Daniel.
Pasear de la mano de Alicia es uno de mis hobbies favoritos. El primero es verla reír. Caminar con ella, aun más por Mairena, me encanta. Hacía bastante que no veníamos por aquí y cada rincón me trae recuerdos. Desde el parque, hasta la pequeña tienda de gominolas al lado de casa de mi abuelo. Es un pueblo pequeñito, pero me he criado aquí y dejadme deciros que es mi sitio lleno de paz. Cada vez que vengo, encuentro respuestas o soluciones a los problemas que me atormentan en ese momento. Además del buen ambiente que hay.
-Mañana podrías comer en casa-propone mi chica- Mis padres quieren verte.
-Claro-sonrío, dándole un beso.El sonido de mi móvil nos interrumpe. Leo el mensaje de Jesús y Alicia se pone de puntillas para poder verlo también.
"María y yo vamos a cenar esta noche con Ari, ¿os apuntáis?"
-¡Vamos! ¡Vamos!-se entusiasma mi pelirroja. Siempre se ha llevado bien con nuestra prima.
Ari tiene la misma edad que nosotros y siempre hemos estado muy unidos. Pasábamos todo el día juntos, hasta que nuestros padres ya tenían que separarnos, o bien mis tíos para pasar con su hija tiempo o los nuestros para lo mismo.
-Eres consciente de que después querrá ir de fiesta,¿ no?-pregunto, riendo.
-¡Sí!Le contesto a mi gemelo que a las 7 nos vemos en casa. Alicia y yo seguimos caminando hasta que llegamos al parque, de nuevo. Nos sentamos en un banco, bueno, nuestro banco.
-¿Te acuerdas?-me pregunta, entrelazando su mano con la mía.
-¿De qué?-me hago el desentendido.
-¡Venga ya!-ríe- Sabes perfectamente lo que pasó aquí.La miro fijamente unos segundos, adorando su sonrisa y termino asintiendo. ¿Cómo iba a olvidarme? Aquí fue donde le conté mis sentimientos, donde admití que estaba enamorado de ella. De esa pequeña niña de quince años, pelirroja y con una dulzura infinita. Recuerdo que tenía mucho miedo, porque yo era mayor de edad y ella no, aparte de que podría darme calabazas. Pero no fue así.
-Volvería a hacerlo-aseguro, apartando el pelo de su cara.
-Estabas muy nervioso-señala, riéndose- ¡Y yo no entendía por qué!
-Bueno, entiéndeme, me iba a declarar-me excuso.Pasamos la tarde entre recuerdos. Siempre que venimos a Mairena lo hacemos. Tenemos muchísimos momentos que recordar, aunque claro, algunos solemos repetirlos porque son los que más nos han marcado. Y para nada es aburrido, son tan buenos esos momentos, que para nada me aburro. Los contaría una y otra vez.
María.
Salgo del baño ya lista para salir a cenar. Encuentro a Jesús colocándose la camisa y no puedo evitar quedarme embobada. Sonrío inevitablemente, él se da cuenta de mi presencia y viene hacia mi sonriendo.
-Woow-digo, una vez esta justo delante de mí- No quiero más rubias pegajosas-advierto, con un toque de gracia.
-Prefiero morenas con vestidos rojos-dice, guiñando el ojo.Le abrazo para después darle un beso sin miedo. Os juro que con él me sale todo así, espontaneo. Es normal cuando conoces a alguien ¿no? Pero para mí no es normal, porque después de aquella noche me prometí no caer en el juego de ningún tío. Y, miradme, Jesús ha roto todos mis esquemas.
El gemelo mayor se encarga de profundizar el beso, hasta que la puerta se abre interrumpiéndonos.-Hostias-se sorprende Dani, no puedo evitar reírme por su cara- Lo siento, es que llegamos tarde-informa- Y ya sabes cómo es Ari con la impuntualidad-señala, dirigiéndose a su gemelo.
Este asiente y salimos de casa junto a Alicia. Han pedido un taxi porque ninguno quería conducir. Y según los gemelos, podríamos ir caminando pero "como las señoritas llevan tacones, mejor una limusina". Asique su chica llamo para pedir un taxi.
Llegamos a un pequeño bar, del centro del pueblo. Jesús me ha contado que es un sitio pequeño, pero que hay un local que está bien para tomar unas copas.Cuando llegamos a la puerta del restaurante, la prima de los gemelos ya nos está esperando. Es una chica más o menos de mi estatura, pero por lo que me ha contado Jesús tiene la misma edad que ellos.
- ¡Por fin te conozco!- se emociona, estrechándome en sus brazos.
- Encantada-le sonrío.
- Jesús me ha hablado mucho de ti-me devuelve la sonrisa.
El aludido se sonroja y nosotros nos reimos. Nos sentamos en una pequeña mesa del bar y nada mas entrar todo el mundo comienza a saludar a los chicos. Al ser un pueblo pequeño parece que se conocen todos.
- No sabes lo feliz que estoy de tenerte aquí-me susurra Jesús al oído, una vez nos hemos sentado. Le dedico una sonrisa dulce y le doy un beso suave.