24. Escondite.

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Y ahora que te he perdido no te encuentro ni en mis recuerdos, ¿tanto tiempo ha pasado desde nuestro último encuentro? El tiempo es un arma de doble filo que siempre te lleva al mismo sitio por distintos caminos de los que no podrás escapar.

Sin escapatoria. Encerrada sin ninguna salida posible en la enorme ciudad llamada Zafira. Irónico sentimiento el que invadía su cuerpo. Aquello hasta le parecía cómico, mirándolo de una forma o de otra. ¿Cómo era posible sentirse tranquila en un momento como ese? No lo sabía pero lo que sí que sabía es que tenía que salir de ahí cuanto antes.

Un grito de agonía resonó por toda la urbe, chocando el sonido de casa en casa hasta llegar a sus finos oídos «René» pensó y sin meditarlo mucho, echó a correr como alma llevada por el diablo. Quería ver la sangre de quien la estuviera atacando recorrer el asfalto donde caminaban normalmente los ciudadanos. Subió por los tejados de las pequeñas casas para saltar de uno a otro con gran agilidad hasta llegar a la plaza central, sus pies se hundían en los techados, rompiendo de vez en cuando más de una teja sumergida ante su peso. Aceleró aún más el ritmo al verse prácticamente sobre los soldados y seguidamente saltó a la par que sus pupilas se dilataban, cubriendo al completo sus ojos sin dejar ni un espacio en blanco. Irisviel sintió pánico justo antes de soltar un grito de negación al ver la furiosa mirada de su acompañante. Su cuerpo hizo caer a varios soldados que se situaban bajo ella a la vez que sacaba con rapidez sus dos dagas para rematar la faena comenzada. Un espeso líquido rojizo tintaba el suelo sin miramientos a la vez que partes de su cuerpo eran salpicadas por el mismo flujo.

––Me tenéis donde queríais, vamos, matadme––Susurró sin apartar la mirada de la joven de cabello negro y mirada verdosa.

––Espero que ahora temas mi poder–– Masculló la madre de Irisviel. Aquello parecía un sueño mal hecho. Todo se detuvo por unos instantes. Parecía ser un juego al que por utilizarlo demasiado se hubiera parado como para tomar un descanso. Miró al suelo y seguidamente un estallido de ruidos típicos del siglo XXI se introdujo por sus orejas para hacerla sentir tan diminuta como un grano de arena en un fondo marino. Sus rodillas chocaron contra el suelo y la gente la lanzaba furtivas miradas llenas de intriga y en ocasiones de repulsión. Sus manos ya no estaban manchadas de sangre. Sus ojos habían vuelto a la normalidad y ahora mismo vestía con su traje de oficina, pero algo le pasaba; comprobó bien su vestimenta y logro ver sin mucho esfuerzo sus pies descalzos sobre el frio suelo de Brujas. « ¿Cómo se supone que he vuelto aquí? » Nuevamente miles de preguntas se alborotaban alternativamente para arrancarle las pocas ganas de seguir a delante de su cuerpo.

––Perdone, ¿se encuentra bien?–– Un hombre trajeado se aproximó para ayudarla a levantarse. Martina le observó detenidamente antes de que pudiera decir palabra.

––Si, tranquilo, únicamente me mareé–– Miró su blanco bigote. Tendría unos 60 años, un empresario de lujo o de carrera prestigiosa, pero eso a ella que le importaba ––Muchas gracias, de verdad–– finalizo, dándose cuenta de su falta de modales en aquellos instantes. Sentía el frío suelo bajo sus pies descalzos, se incorporó del todo y seguidamente tosió, miró a su alrededor, buscando algo que le indicara donde se situaba exactamente. Giró sobre sus propios talones, afinó su vista y su oído y sintió una pesadez en su pecho al ver la cafetería de su madre a su izquierda, se adentró en esta y enseguida las dependientas la reconocieron.

––Señorita Sorat–– Masculló la más mayor de las sirvientas a la par que caminaba hacia ella con preocupación –– ¿Está usted bien? –– Su mirada se posó en sus pies, haciendo una mueca de intriga y confusión.

––Si, estoy sin zapatos, no me mires así que ya lo sé–– Su tono de voz sonó molesto y los clientes miraban la escena curiosos ––Nana, ¿me podría traer por favor unos zapatos y un café caliente? Estoy helada –– Sus labios se curvaron para mostrar sus dientes en una amplia sonrisa que mostraba cordialidad, pero realmente no se sentía tan bien como aparentaba estar.

El futuro InciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora