojos se abrieran más grandes, sorprendidos—. No te vayas... Jude, espera. Si te vas, me voy a morir por dentro. No quiero vivir sin ti. Te lo suplico, no te vayas.
Jude se quedó callado, sus labios sellados, sin saber qué responder. Yo podía ver en sus ojos la lucha interna, el dolor por querer irse pero también por no querer hacerme daño. Sabía que quería lo mejor para ambos, pero lo que no entendía era que lo mejor para mí era él.
—Te amo, Jude, más de lo que te imaginas. Si te vas, no sé cómo seguir. No puedo. No quiero que me dejes, no quiero perderte. Todo lo que hemos vivido, todo lo que hemos compartido... no puede ser en vano.
Él dio un paso hacia mí, su rostro tan cerca que podía sentir su aliento cálido sobre mi piel. Mis manos temblaban, pero logré levantarlas para tocar su rostro, como si pudiera hacerle sentir lo que sentía. Como si pudiera transmitirle con el tacto la desesperación que invadía mi cuerpo.
— _______... —su voz era suave, casi un susurro—. No puedo seguir siendo una carga para ti. No quiero que te hagas daño.
—No eres una carga, Jude. —Mi voz salió firme, pero dentro de mí el miedo estaba a punto de devorarme. ¿Y si de verdad se iba? ¿Y si sus palabras eran la última verdad que escuchaba de él?
Hubo un largo silencio entre nosotros. No sabía si estaba esperando a que me callara o si estaba buscando una razón para quedarse, pero lo que sí sabía era que algo dentro de mí no podía aceptar que esta fuera la última vez que lo veía.
—¿Qué harías si te dijera que no quiero que te vayas? —le pregunté, casi rogándole con los ojos.
Jude vaciló un momento, su mirada perdida, y luego, con una tristeza profunda, susurró:
—No sé, _________. Pero estoy seguro de que esto es lo que más nos conviene. El tiempo ha hecho su trabajo, y ya no somos los mismos. No puedo seguir aferrándome a algo que ya no existe.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no quería que él las viera. No quería que supiera lo mucho que me estaba destrozando. Me alejé de él un paso, sintiendo cómo todo mi mundo se tambaleaba.
—Entonces... ¿ya no me quieres? —mi voz era un suspiro, apenas audible.
Jude se quedó callado, sin poder responderme de inmediato. Y en ese silencio, sentí que se quebraba algo dentro de mí, algo que ya no podría repararse. Él, tan fuerte, tan seguro de lo que quería, y yo, tan vulnerable, tan necesitada de su amor.
Finalmente, se acercó, pero esta vez con una tristeza infinita en su mirada.
—Lo que te quiero, _______, es más que suficiente para mí. Pero ya no puedo seguir amándote de la forma que necesitas.
Lo miré por última vez, intentando encontrar algo en sus ojos que me diera esperanza, que me dijera que lo que estábamos viviendo no era el final. Pero no lo encontré. Me quedé allí, con el alma rota, sabiendo que ya nada sería igual.
—Si te vas... me moriré. —dije en un susurro, casi como un rezo, sabiendo que no podía hacer nada más.
Y Jude, con una última mirada de pesar, dio media vuelta y se marchó. Yo me quedé allí, mirando la puerta cerrarse lentamente detrás de él, sintiendo cómo la esperanza se desvanecía junto con su sombra.
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