Y así era nuestro juego, tú sonreías y yo me enamoraba de tu sonrisa
Celeste y Martina caminaban por los pasillos, susurrando para que no las pillaran los guardias nocturnos. Las luces de las habitaciones se escapaban entre las ranuras de las puertas como si se tratara de arena entre los dedos. Al otro lado de los umbrales se escuchaban risas, jolgorios llenos de felicidad, mientras que en otras había un silencio tan inquietante que aterrorizaría al más valiente bárbaro.
Un escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza, insinuándole que alguien las observaba con cautela. Giro sobre sus propios talones, mirando fijamente el final del pasadizo, esperando ver algún movimiento. Pero tan solo vio oscuridad.
-- ¿Ocurre algo?
Le pregunto celeste con intriga. Martina la estudió detenidamente, intentando averiguar si ella también había sentido aquel estremecimiento repentino, pero no mostraba signos de que hubiera sido así.
--No, no, tranquila. Solo me había parecido escuchar algo, pero ya sabes, es lo que pasa cuando no conoces un sitio-- Le respondió con una agradable sonrisa.
Cuando celeste comenzó a andar de nuevo, Martina se quedó mirando unos segundos, absorta en la oscuridad, como si la suplicara por la esencia de su cuerpo.
«Cuando la oscuridad te encuentre, no te dejara escapar» Un susurro en el interior de su cabeza la hizo entrecerrar los ojos con duda justo antes de virar y seguir a su compañera de habitación.
--Mañana comenzara tu entrenamiento-- Sus pasos resonaban entre las paredes, retumbando como si fuera eco --Te guiaremos hasta la sala del comedor y finalmente verán de lo que eres capaz -una sonrisa maligna estiro sus labios de un extremo a otro- para ver hasta dónde llega tu cordura.
***
Empujaron los dos portones, haciéndolos crujir mientras una pequeña bocanada de ambiente caldeado los azotaba con violencia al igual que la potente luz que entraba desde la cúpula del techado. Ante ella, a ambos lados, mesas hechas a base de tablones de madera eran ocupadas por jóvenes de distintas edades; desde niños pequeños hasta adultos o ancianos. Escándalos creados por risotadas o juegos comunes entre los adolescentes, chicos que alborotaban el pelo de las chicas con el cometido de hacerlas rabiar, consiguiéndolo sin mucho esfuerzo. Ruidos de cubiertos contra los platos de porcelana al intentar partir su desayuno en pequeños casos y, finalmente en una mesa libre, logro leer un amplio número grabado sin delicadeza sobre los tablones: 305. Inmediatamente comprendió el significado de aquella cifra; era el número de su habitación, así que camino a paso rápido junto con sus otros tres compañeros hasta aproximarse a la mesa para sentarse.
--Os toca a vosotros traer el desayuno-- Comento JT con una amplia sonrisa, convencido de ello. Martina levanto la mirada para ver a quien le decía y seguidamente adivinó a quien se refería; Zeta y ella. «Genial» pensó «El borde del año va a venir conmigo hasta la barra para pedir los desayunos ¿aguantara o no será capaz de tragarse su orgullo varonil? Hombres» Se levantó a la par que el para dirigirse a pedir la comida cuando sus pupilas se posaron fijas en la mesa de al lado, número 112.
-- ¿Qué sorpresa le tendrán preparada esta vez a la nueva?-- Rieron entre comentarios -- ¿Una prueba física? ¿Una pelea contra el más fuerte de todo el equipo? ¿Enfrentarse a sus miedos?
Se escuchaban como susurros, intentaban que Gata no lo escuchara, pero demasiado tarde ya. Zeta tiro de ella, arrastrándola sin que pudiera rechistar hasta posicionarse enfrente del mostrador.
--Esa de allí -dijo refiriéndose a una muchacha basta, de espalda ancha, pelo rojo rizado, alborotado, ojos color marrón y regordeta, observando como dio un mordisco a una de sus tostadas con ira, mastico y tragó. Tenía los paletos separados y miraba con asco a todo el que pasaba cercano a ella- se llama Susan. Siempre va acompañada de sus dos camaradas Bill -Un joven bastante encantador y agradable a simple vista pero con un toque de maldad en el brillo de sus rojizos ojos. Corpulento, de pelo blanco y con una sonrisa de colmillos desgarradores- y el hermano que se llama Dallas; o como le llaman todos, el tirillas -Era igual que su hermano Bill, tan solo los distinguía su robustez y su personalidad ya que Dallas era más tímido y reservado- según lo que me contaron, llegaron juntos y ninguno se quiso poner un mote así que bueno, son los típicos matones de instituto.
Martina, mientras, los observaba con detenimiento sin saber muy bien cómo responder a lo que le estaba contando su joven compañero. Tan solo aguardaba el silencio mientras escuchaba y analizaba la escena desde distintos puntos de vista.
--Tomad-- Mascullo una voz femenina, sacándoles a los dos de sus pensamientos. Martina miro a la cocinera, quien la atendió con una sonrisa en el rostro mientras dejaba sobre el mostrador una jarra metálica llena de leche caliente y en otro lado una pila de 4 platos en los cuales, sobre ellos había cubiertos y vasos.
--Gracias-- Le espeto tras agarrar lo que le acababa de traer con ayuda de Zeta y fue hacia la mesa con cuidado de que no se cayera nada. Lo dejó sobre la mesa de madera y clavo sus pupilas sobre las de celeste --Aquí tienes, majestad.
--Muchas gracias sirvienta, te tendré que aumentar el suelo-- Le respondió con tono burlesco y Martina le propinó un suave golpe en la cabeza «Pero será idiota» pensó, se sentó sobre la silla y vertió la leche en el interior de su vaso mientras miraba que quería desayunar «Cruasanes, magdalenas, tostadas, donuts... menudo dilema de comidas tengo preparado» miraba hambrienta una y otra vez lo que podía coger hasta que se decidió por un cruasán que brillaba por la capa de azúcar derretida que lo cubría, alargo el brazo y tras tenerlo sujeto con sus dedos, lo aproximo a su boca para darle el primer mordisco, siendo interrumpida por el silencio de ultratumba que invadió el comedor tras sonar las oxidadas bisagras de los portones. Giro sobre su propio torso para mirar la entrada, contemplando ante ella a Uriel, situado justo al lado de un señor mayor demasiado delgado tal vez pero con una buena vestimenta -un traje de gala negro con su pañuelo blanco asomando por el bolsillo de su pecho- y con un bastón oscuro con una figurilla de plata como empuñadura. Sus ojos eran azules; tan claros que incluso parecían blancos con un pequeño punto negro situado en el centro, recorrían de derecha a izquierda la sala, en busca de algo, o de alguien. Sus facciones eran serias y a su vez delgadas, ensambladas de arrugas que determinaban su edad próxima a unos 70 años. Su cabellera blanca y bien poblada de cabellos recorriendo su cabeza sin demostrar su caída de pelo daba a entender que la mantenía bien cuidada. Uriel le acompañaba rígido y a su vez despreocupado, observando a su vez el escenario.
--Quien de aquí es Gata-- Su voz se alzó, quebrando el silencio e invadiendo a los presentes de un sentimiento repleto de inquietudes y temor.
Martina no sabía cómo responder a aquella pregunta, tan solo se incorporó, dejando su desayuno sobre el plato y, con voz firme y sin ápices de temblor, espetó.
--Yo -Hizo una pausa al observar su mirada sobre ella- Yo soy Gata.
Sus arrugados labios se curvaron, dejando paso a una sonrisa maligna y llena de detalles escalofriantes: unos colmillos afilados y bañados en oro y el hedor a sangre fresca que emergía de su tráquea.
--Hola, Gata. Comprobemos si te mereces ese apodo en este alojamiento-- Respondió, permitiendo que los ojos de Uriel fueran invadidos por un reflejo de sorpresa y arrepentimiento mientras que tras ellos, un olor a pelaje húmedo se hacía más intenso.
Todos los presentes se incorporaron, abriendo bien los ojos con muestra de sorpresa mientras salían corriendo todos hacia la pared de la izquierda. Alejándose cuanto antes de su trayectoria. Sin apartar la mirada de aquel hombre, su acompañante y su fiera mascota.
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El futuro Incierto
Teen FictionCuando todo el mundo padece y se transforma en todos tus miedos. Cuando un amor irracional se alberga en tu corazón, pierdes los hilos de tu destino y te encuentras sola en medio de un mar de dudas y peligros. Martina, una joven diseñadora gráfica...