CAPITULO 4

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Su corazón no podía contener la emoción, ingresó la llave en el cerrojo y la puerta brió al momento traqueando a su paso. Elena entró en una habitación sin ventanas por lo que la oscuridad lo abarcaba todo. No se animó a continuar, quién sabe qué podría encontrar ahí "Ratas" pensó con repulsión, volvió sobre sus pasos rumbo a la cocina.

-Susanne ¿Tenemos velas?

-¿Velas?

-Así es.

La mujer la miró extrañada, sin embargo, buscó en un anaquel sacando dos velas que procedió a entregarle.

-No te preocupes, no quemaré la casa.

Susanne la observa con alarma en sus ojos grises.

-Es broma, ok. ¿Tienes encendedor?

-No, sólo cerillos.

-Eso servirá.

Susanne no muy segura le da la caja de cerillos.

-Gracias. -Contesta Elena corriendo de regreso. Cerró la puerta con seguro no quería ser interrumpida. Enciende las velas y vuelve a entrar a la recámara, trata de ubicar un interruptor pero no hay lo cual le extraña bastante, parece ser un espacio cerrado. Divisa sobre una mesa pequeña un candelabro de mano con cuatro candelas colocadas, las enciende y ubica las otras dos a cada extremo de la habitación.

Al iluminarse la estancia observa a su alrededor, un enorme armario se encontraba de fondo, un escritorio, un librero, dos sillones y tropezó con una alfombra. Al determinarla se dio cuenta que tenía el mismo diseño del tapete. Eso ya no tenía sentido, ¿Qué representaba ese dibujo? Se aproximó al librero donde alrededor de veinte libros se encontraban ordenados por hileras, en total cinco divisiones. Tomó uno y lo sopló para quitar la cubierta de polvo, al abrirlo supo que la escritura era antigüa no pudo entenderlo, ni siquiera sabía si era alemán. Su pasta del color de la sangre con los bordes de las páginas en dorado, era el más grande de la colección, lo colocó sobre el escritorio. Casi sufre un infarto al ver que la primera página del libro era la misma pintura, el demonio luchando contra el ángel.

-Que locura. -Pronuncia para sus adentros.

La caligrafía perfecta, escrito a mano, con muchos dibujos, uno de ellos era las ruinas de un castillo que se contemplaba a espaldas del demonio y del ángel. Siguió pasando las páginas y abrió los ojos como platos al observar la mansión, no había cambiado mucho desde entonces, se fijó en un año escrito en el borde inferior: 1470.

Alguien tocaba la puerta de su cuarto con insistencia, se exaltó y aprisa apagó las velas. Cerró la puerta de la estancia y la que daba al closet y abrió. Susanne aún sostenía la mano en el aire en posición de pretender seguir golpeando la puerta.

-¿Dime? _Consulta Elena con calma.

-¿Puedo pasar?

-Claro, vienes asegurarte que no he quemado nada.

-Oh cielos no, es sólo que....

-Anoche me asusté mucho por lo de la pesadilla, es estúpido pero en caso que no pueda encender la luz, ya sabes esta mansión es muy vieja, puede haber un corto circuito o algo así, y no me gustaría quedar a oscuras, es todo.

Elena notó como la mirada de Susanne se suavizaba, eso era lo que le preocupaba.

-Son las 2:00 p.m. ¿Desea almorzar?

-¡Las dos! _Expresa mirando la pared y es cuando se quedó helada.

-¿Señorita Holmes?

-Ahí había un reloj de pared ¿Cierto?

-No, desde que yo estoy aquí.

-¿Y estamos hablando de?

-Tengo veinte años de trabajar en este lugar.

-¡20 años! Entonces conoció al tío Holmes.

-Así es.

-No he visto retratos de él.

-El señor Holmes no le gustaban las fotos.

-Hay algo muy raro aquí. En mi pesadilla había un reloj de pared ahí.

-No sé de qué habla señorita.

-No claro que no.

Elena sabía que aquella mujer no le diría nada así que decide cambiar el tema. -¿Y qué hay de almuerzo?

-Oh un plato típico de la zona, le gustara.

Abandonan la habitación con dirección a la cocina.

El Secreto de la Mansión HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora