CAPITULO 10

4.9K 625 15
                                    

Elena no paraba de llorar, trataba de comprender ¿Qué estaba sucediendo? Pero lo único que obtenía era más preguntas sin respuestas. Meditó en todo lo acontecido desde su llegada, parecía que vivía en una historia de terror y el guionista se encaprichó con ella porque cada día era una tortura diferente. Sin fuerzas y con las manos adoloridas por estar suspendidas y sujetadas por los grilletes deseó la muerte, sí la muerte parecía ser más compasiva que aquella pesadilla de la cual no podía despertar.

No supo cuánto tiempo transcurrió, cada sonido la alteraba y aquella oscuridad no le permitía ver nada. El calabozo estaba húmedo y frío, sus dientes tiritaban sin poder evitarlo y el hielo se clavaba en sus huesos. De repente la estancia empezó a iluminarse, primero con lo que parecieron ser varias luces hasta que se fusionaron formando una figura.

-Elena. _Se escuchó una voz suave de mujer que la llamaba.

Ella estaba aterrada, que nueva desventura estaba a punto de iniciar.

-Elena. _Se volvió a escuchar. -No temas Elena, estoy aquí.

Su corazón casi se sale del pecho al reconocer aquella voz, pero no podía ser cierto, ¿Se estaría volviendo loca después de todo? Con duda lentamente visualizó la figura frente a ella, jaló las cadenas con tanta fuerza que se hizo daño en las muñecas.

-Mamá. _Gritó desesperada.

La figura estaba rodeada con una hermosa luz que alumbró todo a su alrededor, vestía un traje blanco pero parecía como si miles de estrellas lo conformaran.

-Mi niña. -Volvió a hablar Lilli Holmes. -No tengas miedo.

-Mami, mami. -Repetía Elena una y otra vez sin poder creer la aparición de su madre ante ella.

-Se valiente Lena, no estás aquí por casulidad, hay un propósito, una misión que debes cumplir.

-¿Cuál? -Preguntó casi sin aliento.

-Pronto lo comprenderás, debes ayudarlo.

-¿A quién?

-A tu padre, te necesita. Sé fuerte cariño, yo creo en ti.

Lilli posó su mano en la mejilla de la niña, sintió su mano fría al tacto pero fue a la vez un contacto cálido que la lleno de paz.

-Guarda el libro, protégelo, es la llave para salvarlos.

-¿Salvarlos? ¿De quién?

-Te amo hija.

La presencia se fue desvaneciendo hasta que Elena pudo ver a través de ella.

-No mamá, no me dejes, por favor, no te vayas.

La oscuridad volvió a envolverla, ya no tenía lágrimas que derramar, se sentía cansada, su cuerpo agotado por tantas noches de no dormir bien, se fue relajando hasta que sin darse cuenta se quedó dormida.

El sonido de pasos la despertó, la puerta del calabozo se abrió y Jürgen apareció. Al verla, Elena pudo notar el horror en sus ojos, corrió hacia ella y se apresuró a desencadenarla, cayendo sobre el regazo del anciano que la levantó entre sus brazos y la sacó de aquel espantoso sitio. No era consciente de nada, sintió que fue colocada sobre algo blando, no supo más perdió el conocimiento.

Al abrir nuevamente los ojos los rayos del sol colándose por las amplias ventanas le molestó la vista, poco a poco se fue acostumbrando a la luz.

-Hola.  -Escuchó la voz de Susanne quién la miraba preocupada

-Tengo sed.

Susanne tomó un vaso con agua y la ayudó a tomar el preciado líquido.

-¿Y dices que no me odia? -Dejó salir sin más mientras se enderezaba apoyando su espalda en los cojines.

-Él no te odia.

-Mira lo que me hizo. -Enseñó sus brazos a la anciana. Sus muñecas estaban lastimadas y arriba del antebrazo lucía unas heridas donde Cameron le clavó las garras.

-Déjame curar eso. -Elena notó que había varias cosas en una bandeja con las que empezó a desinfectar y limpiar las heridas, al terminar colocó un vendaje en ambos brazos y en las muñecas.

-He visto muchas cosas desde que llegué a la mansión, ése hombre o lo que sea, no es mi padre y he llegado a pensar que este lugar encierra un secreto del que no me hacen participe.

-Él es tu papá, no tengas dudas sobre eso

-Me lastimó, sus manos se transformaron en garras, y sus ojos se vuelven negros, y las antorchas en el calabozo se encendieron solas a su paso. Desde que lo vi la primera vez sentí una presencia maligna en él, y sin embargo, hay momentos en que puedo reconocer a mi padre. Por favor Susanne, ya no puedo más, dime la verdad.

-No sé de qué hablas.

-Tanto le temes.

La anciana sonrió con amargura, la miró como pidiéndole que no preguntara más al respecto.

-Quiero estar sola.

Susanne recogió todo y en silencio se marchó.

Elena recordó el sueño con su madre, ¿Había sido un sueño? No podía continuar un día más en aquel horrible lugar, escaparía y sería ése mismo día.

El Secreto de la Mansión HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora