17.Copas de alcohol llenas de amor

31 4 3
                                    

Un ojo abierto siempre, no quiero dormir puede venir la muerte.

Media noche. La luna alzada en el cielo, imponente y cautivadora. Las nubes prácticamente la tapaban por completo y el aire comenzó a izarse moviendo las hojas de los árboles cercanos, escuchando la música que creaba el silencio de aquellas horas de la noche junto con los árboles susurrantes.

Sus ojos verdes fijos en ella, risas y ojos rojos del cansancio. Copas cargadas de alcohol, el efecto en sus venas. Sonrisas insinuadoras. «Martina ¿Qué se supone que haces? » Su voz interior replicaba por su comportamiento. Su móvil se iluminaba cada poco tiempo recibiendo tanto llamadas de Irisviel como de Mei, lo miraba de reojo y lo bloqueaba sin mucho esfuerzo. Un cigarro entre sus labios y un cenicero en el que se acumulaban los recuerdos. El teléfono del joven muchacho vibró en su ausencia, recibiendo una llamada. No le dio tiempo a leer el nombre de quien lo llamaba pero debía ser alguien importante ya que una sonrisa llena de nostalgia se filtró entre sus labios como si se tratara de un cigarro sin encender.

–– ¿Que necesitas para que me llames a estas horas? –– Preguntó alegre. Se escuchó un murmullo en su oreja y seguidamente se giró para mirar a Martina, clavando sus pupilas en ella. ––Ajá, y como es esa tal... ¿Martina?

Al escuchar su nombre se giró para mirarle mientras cruzaba sus piernas, este la observó de arriba abajo mientras sus cejas se arqueaban con comodidad. En el fondo aquella situación no le agradaba ¿hasta cuándo se iba a quedar allí a observar como un tío la comía con la mirada? No lo sabía ni ella misma, solo quería saber a quién le sonaba y por qué le era familiar. Se disculpó para ir baño, agarró su bolso guardando en el interior su móvil y su cartera para encaminarse –lo más recta que podía- hacia la puerta color cobre con un letrero que anunciaba ser el de señoras, la empujó, agarrando el manillar y se adentró en el interior del pequeño cuarto, había un espejo que cubría toda la pared y bajo este 5 lavabos de color blanco, a su espalda se encontraban los servicios, se apoyó y miró su reflejo, contemplando sus ojeras con dificultad gracias al alcohol que había ingerido.

«Tal vez me he pasado bebiendo» recapacitó.

––No se te ve muy bien, aguantas mucho beber, pero hasta un punto–– Comentó Alison mientras entraba en silencio por la puerta. Martina se colocó el pelo, la miraba a través del espejo.

––Si, tal vez me haya pasado por soy consciente de lo que hago o dejo de hacer, o eso creo.

––Entonces estás haciendo esperar al chico que está sentado en la barra con un móvil en su oreja––Se aproximó a ella, titubeante.

Martina frunció el ceño, desconfiada mientras la observaba. Se giró para contemplarla mejor y en escasos segundos se sintió acorralada contra el tocador. Aquella joven de sonrisa inquietante y ojos cafés la miraba con malicia mientras se encontraba a escasos centímetros de ella. Sus cuerpos se encontraban pegados y ahí comprendió lo que se hallaba en el fondo de aquella mirada llena de cafeína; misterio y maldad.

Su móvil nuevamente sonó, dejando una sinfonía animada de fondo, logró leer el nombre justo antes de que Alison le quitara el bolso para dejarlo apoyado en cualquier otro lugar «Irisviel» Sus ojos verdosos llegaron a su mente, eran únicos ¿Cómo era posible que aquel hombre que se encontraba sentado en aquel taburete los tuviera iguales? Se estremeció al pensar en la respuesta «Su hermano». Su mente se nubló al sentir los labios de Alison sobre los suyos, sintiéndose extasiada y terriblemente cansada al percibir su tacto. Sus ojos se cerraron ipso factos, haciéndola caer en un sueño tranquilizador o...en las manos del alcohol.

La tormenta estalló fuera, rugiendo como el león al que había dejado salir anteriormente con un simple suspiro. Ráfagas de aire inundadas de lluvia que picaba como si fueran aguijones sobre su piel. Se quejó, formando un chasquido mientras sentía como sus pies eran arrastrados por el suelo.

Escuchó la voz de la joven peliazul pedir un taxi que inmediatamente frenó frente a ella. Pidiendo ir a una dirección que no reconoció se fue adentrando en el coche. Sus ojos se cerraron y su cuerpo se desplomó hacia la izquierda, quedándose dormida sobre el regazo de su acompañante.

***

Sus ojos se abrieron, contemplando a Alison sobre ella. Se sentía mal, vacía. Se intentó mover pero la joven que se encontraba sobre ella la detuvo ––Vamos a jugar un poco, tengo ganas de averiguar lo que eres. Eres famosa por nuestros campos–– Sus labios nuevamente se juntaron con los suyos. Desabrochó su camisa y recorrió con su mano sus tatuajes, incluyendo el del pecho ––Y cuéntame... ¿qué significa este tatuaje?–– Preguntó mientras dejaba fijo su dedo sobre el tatuaje central. Los ojos de Martina se abrieron de golpe, zafándose de ella y chocándola contra la pared. Sus pupilas se encontraban fijas sobre los marrones ojos de Alison, aquellos pozos negros se fueron dilatando hasta ocupar sus globos oculares al completo, sus colmillos crecieron y sus parpados fueron recubiertos por finas líneas negras. Sostenía a Alison con sus dos manos, agarrándola por la camisa con extremada fuerza. En su mano derecha se dibujó –como si fuera mediante a tinta- una extraña figura con una esfera central que parecía el ying y el yang, en cada uno de los extremos –el que iba hacia su muñeca y el que tiraba hacia sus nudillos- fue cubierto por lo que parecía ser una figura geométrica que parecía un cono con final de media esfera.

Tanto su pecho como su mano se iluminaron, cegando a la muchacha. Tomas que en aquellos mismos instantes llegaba de su trabajo contempló con angustia la escena a la vez que veía como de la espalda de Martina emergían dos negras alas de aspecto angelical. Corrió hacia ella, empujándola y chocándola contra la ventana, lanzándola al vacío junto con él. Los dos cuerpos chocaron contra el suelo, quebrando el asfalto y formando una humareda. Lo único que se podía escuchar en las viejas calles de Brujas en aquellos instantes eran solo ladridos graves de perros y el silbido del viento junto con el crepitar de la lluvia.

Val apareció, divertida ante aquella escena mientras jugaba con una cadena, haciéndola girar en el aire en forma circular. Tragus caminaba a sus alrededores, sediento de la sangre de aquel ángel oscuro. Las alas de Martina se encontraban extendidas en el suelo, eran de una envergadura excepcional y sus plumas parecían las de un cuervo enorme. Cerró sus puños con ira justo antes de levantarse, apoyando sus antebrazos en los adoquines para mirar con frialdad a la joven de pelo rojizo que jugaba mientras la contemplaba. Sus labios se curvaron justo antes de incorporarse del todo a la par que Tomas, el cual ahora lucía dos alas que parecían de murciélago y unos ojos que refulgían amarillentos.

––Que comience el juego–– Masculló mientras escuchaba la sonora risa de Alison tras ella.

El futuro InciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora