Narra Megan.
- Hermanita, tienes una cara horrible, ¿seguro que estás bien? -Dice mi hermano conduciendo.
- Sí, es solo el dolor de cabeza de siempre. -Digo masajeándome las sienes.
- Deberías tomarte las pastillas que te recomendó el doctor para la jaqueca.
- ¡Que estoy bien! -Grito y me arrepiento en seguida al notar una punzada aún más fuerte en mi cabeza.
- Está bien... pero a mi no me lo parece.
Me hago bolita en el asiento de copiloto y me apoyo contra la ventana que está cerrada, lágrimas silenciosas caen de mis ojos, cosa que alarma a Dylan.
- Te voy a llevar al médico.
- Dylan...
-Mírate, estás horrible. Estás pálida, tienes ojeras, estás llorando y según tú estás teniendo jaquecas. ¡No tiene nada de malo ir al médico! -Dice preocupado. Pongo mi mano encima de la suya en el volante.
- Estoy bien, te lo prometo, solo quiero ir a casa y descansar. Si empeoro te lo diré.
- ¿Lo prometes?
- Lo prometo.
Dylan asiente con la cabeza y empieza a conducir hasta casa. Aún no me puedo creer que todo esto venga de discutir con Austin. Aunque que esta noche no haya dormido, creo que puede ser un buen motivo también.
Lo único que sé, es que creo que la cabeza me explotará en cualquier momento. Es como una punzada que me atraviesa toda la cabeza. Es horrible.
Cuando llegamos a casa, Dylan me abre la puerta del coche y me ayuda a bajar. Me lleva a la cocina y me da una pastilla y un vaso de agua.
- Tómatela. -Dice.
- Sabes que no puedo tragarme las pastillas.
- Vamos Megan... Tienes que tomártela.
- Pero es que nunca puedo. -Digo llorando como una niña pequeña. El dolor me está matando y yo no puedo tomarme una estúpida pastilla.
- ¿Y si la parto en trozos más pequeños? -Dice mi hermano y asiento con la cabeza.
Dylan coge la pastilla y con un cuchillo la va partiendo con cuidado de no cortarse. Lo parte en cuatro trozos y los deja a mi lado.
- Venga, de uno en uno seguro que puedes ahora. -Dice y asiento.
Cojo el primer trozo y me lo meto en la boca sintiendo ese sabor tan desagradable que tienen todas las pastillas al estar partidas. Bebo un poco de agua y me trago la pastilla con dificultad.
- Vale... toma. -Dice mi hermano dándome el segundo trozo.
Repito el procedimiento de antes mientras hago muecas de asco. Esta vez no consigo tragarme el pequeño trozo y tengo que masticarlo incluso antes de conseguirlo.
- Solo quedan dos trozos. -Dice Dylan y niego con la cabeza. -Prometo buscar pastillas que se disuelvan en el agua o sobres en vez de pastillas. Pero tómatelas.
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Serás mía.
RomansaMegan Mitchell, una chica de diecisiete años que solo quiere acabar su último año de instituto en paz. Suele estar enfadada con el mundo, pero también puede ser una de las personas más dulces que pueden existir. Tiene un pasado desconocido y poco a...