Sácame de aquí.

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~~~~~~ Narra ella ~~~~~~

A la mañana siguiente se me fue imposible pensar en algo externo de donde estaba. Turentar me había levantado temprano y me había llevado a una aldea cercana a la torre de Sauron.
Allí le formulaba todo tipo de preguntas. El lugar era árido, oscuro como todo lo existente allí, desagradable y muerto. Exceptuando las gigantescas y profundas perforaciones en el suelo, que se abrían aquí y allá por todas partes, que impresionaba a todo aquél que las observase. Eran donde vivían los orcos, bajo tierra. Miraba perpleja hacia abajo, asomando las puntillas de mis desgastados zapatos por el borde de unos de los boquetes.
Se alcanzaba ver a orcos trabajando en armas, unos pegándose, otros formando corrillos para admirar la pelea, muchos se dormían en la dura piedra colgante de las paredes y, los demás sobrantes, comían carne podrida y huesos. El olor era absolutamente vomitivo.
Me tapé la nariz y la boca e intenté disimular la arcada que me causó al ver aquello último. Alguien puso su mano en mi hombro dándole unos toques, era Turentar, ya había sido suficiente por hoy y había que volver a la torre.

Siempre me estremecía al entrar por esa inmensa puerta de entrada dando lugar a todas esas eternas escaleras.
Turentar pareció darse cuenta y se dirigió a mí.

- Deberás acostumbrarte. - Dijo sin ninguna expresión en los ojos, que era lo único visible que dejaba esa máscara.

Alzó su capa y fue subiendo con un paso elegante y lento, yo me quedé observándole hasta perderle de vista. De pronto, alguien me sorprendió por detrás:

- El señor te reclama. - Habló la voz. Me giré, era de nuevo ese horrendo orco. Yo le lancé una mirada de pocos amigos. - No me hagas tener que arrastrarte como la otra vez. -

*Maldito Snaga...* Pensaba, mientras le obedecía y volvía a esa cima. Esta vez el orco no llegó a traspasar el último arco que daba lugar al exterior.
El ardiente ojo volvió a fijar su mirada en mí, me estremecí, pero levanté mi mentón quedando en expresión de superioridad hacia Sauron.

- ¿Quién te ayudó? - Escupió furioso, mientras su pupila se dilataba más y más.

- ¿Cómo? - Pregunté, impasible.

- Sabes el qué. -

- Si lo supiera no lo habría cuestionado. - Disimulé, mientras mis manos se anudaban tras mi espalda y mis piernas temblaban, manteniéndose apenas firmes en el sitio.

- Está bien. Si no lo haces tú lo haré yo, ¿recuerdas ese pacto? ¿De que el dichoso enano estaría a salvo? -

Eso hizo estremerceme más y tragar saliva. - ¿Qué tiene que ver él aquí? - Logré decirle con seriedad.

- Pues que te has vuelto a comunicar con él. Y ese no era el trato. - Esas palabras retumbaron en mi cabeza mientras gotas de sudor resbalaban por mi frente. No era a causa del extremado calor que hacía si no, el temor de que Thorin estuviera en peligro.

- ¿¡Qué le habéis echo?! - Grité.

- Todavía nada. - Contestó con una placentera risa. - Pero no has cumplido mi promesa.

- Cómo se te ocurra hacerle algo te juro que... - Amenacé, apretando mis puños.

- ¿Tú? ¿Contra mí? Ja, ja, ja. Oh querida hija, pobre ilusa. - Interrumpió.

- Ojalá te pudras. - Solté furiosa, volviendo mi cuerpo hacia las escaleras y dispuestas a bajarla.

Él volvió a levantar la voz, interrumpiendo que siguiera con mi paso.
- ¿Quién te ayudó? -

Yo le miré, atónita por un instante, ¿cómo no pudo descubrir a Turentar pero sí la carta?.
- No me ayudó nadie. - Contesté.

Él agrandaba su oscura pupila, en una sensación de leerme el pensamiento.

- ¿Entonces? Tuvistes una buena estrategia dentro de aquí, pero no pensastes al llegar la carta a su destino. - Yo moví la cabeza en tono confuso. - Me refiero, a que lo hicistes demasiado bien dentro de Mordor para que no consiguiera notar la presencia de la carta. Luego Thorin al recibirla, pude captarlo y así enterarme de lo sucedido. -

Mi corazón daba revuelcos, Sauron se había enterado, pero lo que acababa de afirmar es que fue porque Thorin leyó la carta. Eso significaba que se encontraba en el palacio de Thranduil y ya estaría recuperándose plenamente de su herida. Dejé que una placentera sonrisa decorara mi rostro.

- Es increíble el cómo te la habías apañado, eres lista y valiente, pero también un poco impulsiva. Desde el día en que llegaste aquí tuviste que cortar de raíz al enano de tus pensamientos, al menos para que esté a salvo. También deberías saber que yo tarde o temprano descubro todo. No intentes enfrentarme, porque puedo derrotarte mil veces. -

Yo salí corriendo de la torre mientras la ira me consumía, dirigiéndome hacia las afueras. Después de un buen rato corriendo sin mirar hacia atrás y sin pausa, decidí sentarme a las orillas de una ciénaga. Mi rostro cambió de ser deprimido a uno de sorpresa cuando pude divisar entre la turbia agua unas caras fantasmales. Seguí ahí, cruzada de piernas, observando una de ellas con ojos abiertos que daba la sensación de que me miraba. Empecé a inquietarme cuando vi que salía un gran humo del agua y una espesa mano agarraba de mi traje, hacia la profundidad.

Yo luchaba por salir a la superficie, pero era en vano. El agua invadía mis pulmones, pensé que era mi fin.
Pero antes de haber acabado engullida, alguien me jaló hacia atrás, era Turentar, me había salvado.

- No deberías estar aquí. ¿Estás bien? - Yo permanecía callada, mientras me recomponía del susto. - Esta es la ciénaga de los Muertos, y esos del agua, adivina, son los que le dan el nombre a este lugar. Si no llego a intervenir podrías haber acabado como uno de ellos. -

- ¡¡Joder!! - Exclamé, aunque, en ese preciso instante, no me preocupaba nada que no fuese los malévolos planes de mi supuesto padre.

~~~~ Narra Turentar ~~~~

- Oye... - Susurré aganchándome para poder ver su cara oculta tras su flequillo. - ¿Estás bien? -

Ella volvió la cabeza para que no pudiera mirarla, noté como sus hombros se convulsionaban una y otra vez casi inconscientemente.
Sin saber qué hacer me acerqué más a ella.

- ¿Ha ocurrido algo? - Le pregunté, pero no tuve respuesta. Ella, en cambio, se secó los ojos con las manos en un intento de reprimir las lágrimas e inspiró fuerte. Necesitaba ayuda.
Intenté abrazarla, con torpeza e indeciso, mientras su cuerpo empapado mojaba mi ropa. Ella apoyó su cabeza en mi hombro y siguió ahí por un buen rato. Intenté calmarla con palabras, pero sentí que eso no merecería la pena, sólo la escondía entre mis brazos con miedo a cómo reaccionaría más tarde. Alzó su vista hacía mí.

- Per... Perdón... - Balbuceaba, despegándose.

- Cuéntame, ¿qué te pasa? -

Ella miró hacia arriba y suspiró, mientras se mordía el labio inferior impotente.
- No debí mandarle nada a Thorin... Ahora Sauron lo ha visto... - Decía, con la voz quebrada.

- Eso es imposible, no pudo llegar a ver nada. -

- Nosotros lo hicimos bien, pero cuando Thorin la leyó, él pudo verla. -

- ¿Enserio? Con la inmensidad de la Tierra Media eso sólo significa que lo tenía muy vigilado... Parece que Sauron no había cumplido tampoco muy bien su parte del trato. Dejadle en paz significaba dejadle en paz, no vigilarle a todas horas. -

Su vista se perdió por un momento.
- Será cabrón... - Susurró. - Tengo que proteger a Thorin, no debí fiarme, tenías razón. -

Yo le levanté el mentón con mi pulgar.
- Lo protegeremos. Cause lo que cause. -

- ¿Cómo? Eso es imposible. De aquí no sale nadie. -

- Nosotros sí. - Sonreí. - Te espero a la hora en el que el Sol y la Luna se unen en lo más alto del único árbol de Mordor que no está muerto. - Dije, guiñándole el ojo.

Su mirada se invadió de brillo y sus labios se curvaron, sonriendo de oreja a oreja en un gesto burlón.

~Pequeña~ Thorin Escudo de Roble.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora