CAPITULO 12

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Elena despertó y trató de seguir durmiendo pero no podía, tenía tutoría, y el fastidioso señor Buntjen nuevamente la sobrecargó de deberes, pero al menos eso le resultaba una distracción, se consumía llevando a cabo las tareas y por un momento se olvidaba del resto.

Desde aquel día del calabozo no había vuelto a ver a su padre, pero sabía que era inevitable un encuentro entre ambos en cualquier momento.

Las heridas sanaban bien bajo los cuidados de Susanne, aún se encontraba envuelta en las cobijas cuando escuchó ese tic tac que la sobresaltó. Miró a la pared y ahí estaba, el reloj de péndulo que vio en la pesadilla, eso la puso alerta, conocía perfectamente que en la realidad el reloj no existía, pero entonces ¿Qué significaba? ¿Estaría soñando? Se levantó y abrió la puerta, recorrió los pasillos hasta llegar a la cocina, la mansión parecía desierta.

Salió al exterior y notó que la luz del día era tenue y el sol se veía extraño, pálido y blancuzco. Volvió a ingresar, llegó al estudio donde se encontraba el teléfono, pero al levantar el auricular se dio cuenta que no tenía tono aunque estaba conectado. Algo extraño ocurría, ¿Sería otra visión?

-Elena. _Escuchó que la llamaban. Por un instante creyó que podría ser su madre y prestó atención.

- Elena. _ Volvió a oír y se dejó guiar por la voz hasta llegar a una puerta.

Al abrirla se dio cuenta que era un sótano, encendió la luz a su paso, bajando las viejas gradas de madera que traquearon con su peso. Su corazón dio un respingo, no debía estar ahí pero no importaba, si eso verdaderamente era un sueño Cameron no podía hacerle daño.

La sala estaba iluminada con antorchas y su respiración se cortó al observar el panorama abriendo los ojos como platos. Retrocedió unos pasos, no podía creer lo que tenía al frente, toda clase de artefactos e instrumentos de tortura medievales, recorrió el lugar despacio encontrando algo más, unos extraños pentagramas dibujados en el piso, con imágenes que hicieron que a Elena se le pusiera la piel de gallina.

A un costado se elevaba un altar, colocados sobre éste, cuatro frascos en fila cuyo contenido brillaba. Se acercó pero no se atrevió a tocarlos. La luz era hermosa, es cuando juró ver en uno de ellos la cara de Susanne formarse, el rostro la miró con tristeza, determinó los otros frascos, y reconoció a Jürgen, al ver el tercer frasco se quedó paralizada, era el rostro de su padre. Comenzó a llorar, ¿Qué significaba aquello? ¿Cómo podía liberarlos? Se acordó del cuarto frasco pero cuando la imagen se formaba escuchó una voz que la llamaba con insistencia.

Despertó exaltada y se asustó al ver a Susanne en frente de ella.

-Gracias a Dios, por un momento creí que algo le había ocurrido.

-¿Qué hora es?

-Las 7:30 a.m. me preocupé cuando no bajó a desayunar.

-Bueno me saltaré el desayuno hoy, lo prefiero a enfrentar al señor Buntjen por mi impuntualidad.

-Tenga, al menos tómese esto.

La anciana le extiende un vaso con jugo de manzana.

-Gracias Su, por todo. No sé qué me estás ocultando, pero algo me dice que lo haces para protegerme.

La anciana la miró sorprendida y le sonrió con cariño.

-Yo quisiera señorita Holmes, pero....

-Lo sé, creo que estoy empezando a entender muchas cosas, sólo que no sé si al final de esta odisea aún guardaré mi cordura.

-Será mejor que se vista, no haga esperar al señor Buntjen.

-No, no lo haré.

Se queda sola en la habitación, tomándose el jugo aprisa, se pone lo primero que encuentra, recoge los libros escolares, y se prepara para ir a su calvario.

De repente sonríe, es viernes, visualiza al chico de ojos celestes que conoció esa semana, y al saber que lo vería al día siguiente se siente de muy buen humor, al menos tendría un amigo, algo bueno le sucedía después de tantos tropiezos.

El Secreto de la Mansión HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora