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Lunes por la mañana. El día de iniciar en mi nueva escuela llego más rápido de lo que esperaba. El despertador sonaba incesantemente. Sentí un pesando cuerpo encima de mí.

- Despierta primita tenemos que ir a la escuela- decía Teffy saltando en mi cama para que me despertara.

- Ya voy- dije. Iniciar en una escuela no siendo el primer día de clases, se sentía extraño.

Hice mi rutina diaria, me bañe, cambié y arreglé. Baje a comer con mi prima, mi tía nos había preparado el desayuno, se sentía tan hogareño. Lo malo era que no era mi hogar. La escuela no quedaba lejos y nos podíamos ir caminando pero mis tíos le habían comprado un auto por seguridad, la protegían demasiado, así que el trayecto era de cinco minutos.

Llegamos a la escuela, demasiadas personas estaban en el estacionamiento. Bajamos del auto, yo estaba al lado de prima. Me sentía muy extraña. Sentía que todos me veían, sentía que me juzgaban. Sentía que ellos conocían todo, que conocían la profecía, que esperaban que hiciera algo. Me pegué un poco más a mi prima para no sentirme tan agobiada por las miradas de todos. Sabía que todo era únicamente paranoia mía, pero no dejaba de ser agobiante. Un grupo de chicos y chicas se acercaban a nosotras entusiasmados. Suponía que debían de ser los amigos de Teffy.

- Ven Al, te presentare a mis amigos- dijo Teffy jalando de mi mano. En el poco tiempo que había convivido con ella pude notar su gran entusiasmo hacia todo.

-¡Chicos!- dijo cuando estábamos lo suficientemente cerca para que nos escucharan- ¿recuerdan que les hable que mi prima se mudaría?- no dio tiempo a que ellos respondieran solo siguió con su discurso entusiasmado.- Ella es Alaya, pueden decirle Al- dijo mi prima presentándome. Por el contrario yo parecía de esas personas que pierden la cabeza al estar cerca de otro ser humano. "Vamos al menos sonríe".- Alaya, ellos son Cameron, Mathew y ella es mi amiga Carla- dijo señalando con la mano a cada uno de sus amigos. Ellos simplemente me miraban sonrientes. ¿Qué todos son entusiastas en este pueblo? Bien por sus vidas.

- Hola- dijeron todos cuando mi prima termino de presentarnos.

- Hola- dije. ¿Hola? Que buena introducción Alaya- Soy Alaya- ¿en serio? Tu prima ya lo había mencionada. Cuando comenzaron a verme con un poco de diversión la campana me salvo. Literal.

Teffy me acompaño a la oficina por mi horario. Mi primera clase era historia, gracias al cielo, la compartía con Teffy. Ella me llevo por un laberinto de pasillos y al fin llegamos a la clase. La presentación fue vergonzosa, los ojos de todos sobre mí. El único lugar vacío era uno hasta el fondo cerca de la ventana. Tome asiento y escuche la clase en silencio. Ver a cada una de las personas que estaban allí era extraño. Pensar en sus vidas, en sus problemas, en lo que son ajenos. Todos viven su vida sin siquiera preocuparse en alguien más que en ellos. Eso es lo más común, no preocuparte. Debería no preocupar más, eso me haría bien. Las clases siguieron y miradas acosadoras de los estudiantes se posaron encima de mí como si fuera un animal extraño que se acaba de descubrir. Era raro alguien nuevo en la escuela y mucho más en el pueblo. Muchos me veían tratando de analizarme o descifrarme, otros simplemente me miraban, y había otros que me miraban con odio. Era nueva y ya tenía gente que me odiaba. Genial.

La campana sonó. Me dirigí a mi casillero y guarde mis cosas, luego seguí a las demás personas a la cafetería. Allí se suponía que debía ir. Socializar un poco, olvidar todo. Llevaba mi cuaderno para escribir abrazado como si no hubiera otra cosa. Alguien salió de la nada y me paso empujando. Caí y junto conmigo mi cuaderno, dos fotos salieron de él. Eran Maggy y mi madre. Pretender que no dolía era ridículo. Ellas eran lo único que tenía y ahora se habían ido. Silenciosas lágrimas salieron por mis ojos. Fui hacia el baño con la cabeza agachada, suficiente tenía con que me vieran de forma extraña, no quería que me vieran llorar. Cuando llegue tome un poco de papel y limpie las lágrimas que tenía en las mejillas debajo de los ojos. Vi mi reflejo en el espejo. Alaya Pearson, la chica de la profecía. Sí, claro. Salí del baño para nuevamente dirigirme a la cafetería donde Teffy esperaba por mí. Al entrar había demasiadas personas pero logré ver en una mesa, no muy lejana, a Teffy charlando con sus amigos y me acerque poco a poco, no quería interrumpir nada de lo que estaban discutiendo.

Sus SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora