Mason Mount

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El eco de la pregunta retumbó en la iglesia.

—¿Aceptas a Hugo como tu legítimo esposo?

Sentí todas las miradas sobre mí. Mi madre, con sus manos juntas en el regazo, como si rezara porque no hiciera nada impulsivo. Mi padre, con su expresión seria, intentando ocultar cualquier emoción. Hugo, de pie frente a mí, con una sonrisa que intentaba ocultar el nerviosismo. Y yo... yo no podía respirar.

Mi mente estaba en otro lugar, en otro rostro, en otros ojos. En Mason.

Las palabras se atoraron en mi garganta, y un nudo en el estómago me advirtió de lo inevitable. No podía hacerlo. No podía decir "sí" cuando cada fibra de mi ser me gritaba que huyera.

— Lo siento... —susurré, pero lo suficientemente alto para que todos lo escucharan.

Los murmullos llenaron la iglesia. Hugo frunció el ceño, y mi madre se llevó la mano a la boca.

—No puedo casarme.

No esperé a ver sus reacciones. Me giré y salí corriendo, con el vestido de novia arrastrándose detrás de mí, con el velo a medio caer, con el corazón latiéndome tan fuerte que pensé que me desmayaría.

Corrí sin pensar, sin mirar atrás. Y sin darme cuenta, mis pasos me llevaron al único lugar donde sentía que podía respirar.

La casa de Mason.

Toqué la puerta desesperada, con las manos temblorosas. Pasaron unos segundos que parecieron eternos, hasta que la puerta se abrió.

Mason apareció frente a mí, con una camiseta gris y el cabello revuelto, como si acabara de despertarse. Su expresión pasó de la confusión al asombro en un segundo.

— ______... —Su mirada recorrió mi vestido, mis mejillas enrojecidas, mi respiración agitada—. ¿Qué coño ha pasado?

— No me he casado.

Su boca se entreabrió.

— ¿Qué?

— No pude hacerlo, Mason. Estaba ahí, en el altar, y lo único en lo que podía pensar era en ti.

Mason me miró fijamente, tratando de procesar mis palabras. Durante años habíamos sido amigos. O al menos eso creíamos. Pero la verdad era que había algo más, algo que ninguno de los dos se había atrevido a enfrentar.

—Dime que esto no es una locura tuya, _______. Que no estás aquí solo porque estás asustada.

Negué con la cabeza, dando un paso más hacia él.

— No estoy asustada. Estoy aquí porque me di cuenta de que siempre debí haber estado contigo.

El silencio nos envolvió. Mason me miró con una intensidad que me hizo estremecer. Luego, sin previo aviso, me tomó del rostro y sus labios chocaron contra los míos.

El beso fue desesperado, como si estuviéramos recuperando todo el tiempo perdido. Sus manos me rodearon la cintura, atrayéndome hacia él, mientras mis dedos se enredaban en su cabello.

Cuando nos separamos, ambos estábamos sin aliento.

— Siempre te quise para mí, _______. Pero nunca pensé que esto pasaría.

—Pues pasó. —Reí suavemente, apoyando mi frente en la suya—. ¿Me dejarás entrar?

Mason sonrió y me tomó de la mano, cerrando la puerta detrás de mí.

Entré en su casa aún con el vestido de novia, sintiéndome como un desastre andante. Mi respiración seguía agitada, mi corazón latía con fuerza y mi cabeza estaba hecha un caos. Mason me miraba como si todavía no pudiera creer que estaba ahí.

One Shots de Futbolistas 0.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora