Esa pedanía era acogedora, nadie me molestaba, salvo algunos perros que venían a mí por pelea.
No tenían ni idea a que se enfrentaban, tampoco quise mostrarlo o de lo contrario ellos no sabrían que tiempo haría a la mañana siguiente.
Me agradaba que la bestia de mi interior durmiese.
Dejé claro a muchos que cierto callejón era mío, así cómo la comida que entraba en él.
Prefería morir de hambre a volver con Roger.
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Un trozo de tu felicidad
Historia CortaA pesar de no ser más que una fiera, me diste la oportunidad de cambiar