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  Selena pasó la noche ignorante de su enfado, y al levantarse por la mañana bajó las escaleras deseosa de ver a Harry, pero cuando entró en el comedor, él le lanzó una mirada furibunda.

Selena se detuvo en la puerta sin saber corno actuar.

— Buenos días — balbució.

— No son precisamente buenos.

Selena enarcó las cejas y se acercó a él. Harry apartó la vista de ella y alzó la taza para tomar un sorbo de café.

— Le diré a López que te lleve al trabajo — le dijo —, ¿Te importaría devolverme las llaves de mi coche?

Selena las sacó del bolsillo de su falda y las puso sobre la mesa, pero antes de que pudiera retirar la mano, Harry la retuvo con la suya.

— ¿Por qué volviste a la habitación de invitados anoche? — la interrogó. Sus ojos parecían lanzar llamaradas.

¡De modo que se trataba de eso!, pensó Selena suspirando aliviada.

— No sabía si querrías que durmiera contigo otra vez — le dijo con una sonrisa tímida — Cuando te fuiste no me dijiste adiós y... bueno, no quería molestarte — confesó encogiéndose de hombros.

— Dios mío, Selena, estamos casados... — murmuró él —. No me molestas.

Selena bajó la vista a la fuerte mano que aferraba la suya, y su calidez la hizo estremecer por dentro.

— Es que... desde que nos casamos siempre te has comportado de un modo muy distante.

— ¿Y no sabes todavía el porqué? — le preguntó él con suavidad.

Ella lo miró a los ojos y asintió lentamente.

— Porque me... ¿porque me deseas?

— En parte es por eso — asintió Harry sin querer entrar en más detalles —. ¿Fuiste a ver al doctor Sims?

El sonrojo de Selena le dio la respuesta antes de ella asintiera con la cabeza. Harry retiró la silla junto a la suya para que se sentara.

— Te llevaré yo mismo a la oficina — le dijo acercándole un plato de huevos revueltos. Selena sonrió con la cabeza agachada.

Cuando llegaron a la ciudad, Harry estaba ya más calmado, pero no le duró mucho, porque en cuanto aparcó junto al bufete, vio a Barry Holman en la acera, mirando en derredor con los brazos en jarras, como si estuviera esperando impaciente la llegada de Selena, pensó Harry frunciendo el ceño.

Holman alzó la vista hacia ellos en cuanto el Thumderbird se detuvo, y el rostro se le iluminó. Sonrió de un modo exagerado, y corrió junto a Selena, saludando de pasada a Harry con una mera inclinación de cabeza. Este pareció querer fulminarlo con la mirada. pero no dijo nada.

— Gracias a Dios que has venido — le dijo Barry Holman a Selena, abriendo la puerta de la oficina —, Temía que llegaras tarde — le dijo tomándola del brazo y arrastrándola en esa dirección —. No te preocupes, Harry, cuidaré bien de ella — le dijo sonriéndole.

Harry no contestó, y tampoco le dijo adiós a Selena , sino que se metió en el coche dando un portazo. Y, sin mirar atrás, arrancó el automóvil y se alejó de allí a toda velocidad.

— ¿Ha ocurrido algo, señor Holman? — le preguntó Selena a este parándose en seco ante la puerta. La marcha de Harry la había dejado un poco nerviosa, y no era para menos, su jefe le había dado una impresión muy poco favorable de su relación, haciendo que pareciera algo más que la estrictamente laboral.

— ¡Esa mujer tiene que irse! — le respondió Holman con grandes aspavientos —. ¡Se ha encerrado en mí despacho y se niega a salir! Pero no me he quedado de brazos cruzados, ¡ah, no!... He llamado a los bomberos — le dijo con una sonrisa cruel —. Echaran la puerta abajo, la sacaré de los pelos y la pondré de patitas en la calle... para siempre. — Selena se frotó la nuca incómoda:

— Em... Señor Holman... ¿y por qué... por qué se ha encerrado Tammy en su oficina? — Su jefe carraspeó.

— Fue por... fue por el libro.

— ¿Qué libro?

— El libro que le tiré — masculló él irritado.

— ¿Le tiró un libro? 

Vengador EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora