3.Libertad

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Esa pedanía era acogedora, nadie me molestaba, salvo algunos perros que venían a mí por pelea.

No tenían ni idea a que se enfrentaban, tampoco quise mostrarlo o de lo contrario ellos no sabrían que tiempo haría a la mañana siguiente.

Me agradaba que la bestia de mi interior durmiese.

Dejé claro a muchos que cierto callejón era mío, así cómo la comida que entraba en él.

Prefería morir de hambre a volver con Roger.

Un trozo de tu felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora