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Selena se puso rígida un instante, pero al ver que sus movimientos eran lentos y suaves se relajó de nuevo.

— ¿Todo bien? — le preguntó Harry levantando la cabeza.

Selena no podría haberle expresado con palabras lo que aquella ternura significaba para ella. Asintió con la cabeza y sonrió.

Harry bajó la mirada hacia sus senos, y observó cómo se ponían de punta sus pezones cuando los acariciaba. Enseguida la escuchó gemir suavemente y notó que se estremecía. Le gustó aquella reacción, así que lo repitió, y ella se arqueó hacia él como un gato.

— Me siento... extraña — murmuró Selena —, temblorosa.

— Yo también — susurró Harry. La besó dulcemente hasta que ella abrió la boca para darle acceso —. ¿Quieres que te diga lo que voy a hacer ahora?

El corazón de Selena empezó a latir como un loco, pero volvió a asentir con la cabeza.

— Voy a desabrocharte la camisa — le dijo Harry, y procedió a sacar, uno tras otro, cada botón de su ojal.

Cuando estuvo totalmente desabrochada, Harry la abrió por abajo, pero dejando aún cubiertos sus senos, y la miró a los ojos, y vio reflejados en ellos su timidez, pero también una creciente excitación que no podía ocultar.

— Tienes los pechos pequeños — susurró pasando la mano por una de sus curvas, tapada todavía por el salen —. Me gustan las mujeres con los pechos pequeños.

Selena volvió a estremecerse, y gimió maravillada mientras él los acariciaba con maestría, evitando siempre el pezón endurecido.

— Sí, eso te gusta, ¿verdad? — murmuró contra sus labios.

Volvió a acariciarle los senos, pero esa vez no se detuvo al llegar a los pezones, sino que abrió las palmas y las apretó contra aquellas cálidas cumbres. 

Selena emitió un profundo gemido que la debió sorprender a ella misma, porque tragó saliva y se humedeció los labios con la lengua.

— Te comportas... como una virgen — susurró Harry.

Finalmente, apartó sensualmente el resto de la tela y se incorporó un poco para admirarlos. Aquellos montículos cremosos de areolas sonrosadas estaban modelados tan exquisitamente,que por un momento se quedó sin respiración.

— ¿De verdad no te importa que sean... pequeños.? — se escuchó preguntar Selena.

— Dios, claro que no — fue la respuesta inmediata de él —. ¿Te importaría que los besara?

Selena se sonrojó profusamente, pero sonrió y sacudió la cabeza.

— No.

Harry le devolvió la sonrisa y agachó la cabeza. Selena volvió a arquearse al sentir el contacto de aquellos labios en sus senos, diciéndose que, en toda su vida, jamás había imaginado que pudiera experimentarse un placer semejante al ser acariciada. Hundió los dedos en su cabello y lo sostuvo apretado contra su cuerpo, temblorosa. Suspiró y gimió, y sus ojos se llenaron de lágrimas de dicha.
Harry la notó estremecerse, y comprendió inmediatamente la razón. Era la señal que había estado esperando. Sus grandes manos descendieron hacia las caderas de Selena y siguieron bajando hasta llegar al vientre.

Harry le estaba quitando el pantalón del pijama con tanta sensualidad y destreza que a ella no le importó en absoluto, y tampoco se sintió amenazada. Le encantaba el contraste algo áspero de sus manos con la suavidad de su piel.
Tomó uno de sus senos en la boca y succionó, hasta hacerla gemir de placer otra vez. De pronto Selena se miró subiendo y bajando las manos por los musculosos brazos, atrayéndolo más hacia sí, susurrándole, rogandole que le diera algo sin saber muy bien lo que era. Le mordió el hombro, y cuando Harry alzó la cabeza y la miró, Selena apenas sí podía verlo, nublada tenía la vista por el deseo que él había despertado poco a poco en ella. Le pareció que sonreía antes de volver a reclamar sus labios, y entonces sintió que invadia su boca con la lengua en envites lentos y exquisitos, supo que su cuerpo titilaba debajo del de él.

Vengador EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora