Escapando de las sombras.

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Oscuridad, solo podía distinguir un color negro opaco, sinfín. Oscuridad como aquella noche en la celda de los elfos, pero esta vez parecía una eterna e inconmensurable.
Corría y corría, ¿dónde estaba?
Un ambiente frío y caótico invadía mis sentidos.
Empezaron a sonar gritos y llantos tras de mí, acercándose cada vez más a mi espalda. Intentaba aligerar el paso pero, inconscientemente, lo aflojaba más debido al cansancio. Aún así, aguanté largo rato sin parar de correr, como podía. Me abría paso en aquella oscuridad remota, en aquello que parecía un mundo completamente cubierto de una nada sombría, buscando huir. Me estaba volviendo loca.
Caí agotada al suelo, ese sonido espantoso estaba cada vez más cerca. Una sombra me alcanzó, esta, dibujaba una enorme forma humanoide protegida por una gruesa armadura. Se agachó ante mis ojos.
Empecé a temblar y salí corriendo de nuevo. Esa cosa estaba ahí, atrás, podía sentir su respiración en mi nuca. El pecho me pinchaba debido al esfuerzo y mis gritos cada vez eran mayores.
Pero toda esa escena se fue nublando, hasta desvanecerse por completo. Pensé que moriría.

*
*
*

- ¿Estás bien? - Oí.

Era Thorin, me encontraba en mi cama. Me levanté de un salto, aterrorizada.

- Estás pálida y temblando. ¿Has tenido una pesadilla? -

- Sí... ¡Sí! -

Le conté todo lo que había presenciado. Aunque no estaba segura de que fuera una simple pesadilla, era algo extraño. Me transmitía algo.

- No pasa nada... Será a causa de la fiebre alta, no te preocupes. -

*Quizá tenga razón y sólo sea por eso* Pensé, intentando calmarme.

Thorin se alejaba a la puerta.

- ¡Espera! -

Él se giró hacía mí y se dirigió hacia mi cama.

- Está bien. Mejor me quedo. -

- Gracias... -

Él se tumbó en el otro lado y yo me giré a darle la espalda.
Era incapaz de volver a dormir, me sentía confusa, angustiada. Intenté pensar que sólo era causa de la fiebre.
Pasó una media hora y todavía no había podido cerrar los ojos, seguía encontrándome bastante mal. Me puse en pie, allí estaba Thorin, completamente dormido. Era aún muy temprano y hacía un frío que helaba a cualquiera. Tapé al enano con las mantas, cuidadosamente, y me dirigí hacia el salón.
Encima de la mesa principal estaba la medicina preparada por Girion.
*Parece que se marchó ya al campo...*
Encendí la candela y me acurruqué cerca de ella, dándole vueltas de nuevo a la pesadilla, podía sentir de nuevo el mismo miedo. Era imposible ocupar mi mente en otra cosa, sólo me atormentaba aquella sombra que me perseguía y a la vez me sonaba tan familiar.

~~~~~~~ Narra Thorin ~~~~~~~

Me desperté, recordaba haberme quedado con ella hasta que se calmara, pero estaba en su cama acostado y recubierto de mantas.
*Vaya... Parece que quién se quedó dormido fuí yo...*

Ella no estaba allí.
Fui al salón, la encontré junto al fuego.

- Buenos días - dije.

- Buenos días Thorin. - Respondió, con apenas un hilo de voz.

Pude observar un gesto indispuesto y pálido en ella.

~~~~~~~ Narra ella ~~~~~~~

Justo ahí llamaron a la puerta y el enano fue a abrir. Era Girion.

- Buenas a los dos, aquí traigo tu encargo señor príncipe. - Dijo sonriente.

De su mano colgaba unos helechos.

- ¿Las hierbas para la fiebre? - Preguntó Thorin.

- ¡Exacto! Has tenido suerte de que las encontrara. - Respondió estupefacto.

- Voy a prepararlas cuanto antes, al puro estilo de Erebor. - Concluyó bien sonriente y orgulloso, pero con un manto de nostalgia en su mirada. ¿Cómo se encontraría Erebor sin Thorin? ¿Sin el nieto del rey?

Después de cocinarlas me las sirvió en una taza. Tenía un olor atractivo.

- Ahí tienes. - dijo.

- Esta no serán tan asquerosas como las de Girion ¿no? - Le susurré en compromiso, por respeto al humano.

Thorin rió a carcajadas.

- Están peores. -

- Pug... -

Su semblante se volvió de nuevo hosco. - No te preocupes, una vez que te las tomes te bajará mucho la fiebre. Merece la pena. -

No me quedó más remedio que beberlo. Intenté disimular las arcadas.

- Ahora deberías irte a descansar. Despertarás en el almuerzo como nueva. - Aconsejó Girion.

- No... No tengo más ganas de dormir, de verdad. - Mentí.

Llegó la tarde.
Thorin se acercó a mí para tomarme la temperatura.

- ¿Ves? Ya no hay fiebre. -

- La verdad es que me encuentro muchísimo mejor. -

- ¿Acaso dudabas? Los remedios de mi pueblo son insuperables. ¡Y más los de mi abuela! - Habló orgulloso.

Sentí culpa al oír eso, sabía que él echaba de menos esos días junto a su familia, en esa montaña que parecía ser la vida entera de esos enanos.

- Te veo extraña. - Me dijo, adoptando impasibilidad, poco le duraban las sonrisas. - ¿Es por la pesadilla? -

- Sí. -

- Bueno ¿Qué tal si vamos a dar ese paseo del que te hablé? Así te despejas un poco. -

Nada me alegró más que oír eso. - Sí, ¡por favor! -

- Está bien, ve a prepararte. No olvides abrigarte, te espero fuera. -

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Thorin se encontraba esperando en el salón. Asomó su vista a través del cristal, fijando sus ojos hacia el cielo nublado.

*Esa pesadilla no es nada menos que acto de un Nigromante...* Se estremeció. *Sauron tiene algo que ver en todo esto.*

~Pequeña~ Thorin Escudo de Roble.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora