Al día siguiente te vi pasear por la calle, pero para mi sorpresa no buscabas a Iván, me buscabas a mí.
Llegaste sonriente con tu uniforme escolar y con dos brillantes esmeraldas por ojos.
Te sentaste a mi lado, a pesar de manchar tu falda nueva y volviste a acariciarme sin pensar en las pulgas o la suciedad que llevaba encima.
Juro que ese simple gesto me hizo el perro más feliz del universo.
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Un trozo de tu felicidad
Short StoryA pesar de no ser más que una fiera, me diste la oportunidad de cambiar