Alejandro Garnacho

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Desde el primer momento en que Alejandro Garnacho puso los ojos en mí, supe que era un problema.

No porque no me atrajera. Al contrario. Ese chico tenía un magnetismo que era difícil de ignorar. Pero si algo me habían dejado claro los rumores —y sus propias acciones—, era que no era de fiar.

—Ese pavo es un desastre —me había dicho Aitana, una de mis amigas—. Es guapo, sí, pero se cree el rey del mundo. Y no te olvides de su historial.

No necesitaba que me lo recordaran. Alejandro tenía fama de infiel, de mentiroso y de ser el típico chico que te dice lo que quieres escuchar solo para llevarte a su cama.

Yo no estaba para juegos.

Por eso, cuando se acercó a mí en una fiesta de unos amigos en común, con esa sonrisa de "sé que te gusto", ya me tenía con la guardia en alto.

— ________, ¿no? —dijo con su acento argentino, mirándome con diversión.

—Depende, ¿por qué preguntas? —respondí sin siquiera mirarlo del todo, removiendo el hielo en mi copa.

Alejandro soltó una risita, apoyando un codo en la barra.

—Porque te vengo mirando hace rato —respondió sin vergüenza alguna—. Y me parecés la mujer más interesante de esta fiesta.

Rodé los ojos.

—Qué original —murmuré.

—¿Y qué querés? ¿Que te recite un poema?

—Prefiero que no me hables en absoluto.

Pensé que con eso lo espantaría, pero en lugar de largarse, soltó una carcajada.

—Me encantás, ¿sabés?

—No me sorprende —le di un sorbo a mi copa—. Pero no te hagas ilusiones.

—¿Y eso?

Lo miré con una ceja en alto.

—Garnacho, por favor. Sabemos cómo eres.

—¿Ah, sí? Ilustrame.

Me giré hacia él, apoyando el codo en la barra, imitando su postura.

—Infiel. Mujeriego. Mentiroso. ¿Sigo?

Él sonrió, como si cada insulto que le lanzaba lo divirtiera aún más.

—Duro golpe.

—Es la verdad.

—O capaz es lo que querés creer.

Bufé.

—No necesito creer nada. La realidad habla por sí sola.

—¿Y si te digo que eso que pensás de mí es solo la mitad de la historia?

—¿Y si te digo que no me interesa averiguar la otra mitad?

Él se mordió el labio, como si intentara contener una sonrisa.

— ______... me estás matando.

—Esa es la idea.

Para mi desgracia, Alejandro no era de los que se rendían fácilmente.

Después de aquella fiesta, parecía haberse fijado la misión de demostrarme que "no era como yo pensaba".

Mensajes de buenos días, memes ridículos en Instagram, algún que otro cumplido descarado cuando nos cruzábamos en algún lugar.

Y yo... yo quería resistirme.

One Shots de Futbolistas 0.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora