Un nuevo y familiar integrante.

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Apenas amaneció cuando desperté. Me encontraba de nuevo en el mismo lugar de las últimas noches, ese lugar el cuál ni el mullido colchón de la alcoba de Erebor se le igualaba. Ese lugar era los brazos del enano. Pero esa mañana, a diferencia de las anteriores, no me aparté, me quedé acariciando su pecho y apoyando mi cabeza en su hombro mientras le observaba dormir. Junto a él no sentía miedo, este detesto viaje me había hecho desconfiar de todos, pero no de Thorin.
Pasado un rato, él abría los ojos lentamente y me sonrió con una mueca cansada haciendo un gesto de dolor, mientras se palpaba el costado.

- ¿Te duele mucho? - Le dije, preocupada, mientras me ponía en pie.

- Tranquila, es normal. - Susurró.

- Déjame revisar la herida Thorin. -

Él asintió, sabía perfectamente que curar significaba más dolor. No se llevaba muy bien con la medicina ni los desinfectantes.
Le desabroché los botones de su camisa añil desgastada y acaricié su costado, mientras él jugaba con mi pelo.

- A ver... Hoy te voy a dejar elegir el daño que quieres pasar. Elige uno de estos botellines. - Dije con burla, mientras él arqueaba una ceja en un gesto irónico.

- A ver, este es el que más escuece. - Contestó, señalando las hierbas de Girion. - Y este, es el que más duele. - Señalando a unas de Erebor. - Y... No sé que sensación es peor.

- Pues es para hoy. Vamos, escoge una. -

Al final se optó por la de Girion, prefería el picor y el ardor antes que el intenso dolor que les producía las de la otra botella.

Otra vez la venda la tenía empapada en sangre, se la retiré cuidadosamente cuando de pronto oímos una voz y pasos pequeños, pero apresurados.
Miré a Thorin con intranquilidad, se levantó torpemente cogiendo su espada, haciendo que yo quedara detrás suya.

- Thorin no hagas nada que cause que te vuelvan a herir... - Susurré con miedo, rodeando su espalda con mis brazos y apoyándole mi frente, rogando que no ocurriera nada más.

Cuando se veía más de cerca, empezó a correr hacia nosotros.

- ¡Oh! ¡Príncipe! ¡¿Se encuentra bien?! - Empezó a gritar una voz ronca y a la vez tan dulce y familiar, apresurando más su paso.

No pudimos quedar más atónitos, era Balin, el enano de Erebor que tan bien se encargó de mí.

- ¡Balin, Balin! - Dije hacia él, mientras me lanzaba a abrazarle.

- ¡Si es mi chiquilla favorita! - Dijo, dejando escapar unas lágrimas de emoción mientras besaba mis mejillas. - Has crecido, ya casi no te llego al rostro. - Dijo, entre risas.

- Balin... ¿Qué te trae por aquí? - Dijo Thorin confundido, volviéndose a sentar débilmente con un quejido y dejando su espada.

- Mmm... Las explicaciones después, déjame verte esa herida señor. -

- Ya me lo estaba curando ella, no hace falta que revises nada. - Dijo, adoptando un aire serio y reservado, volviendo a ser el mismo enano que conocí en el palacio de Thranduil.

- Revisasela por favor, yo creo que ha empeorado y no tengo mucha experiencia en esto. - Interrumpí, mientras Thorin me lanzaba una mirada rabiosa.

- Esto habrá que curarlo más profundamente, el exterior y los puntos parecen estar bien. Pero hay que tener en cuenta la hemorragia interna. - Afirmó, frotándose la larga barba pensativo, mientras mi felicidad se disipaba por completo.

- No puedo someterme a eso Balin, ella tiene que llegar lo más pronto posible a Rivendell. -

- ¿Rivendell? ¿En serio es más importante eso que tu vida señor? - Dijo.

~Pequeña~ Thorin Escudo de Roble.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora