19. Lunares.

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Hoy notengo ganas de escribirte un poema mediocre en el que te hable sobre lo hermosaque estas cuando te encuentras entre tus sabanas. Hoy quiero hablarte del caféde tu mirada; aquel que me despierta cuanto más te miro y que nunca me cansa. Ode tu sonrisa, tan blanca como las estrellas que iluminan la noche. Tal vez nosea un poema, pero para mí ella sí que era poesía...

Sus pestañas, delicadamente rizadas. Su cuerpo relajado. Y su respiración acompasada, confesando el pecado que se hallaba en su cama; dormido.

Irisviel la miró desde el umbral de la puerta con una taza de café entre sus finas manos. Sujetando el asa entre sus blanquecinos dedos. Recordó en esos instantes las palabras de su hermano Uriel y frunció el ceño a respuesta de sus pensamientos. Martina, como sabiendo que la miraban tragó saliva, curvando parcialmente la espalda para seguidamente colocarse bocabajo, escondiendo sus brazos bajo la almohada. Iris se dejó de apoyar en el marco de la puerta y se dirigió hacia ella sin hacer ningún ruido. La miró cautelosa, pensativa. Dejó la taza sobre la mesilla y se sentó en la cama con cuidado para seguidamente contemplar el lunar que se situaba sobre su labio. Quien le iba a decir que aquello le recordaba a la mismísima Marilyn Monroe. Sonrió y seguidamente deslizó sus dedos por su piel, apartándole el pelo de la cara. Martina se relajó ante su tacto, aliviando el pesar de la pesadilla que estaba viviendo en su mente en aquellos mismos instantes. Sus labios se curvaron a la vez que sus ojos se abrían delicadamente, contemplando ante ella a aquella joven de enloquecedores ojos verdes. Iris se apartó de golpe, nerviosa a la vez que se levantaba con rapidez.

--Yo...-- Sus mejillas se sonrojaron con suma velocidad a la vez que sus pómulos se tibiaban por la vergüenza --Siento haberte despertado, no era mi intención.

--Si querías espiarme al menos que no me entere-- Masculló graciosa mientras se tapaba la boca con su mano en forma divertida y con expresión de sorprendida. Una risita se escapó de su garganta a la vez que se ayudaba de su antebrazo para incorporarse y llegar hasta Irisviel con tan solo alargar el brazo --Ven, vamos-- Tiró de ella, atrayéndola con cuidado sin apartar sus pupilas de las suyas. Irisviel se apoyó sobre el colchón con sus rodillas para seguidamente tumbarse movida por Martina.

El vapor que emitía su café se disipaba con el tiempo a medida que se enfriaba. Pero realmente le daba igual. A su lado tenía a una diseñadora gráfica profesional, a un ángel del infierno y ante todo y sin ningún mote, a Martina; aquella chica de ojos grisáceos que la envolvía sin poder evitar mirarla, analizarla y querer saber de ella.

Sus ojos se cerraron -oh, sí que eran preciosas sus pestañas- y tragó saliva justo antes de colocarse bocarriba y entreabrir sus labios.

--Duerme un poco si quieres y sino observa como duermo, esta vez te dejo--Sus labios se curvaron al decir aquella frase. Irisviel la imitó y seguidamente se acurrucó en ella, colocando su mano sobre su pecho y acariciándole con cuidado la clavícula. Martina suspiró en respuesta, erizando su piel por completo y sintiendo un escalofrió recorrer su delgado cuerpo, centrándose en el abdomen «Malditas mariposas, iros, no quiero vérmelas con vosotras» pensó. Cuantas veces había maldecido al amor. Para ella la descripción perfecta para aquel sentimiento era muy fácil: un terrible dolor de muelas del juicio acompañado de resaca y atontamiento agudo. No comprendía a aquellos que decían que el amor era un sentimiento de bien estar continuo y siempre pensaba que estaban ciegos ante la realidad. Irisviel rozó con la yema de sus dedos el cuello de Martina, haciendo que su respiración se acelerara. Deslizó su mano por su cuerpo, deteniéndose en su abdomen. Tenía su camisa débilmente levantada. Tocó con suavidad aquello a lo que le llamaban "uve" -la marca de la cadera al estar tonificada- haciendo que Martina se estremeciera y sus mejillas se sonrojaran sin poderlo evitar. Las mariposas revolotearon con furia en el interior de su estómago, bajando y subiendo alocadamente por las partes más sensibles de su cuerpo.

El futuro InciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora