Júlian Alvarez

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Han pasado tres meses desde que mi vida cambió por completo. Tres meses de emociones a flor de piel, risas, besos robados y promesas silenciosas. Tres meses de estar con Julián, el delantero del Atlético de Madrid. Los primeros días fueron mágicos: todo lo nuevo, lo inesperado, lo emocionante. Desde que comenzamos a salir, cada instante a su lado parecía sacado de un sueño. Pero la realidad, como siempre, se encargó de mostrarme que las historias de amor no son tan sencillas como parecen.

Recuerdo la primera vez que me di cuenta de que algo no estaba del todo bien. Estábamos en su casa, disfrutando de una tarde tranquila, y Julián me miraba con una expresión pensativa. Me había contado un poco sobre su pasado, cómo su exnovia, Emilia, aún tenía un espacio en su vida, aunque no estaba claro hasta qué punto. Él me aseguraba que su relación había terminado hace tiempo, pero su tono de voz, su mirada evasiva, me hicieron dudar.

— No te preocupes, Neus. Ya no tengo nada con ella. Todo está claro — me decía, y yo quería creerle. Porque a veces, el corazón decide no escuchar a la razón.

Sin embargo, esa tarde llegó un día inesperado. Fue una tarde como cualquier otra, hasta que escuché un timbre en su puerta. Como siempre, yo estaba en el sofá, mirando mi teléfono, y Julián había ido a la ducha. Pensé que era el cartero o algún vecino, pero cuando abrí la puerta, vi una figura conocida.

Emilia. La exnovia de Julián.

Ella estaba allí, en la entrada, con una mirada desafiante, casi desaforada. Un silencio tenso se apoderó de la escena antes de que ella hablara.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, sin poder ocultar el tono de sorpresa y algo de nerviosismo.

Emilia, sin perder tiempo, me lanzó una mirada llena de desprecio, y luego soltó:

— ¿Qué crees que estás haciendo, eh? — ¿Crees que con esos tres meses vas a quitarme lo que era mío? ¿Crees que eres mejor que yo? Eres una... forra. 

Lo que vino después fue una descarga de insultos que me dejó sin palabras. Emilia no dejaba de gritar, de descalificarme, de llamarme de todo, acusándome de robarle a Julián, de ser una "perra" que solo venía a destrozar su relación. No entendía lo que estaba pasando, pero mi instinto de defenderme se despertó.

— ¡¿Qué coño te pasa?! No he hecho nada para que me hables así! — le grité, tratando de contener las lágrimas. — No soy una persona que haya robado nada, y mucho menos tu ahora exnovio, ¿entiendes?

Ella continuó, pero ya no podía escuchar sus palabras. Solo veía cómo me miraba con una mezcla de rabia y celos. El corazón me latía rápido, no sabía qué hacer. Fue entonces cuando escuché la puerta del baño abrirse, y en ese instante, Julián apareció.

— ¿Qué está pasando aquí? — dijo Julián, con el rostro lleno de sorpresa al ver la escena que había creado Emilia. Podía escuchar en su tono de voz el desconcierto, pero también algo más, algo que parecía un tono protector hacia mí.

— ¡Julián, no sabes lo que está pasando! Ella me está quitando todo. ¡Eres un traidor! — exclamó Emilia, dirigiéndose a él.

Julián, con una expresión que yo nunca había visto antes, caminó rápidamente hacia nosotros y, sin dudarlo, se interpuso entre Emilia y yo. Me miró a mí, asegurándose de que estuviera bien, y luego se volvió hacia su exnovia con una firmeza que jamás había imaginado.

— ¡Basta, Emilia! — dijo con voz fuerte. — Ya está. No te voy a permitir que hables así de _____. Ya te lo he dicho mil veces: no hay nada entre nosotros. Lo nuestro se acabó hace tiempo. Y a partir de ahora, tené claro que _______ es lo único que me importa.

Emilia, sorprendida por la defensa de Julián, quedó en silencio por un momento. Pero, como una herida abierta, sus ojos brillaron de furia. 

— No te creas que todo lo que he hecho por vos se olvida así como así. ¡Sos un pelotudo! — gritó, antes de girarse y salir de la casa sin mirar atrás.

El silencio se instaló en la habitación después de que la puerta se cerrara con fuerza. Yo no sabía qué decir. Mis manos temblaban, mi corazón seguía latiendo a mil por hora, pero sentí algo en mi pecho: alivio. Alivio porque, por fin, Julián había puesto un límite claro. No me había dejado sola, no me había abandonado.

Julián se acercó a mí, me tomó las manos y me miró a los ojos.

— ______, lo siento. No te imaginás cuánto lo siento. Ella no debería haberte hablado así. Te lo prometo, nunca más te va a pasar algo como esto.

Me sentí tan protegida por él, tan cuidada. No importaba lo que había pasado antes, no importaba la tormenta que había provocado Emilia. En ese momento, sabía que él estaba a mi lado.

— ¿Por qué no me lo dijiste antes? — le pregunté, tratando de calmarme. — No me hablaste mucho de ella...

Julián suspiró, con una mezcla de frustración y cansancio. 

— No quería que te preocuparas. Estaba intentando que no te afectara. No quiero que te metas en mi pasado, solo quiero que te centres en lo que tenemos ahora.—

Lo miré a los ojos, sentí un nudo en el estómago, pero también algo cálido en el pecho. Sabía que no podía cambiar lo que había pasado, pero, de alguna manera, Julián había mostrado que quería estar conmigo.

— Lo que tenemos ahora... lo quiero.—  le susurré, sin dejar de mirarlo. — Y quiero que eso sea lo único importante.

Nos besamos, y me di cuenta de que, a pesar de todo lo complicado que se había puesto, a pesar de los errores y los momentos difíciles, Julián había elegido estar conmigo. Y yo, a su lado, no iba a permitir que nada ni nadie nos separara.

Pasaron los días, y aunque la sombra de Emilia a veces volvía a cruzarse por mi mente, sentí que nada podría interferir con lo que estaba naciendo entre nosotros. La relación que compartíamos, aunque joven, era sólida, y aunque a veces las inseguridades nos rondaran, sabíamos que juntos podríamos enfrentarlas.

Y al final, cuando las sombras del pasado se desvanecieron, el amor que compartíamos se fortaleció. Nos tomamos de las manos y, sin dudarlo, nos adentramos en un futuro lleno de posibilidades. La vida estaba llena de retos, de momentos complicados, pero con él a mi lado, sabía que todo estaría bien.

De alguna manera, había encontrado en Julián algo que no esperaba: un compañero de vida, alguien con quien construir una historia que valiera la pena contar. Y a su lado, cada día me sentía más segura de que, pase lo que pase, lo que teníamos era real, y eso era lo único que importaba.

One Shots de Futbolistas 0.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora