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Aquel beso había sido maravilloso, y los labios aún le cosquilleaban por el contacto con los de él. Y entonces, de pronto, Selena cayó en por qué había sido tan maravilloso... ¡Porque había sido ella quien había llevado las riendas! Frunció el entrecejo pensativa. ¿Y si...?

Pero sus cavilaciones se vieron interrumpidas por unos golpes en la puerta. Cuando abrió se encontró a Harry esperándola impaciente.

— ¿No estás lista aún?

— Iba a bajar ahora mismo.

— Bien, pues vayámonos.

En el pabellón de Urgencias del hospital los atendió el doctor Hays, un médico joven muy agradable, que parecía encontrar divertida la preocupación y la irritación de Harry.

— Tendrá dolores musculares durante un par de días, señora Styles — le dijo tras reconocerla —. Solo una cosa más... ¿No está embarazada, verdad? — le preguntó. Le pareció curioso que ella se ruborizara y Harry mirara hacia otro lado —. Quiero decir, el accidente podría haber dañado al...

— No estoy embarazada — lo interrumpió Selena azorada.

— Ah, bien, en ese caso no hay de qué preocuparse Le daré un relajante muscular por si lo necesitara para descansar bien esta noche. Y también puede tomar un analgésico si tuviera dolores. Y por supuesto si necesitan algo no duden en ponerse en contacto conmigo.

Selena y Harry le estrecharon la mano y le dieron las gracias antes de que el médico los acompañara hasta la recepción para pagar la factura y que les entregaran los medicamentos.

Harry estuvo muy callado durante todo el camino a casa, y Selena sabía por qué: había sido aquella pregunta del médico sobre si estaba embarazada. Eso debía haberle recordado la situación antinatural de su convivencia, y reavivado su frustración.

— Teníamos que haberle dicho que, si estuvieras embarazada, el Papa lo habría anunciado como un milagro — masculló mientras aparcaban y apagaba el motor.

Selena optó por ignorar sus insultos. Se notaba demasiado cansada y dolorida como para contestar.

— ¿Qué ha pasado con mi coche? — le preguntó —. Hemos pasado el cruce y ya no estaba allí. ¿Llamaste a la grúa para que lo llevaran al taller?

Harry la miró un instante, pero volvió a apartar la mirada.

— No quieres hablar de ello, ¿no es cierto, Selena?

— Soy frígida — murmuró ella hastiada —, tú lo dijiste. Dejémoslo así... a menos que quieras el divorcio, claro está.

— Lo que quiero es una esposa de verdad, maldita sea — le espetó él con dureza —. Y niños, quiero niños, Selena — añadió, en un tono que denotaba una cierta vulnerabilidad.

Ella echó la cabeza hacia atrás en el asiento, y se mordió el labio inferior.

— Probablemente no lo creerás, pero yo también quiero tenerlos, Harry.
El se giró en el asiento para mirarla.

— ¿Y cómo piensas hacerlo sin ayuda?

Selena aferró el bolso entre sus manos.

— Es que... me da miedo... — confesó en un hilo de voz.. Estaba demasiado cansada hasta para mentir, para buscar excusas.

Hubo una larga pausa.

— Bueno, tengo entendido que dar a luz no es tan terrible como solía ser en el pasado — dijo Harry —. Y hay medicamentos que pueden aliviar los dolores.

Vengador EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora