Un caluroso día de verano llegaste con dos cuencos blancos.
Me había acostumbrado a comer tus bocadillos y beber de tus manos, pero el hecho de regalarmelos me puso eufórico.
Cada vez que los miro me siento feliz, me recuerdan ese momento.
Esa noche dormí acurrucado entre ellos.
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Un trozo de tu felicidad
Short StoryA pesar de no ser más que una fiera, me diste la oportunidad de cambiar