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"Aunque trato de sacarte de mi cabeza, la verdad es que me he perdido sin ti y desde ese momento me he despertado" - Half a Heart


Selena, que ya estaba un poco menos mareada, lo había notado temblar y, al alzar la vista y mirarlo a la cara, se quedó sin aliento. Estaba lívido, con una mirada de auténtico terror en los ojos, y tras observarla un instante que pareció eterno, la abrazó como si no fuera a soltarla nunca.


— Oh, Dios mío... — repetía una y otra vez.

Selena sabía que, mientras viviera, jamás podría olvidar el horror en sus ojos. Le echó los brazos al cuello, acunándolo. Aquella reacción la tenía fascinada. Nunca lo había visto tan agitado, era como si una pequeña grieta se hubiera abierto en su dura armadura.

— Estoy bien, Harry — le aseguró en un susuro. Se apartó un poco para mirarlo a los ojos, atónita por la vulnerabilidad que reflejaban. Le tocó la boca, y sus dedos se deslizaron por las mejillas hasta el cabello —. Amor mío, estoy bien, de verdad.

Tomó la cabeza de Harry entre sus manos, y la atrajo hacia la suya y le plantó un beso en los labios, feliz de que no la rechazara, aunque solo fuera porque no se lo esperaba. Durante varios segundos, fue un beso dulce, inocente, pero pronto una llama pareció encenderse dentro de ella, y apretó la boca con más fuerza contra la de él. Hacía años desde la última vez que se habían besado de verdad, no como aquel beso frío que Harry le había dado en la boda.

Al gemir Selena suavemente, Harry salió del trance en el que se encontraba, y respondió a su beso ávidamente. Solo cuando el conductor del camión llegó junto a ellos, despegó, de mala gana, sus labios de los de ella.

— ¿Está usted bien, señorita? — preguntó jadeando por la carrera que se había dado —. ¡Dios, por un momento creí que la había golpeado...!

— Ella está bien — respondió Harry —, pero ese deportivo del demonio no lo estará cuando agarre mi rifle.

El conductor del camión suspiró aliviado.

— Maldita sea, menos mal que no perdió usted la cabeza, señorita — le dijo a Selena admirado —, si no hubiera pisado el freno tan a tiempo ahora estaría muerta y a mí tendrían que internarme en un manicomnio.

— Lo siento — sollozó ella, derrumbándose por el susto que acababa de pasar —, lo siento tanto... Ni siquiera lo vi venir...

El joven camionero sacudió la cabeza.

— No se preocupe más de eso, lo importante es que no ha pasado nada ¿Segura que está bien?

Selena asintió, forzando una sonrisa temblorosa.

— Gracias por parar a ver cómo estaba. Después de todo no ha sido culpa suya.

— Aun así no me habría sentido bien si le hubiera pasado algo — le contestó el hombre —. Bueno, si está usted bien me pondré en marcha de nuevo.

— Como le ha dicho mi esposa, gracias por parar — dijo Harry tendiéndole la mano. El hombre se la estrechó y se alejó.

Harry tomó de nuevo en brazos a Selena, y la llevó a su Thunderbird, sentándola con el mayor cuidado en su interior.

— Harry, ¿y mi coche? ¿No vas a llamar a la grúa. Mira que...?

Los ojos de él se clavaron en los de ella.

— ¡A la mierda con ese condenado coche! — bramó irritado.

Cerró de un golpe la portezuela de Selena y rodeó el coche para entrar también en él. Cuando se sentó, agarró el volante con tal fuerza que los nudillos se le pusieron blancos, y ella supo que se avecinaba tormenta. Harry estaba muy agitado, se notaba que necesitaba descargar su furia sobre alguien, y tras haberse cerciorado de que ella estaba bien, Selena imaginaba que estaba preparando los cañones.

— Adelante, dispara — le dijo llorosa, buscando un pañuelo de papel en la guantera —, me merezco todas las reprimendas que puedas echarme. Iba conduciendo muy deprisa y no me fijé en la señal de stop — sorbió por la nariz mientras seguía rebuscando en vano —. ¿Cómo llegaste tan rápido?

Harry suspiró, y se sacó del bolsillo de la chaqueta un pañuelo inmaculado de algodón que le tendió.

— Te seguí — le explicó concisamente —. Oí el ruido de un motor arrancando, me asomé a la ventana y vi el coche alejándose. Temí que fueras a desahogarte corriendo por la autopista... como has hecho, así que te seguí — giró la cabeza hacia ella mirándola enfadado a los ojos —. Dios mío, al ver el coche girar y salirse de la carretera sentí que estaba pagando por pecados que ni siquiera he cometido.

Vengador EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora