Prefacio

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Las calles estaban desiertas, era media noche. Se supone que en un pueblo como Prink Falls nadie estuviera fuera a esta hora. Las doce era cuando más calmado se mantenía el pueblo, todo estaba en silencio. Me encantaba venir a esta hora para pensar y estar un rato a solas.

Escuché un ruido a mi espalda, que hizo eco en el silencio de las calles. Se suponía que todos estuvieran durmiendo, los ruidos a esta hora eran peligrosos. Voltee a ver por si algún tipo de animal o quizá un gato había ocasionado ese extraño ruido, pero nada. Quizá mi cabeza solo estaba jugando conmigo y la oscuridad. Seguí caminando, pero al volver a hacerlo el ruido continuó. Como si cada paso que diera el ruido continuara conmigo.

Voltee y entonces lo vi, era un chico alto, delgado y musculoso, de cabello y ojos negros, casi no se podían distinguir en la oscuridad de la noche. Lo que más me asustó fue que no tuve problema en ver su misteriosa mirada buscando la mía. Él me miraba fijamente tratando de decirme algo, algo que no lograba descifrar. Algo importante.

- ¿Quién eres?, ¿por qué me sigues?- estaba tan concentrada en su mirada que mi voz casi no fue audible.

- Vete a casa Alaya- dijo y quitó su mirada de la mía. Lo más extraño era que sabía mi nombre.

- ¿Cómo sabes mi nombre? - dije encontrando mi voz.

"Corre ahora que puedes" escuché en mi cabeza. Trataba de hacer que mis piernas se movieran, pero mi cuerpo no me respondía.

- Vete a casa, antes de que sea demasiado tarde Alaya. ¡Huye!- dijo. ¿Tarde? Mi cuerpo estaba paralizado, sabía que tenía que correr, pero no podía. Mi cuerpo no respondía como se lo exigía.

-¿Qui...quién eres?- pregunte, logrando que mi voz sonara.

- Hazme caso solo por esta vez Alaya ¡Corre!- dijo sonando desesperado. Aun no me movía, esperando que quizá dijera algo más, algo que me ayudara a entender mejor por qué debía correr y huir.

- Por favor- sus ojos denotaban suplica.

No esperé más, mis piernas me respondieron y corrí. Corrí lo más rápido que podía, cada vez me alejaba más de ese chico, cada paso significaba estar más lejos del peligro. No sabía que quería, no sabía quién era, pero ahora sentía que mi mejor decisión fue hacerle caso, huir aunque no se sintiera correcto. Trataba de recordar, trataba que mi cabeza guardara cada momento que acababa de pasar, pero entre más lo intentaba, el recuerdo iba desapareciendo.

Al llegar a casa el recuerdo casi desaparecía por completo. Corrí a mi habitación a buscar papel y lápiz para escribir lo que había pasado y no olvidarlo porque parecía importante pero cada vez mis ojos se sentían más pesados y mi cuerpo se sentía débil. Al llegar a mi habitación me costaba mantenerme de pie. Todo se puso borroso y luego no miraba nada, todo era negro. Sentí como mi cuerpo se desvanecía y entraba en un sueño profundo.

Sus SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora