£ Cuatro meses con tu cariño £

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Narra Maria

Me dolía saber que Lance no sentía nada por mí, que solo trataba de olvidar a la chica que conquisto su corazón.

De verdad que la admiro, nadie en este año ha podido enamorar a ese erizo cascarrabias. Ni siquiera yo he podido, y mira que he llevado cuatro meses en el mismo julepe.

–¡Vamos, Maria, o llegaremos tarde! –me gritó Juana, una de las tantas sirvientes que se encontraban en este castillo.

–¡Ya voy! –le devolví el grito. ¿Quién iba a decir que una simple oferta de trabajo iba a darle rienda suelta a un amor no correspondido?

Una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla mientras cerraba la puerta de mi habitación, ¿qué tenía ella que yo no? Si la amaba tanto como en sus ojos se veía, ¿porqué no estaba con ella? Y, ¿porqué me preocupaba tanto por su anterior relación? ¡Era el momento perfecto para que le coqueteará y cayera a mis pies!

–Hola, ¿qué vamos a hacer hoy? –cuestioné mientras caminábamos por uno de los pasillos, ella me dirigió una sonrisa triste.

–El rey nos ha dado el día libre... –la interrumpí mientras el enojo y la frustración se dibujaba como una mueca cómica en mi rostro, o eso fue lo que me dio a entender su enorme sonrisa.

–¿¡Y porqué diablos me despertaste a las 5:00 de la mañana, Juanita!? –grite mientras hacia uso del apodo que le había puesto de pequeña. Digamos que cuando estábamos en aquella etapa de "atrapame si puedes" no éramos las mejores amigas, ni siquiera nos llevábamos bien. Ella me decía "Maria la loca", mientras yo le decía "Juanita" como la mascota de la maestra.

–Deberías de darme las gracias, María la loca –fruncí el ceño mientras ella se detenía y suspiraba profundamente–. Me he enterado de tu enamoramiento...

–A estos límites todos lo saben, Juana, no me extraña que hasta los Reyes lo sepan... –gimoteé mientras me cruzaba de brazos. La gente era tan chismosa... –¿Y? ¿Vienes a burlarte o qué?

–¿¡Qué!? ¡Claro que no, Maria, ¿cómo puedes estar pensando éso?! –rugió dolida. Y, negué con la cabeza. No quería decir aquello–. Eres mi amiga y te he despertado para ayudarte a conquistarlo, no puedo creer que tengas esa imagen de mi.

–Perdóname, Juana, pero... –suspiré mientras ella me miraba indiferente. La había herido, ¿cómo hacia ahora para que me perdonará?–, ...¿saber que la persona que te gusta no te pela es difícil, sabes? ¿Sabes lo que se siente que esa persona este pensando en su media naranja todo el día y tu ahí, tratando de llamar su atención? No. Claro que no lo sabes porque desde un principio Vil se fijó en ti y no hubo la necesidad de estar detrás de él, inplorándole que te diera una oportunidad. ¿Sabes cuánto tuve que implorarle a Lancelot para que me diera una estúpida oportunidad? ¡Tampoco lo sabes porque estabas tan enfrascada en tu romance con Vil que te olvidaste de mi! ¡Dijiste que nada nos iba a separar...! ¿Porqué entonces pasas más tiempo con Vil que conmigo?

Ella suspiró mientras las lágrimas empañaban mi mirada, no quería ni un perdón por su parte, pero quería saber lo que quería decir. Era tan irónico que haya cambiado una amistad que a perdurado por años, por un simple romance que emergió hace unos meses atrás. En estos momentos si me llegaba a dirigir como amiga a ella, me revolvía el estómago.

–Sé que te he dejado de lado, Maria, y, perdóname por no haber estado ahí cuando Lancelot te ignoraba... Pero estoy aquí ahora, dispuesta a darte un pequeño empujón para que caiga en tus manos. ¿Me perdonas además de dejarte aconsejar por mí? –la mire dudosa y ella lo notó por lo siguiente que dijo–: Prometo no abandonarte de nuevo y, si lo hago te doy todo el permiso de que me des una buena bofetada –estrecho su mano hacia mi, y nuevamente las dudas comenzaron a invadir mi mente. ¿Y si volvía a defraudarme? «Como si tu fueras la gran cosa...» Admito que yo también he cometido errores, pero... ¡Jamás la había decepcionado, jamás le había fallado! Tenía todo el permiso de desconfiar de ella, sin embargo, tampoco podría negar que le pase bien junto a ella, aquellos días en que nos sentabamos a los pies de la playa, admirando como el sol se escondía tras las nubes blancas y esponjosas.

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